jueves, 22 de diciembre de 2011

Discursos para la gilada.


Podría pensarse que quien conduce el gobierno se encuentra cursando la fase maníaca de una enfermedad psiquiátrica. Es difícil entender lo contrario a la luz del volumen de proyectos de ley y la velocidad maratónica que el ejecutivo incitó para aprobarlas como primer acto de una reelección que se las trae y después de un largo año en que la apatía reinaba en el Congreso mientras el gobierno y el conjunto de la oposición se concentraban en las elecciones presidenciales. Asimismo, en estos días se observa una verdadera avalancha de procedimientos judiciales y de la AFIP tendientes, coincidentemente, a golpear a enemigos del gobierno. Si uno observa con mayor detenimiento, puede constatar que las leyes que pretendía y logró aprobar el gobierno, primero por diputados y luego por senadores, sin quitar una sola coma de los originales, y en sesiones donde la oposición ofrecía un cuadro lastimoso de minoría que sólo cumplía con la formalidad de la protesta sin ser mínimamente escuchada y luego se procedía a votar con toda prepotencia ofreciendo más y más frutos a la corona sedienta, obedecían a iguales propósitos, fundamentalmente la hegemonía del gobierno sobre las áreas de información y la embestida contra el poder sindical. La ley del papel prensa que se aprueba en el día de la fecha y que deja en manos del estado la propiedad de su producción y distribución y anula la posibilidad de libre importación es una flagrante movida del Estado para apropiarse de la materia prima de los diarios independientes que a lo largo de todo el país ya han hecho oír sus reclamos llenos de indignación. La ley del estatuto rural tiende conceptualmente a destruir la UATRE, vaciar su caja e favor de la administración del gobierno, y a descabezar a un adversario sindical, el Momo Venegas, enfrentado claramente con el ejecutivo. La ley antiterrorista no persigue, como engañosamente se presenta, luchar frontalmente contra este flagelo de la humanidad que pone en riesgo la seguridad de millones de personas en el mundo contra la irracionalidad asesina de los grupos radicalizados del  mundo, sino que, simplemente pretende frenar las críticas de los observadores de la realidad argentina que puedan poner en riesgo la ejecución de algún programa de gobierno; así transmitir a la población que el dólar paralelo aumenta porque la gente tiende a comprarlo masivamente cuando se restringe la operación bancaria normal puede hacer actuar la ley contra el transmisor que pasa a ser acusado de promotor de una corrida bancaria, o terrorista económico (¡!). Esta actividad febril de los legisladores oficialistas, que no se caracterizan precisamente por ser trabajadores febriles, se enmarca en una realidad cotidiana de embestidas judiciales de jueces subrogantes de otras provincias (como Mendoza, por ejemplo) que con el auxilio de gendarmería y un despliegue sobresaliente de medios ocupó la sede de Cablevisión, del grupo Clarín, superenemigo actual del gobierno, la más poderosa empresa proveedora de cable del país, en una maniobra donde se ve la mano del gobierno a través del grupo Vila-Manzano, competidora de Cablevisión en el interior del país y conectada con operadores que tienen oficina propia en la Casa Rosada. Y demandas millonarias de la AFIP al diario La Nación (otro enemigo del gobierno) por presuntas deudas impositivas justamente en estos días de navidad donde parece que no sólo explotan los cohetes festivos en los barrios sino los misiles destructores lanzados desde Balcarce 50.
    El objetivo supremo es gobernar brutalmente, en presunto beneficio de una libertad y una democracia que se declaman pero se desprecian en la práctica y ponen en descubierto tics de gobiernos despóticos y dictatoriales que desprecian la discusión y el derecho de los demás en beneficio de oscuros intereses que benefician a unos pocos. Todo con un coro de periodistas y medios a sueldo, y de famosos tontos que contribuyen al juego repitiendo como loros los argumentos de un gobierno que avergüenza. Hoy un político peronista de la oposición, Eduardo Amadeo, se preguntaba en los medios por qué el esfuerzo de este gobierno en someter a la prensa y qué es lo que pretende ocultar. Y quizás las confesiones de Sergio Schoklender hasta hace poco aliado del gobierno, hijo putativo de Hebe de Bonafini, defensora incondicional de los Kirchner, ponga luz en este campo después de sus declaraciones a Martín Caparrós en su blog. Schoklender dice directamente que una cosa son los discursos, pero otra la verdadera política que se cocina adentro. De ahí surge que todo se paga desde el gobierno, desde los movimientos sociales con D’Elia y Pérsico a la cabeza para que no molesten hasta los medios a los que si se rebelan se los amenaza con quitas de la pauta publicitaria o quiebra de sus empresas. Que todo tiene una caja y que los ministros hacen malabares con los fondos según sus necesidades y su influencia en el gabinete, independientemente de lo que marque el presupuesto. Que es simplemente con dinero que se debe pagar a los miembros de cada planta del gobierno que cobran en negro mucho más que lo que fija la ley, el financiamiento de la política que incluye las movilizaciones, el periodismo adepto y la carteleria, y los funcionarios que no sólo aseguran personalmente su futuro sino el de sus parientes. Que Néstor negociaba con todo el mundo y tenía siempre una puerta trasera en cada ministerio para conseguir cualquier cosa pero con Cristina, en cambio, las cosas se hicieron más duras y que Abal Medina ocupó aquel puesto con menos soltura, que las licitaciones están todas arregladas y el nivel de sobreprecios que se pagan para la obra pública es exorbitante, que Bonafini es insoportable y de una humilde luchadora mutó a una figura pública apañada por los Kirchner de los que se convirtió en uno de sus portavoces, que la dirigencia política y los grandes grupos económicos no son antagónicos sino que se complementan, que hay jueces a quienes les caen siempre las causas más resonantes que afectan intereses del gobierno y actúan en su beneficio, y que las cosas ahí arriba están tan podridas que de todos el único rescatable es Moreno, el secretario de Comercio, que a pesar de sus modos desagradables y de ser un cuadro de la derecha del peronismo es incorruptible, nunca se ha llevado un peso que no le correspondiera y es usado por la Presidenta como fusible para llevar sobre sus espaldas la tarea más sucia.
    Por supuesto que aquí hay un tema de credibilidad, según lo subrayan los representantes del gobierno en todos los medios y en cada discurso. Ellos aseguran que Schoklender no es confiable, que miente, y que es un ser despreciable, cuando nadie objetó su asociación con Madres durante dieciséis años. Pero si se trata de un tema de confiabilidad ¿debo creerle a Bonafini?, ¿a Randazzo?, ¿a Aníbal Fernández?, ¿a Rossi?, a Pichetto?, ¿a Boudou?, ¿a Garré? ¿O puedo oír la voz de un desplazado, independientemente del grado de simpatía que me produzca, de un arrancado del núcleo del poder de un gobierno lleno de fisuras, y tratar de relacionar sus juicios con los hechos de observación diaria, y el conocimiento de la vida que mis sesenta y un años de vida en Argentina me ha dado?
    La ofensiva del gobierno parece imparable, pero en su afán de hegemonía, por impunidad,  está cometiendo errores de estrategia política que comprometen el horizonte de todos los argentinos e hipotecan la estabilidad del mismo gobierno. Sus prácticas son violentas y burdas, y quienes se convierten en víctimas de ellas sabrán imponer gradualmente su resistencia. Mientras tanto, que la política siga por sus senderos oscuros y tenebrosos, mientras los discursos grandilocuentes se propagan diariamente para la gilada.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Una cáscara vacía.


A veces, gente en la que uno jamás confiaría resulta lúcida y transparente como cristal. En el día del camionero, Hugo Moyano en demostración de su fuerza al frente de la CGT en el estadio de Huracán repleto de representantes de su gremio provenientes de  todo el país, aprovechó para contestarle a la Presidenta alguno de los contenidos del discurso del día de su asunción. Resultaba así la marcación del terreno sobre el terreno ya marcado al más puro estilo animal en la acepción más pura del término. La Señora Cristina había señalado con autoridad de Directora de escuela que ella era quien ostentaba todo el poder legitimado por las urnas, que había sectores, como el bancario, que ya habían acumulado suficiente fortuna como para aceptar ciertos requerimientos del Estado, y que ella no era la Presidenta de las corporaciones (léase de la CGT) y que no iba a tolerar extorsiones, subrayando a su modo que su Gobierno había resultado superior al del mismísimo Perón. En resumen, que la fiesta de las repartijas había finalizado y que ahora el botín era sólo para los Kirchner. Y Moyano, a pesar de su hablar ebriforme, subrayó dos puntos en los que se basa el eje del conflicto que los separa: el manejo de las obras sociales y la vacuidad de la estructura del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires y en la Nación. Se quejó de la maniobra a la que atribuyó solapadamente una influencia oficial que llevó a la cárcel a Zanola, el responsable del gremio de los bancarios complicado indisimuladamente con irregularidades en el manejo de los fondos de su obra social y la utilización de medicamentos truchos para sus afiliados. Moyano recordó los años de esplendor de la mano de Néstor Kirchner quien, con su natural propensión a pagar en efectivo por lo que consumía, le había prometido apoyar las obras sociales, promesa cumplida cuando facilitó que los gremios llenaran sus arcas en los años de crecimiento de la Economía, que Moyano creciera desaforadamente como empresario particular, y que a la vez escalara en la estructura de la CGT y el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires y de la Nación, haciéndolo soñar hasta con la Presidencia de la Nación. Nadie como la familia Moyano lamentó la muerte de Kirchner, quizá no tanto por el afecto profundo que los unía sino por la sociedad comercial y política que se derrumbó con su muerte y con la ocupación del espacio oficial por Cristina y su hijo Máximo. Eran épocas en las que los intendentes obedientes y sedientos de contribuciones aportaban caravanas de cientos de ómnibus anaranjados repletos de habitantes de los barrios carenciados que eran arriados por punteros hasta la Plaza de Mayo para escenificar las manifestaciones que requería el Gobierno mientras que la CGT llenaba de colorido esas fiestas calificadas como populares y el PJ sacaba del arcón los instrumentos bien conservados del folclore peronista tan caro a los sentimientos de muchos humildes y a los bolsillos de muchos nuevos ricos de barrios acomodados. Pero el peronismo ya era un gran ómnibus al que subían pasajeros y conductores diferentes desde hacía décadas. Habían sido primero, a fines de los cincuenta, radicales intransigentes, en los sesenta dirigentes sindicales que gustaban del doble espionaje y que debieron pagar las traiciones con sus vidas, en los setenta trasnochados lectores de Marx y fanáticos del Che Guevara creyentes de las transfiguraciones revolucionarias, a mediados de los setenta militares y policías asesinos, a comienzos de los ochenta abogados represores y estúpidos quema ataúdes, a fines de los ochenta y parte de los noventa patilludos neoliberales y privatizadores acompañados hasta de gorilas de la más rancia estirpe, al comienzo del dos mil mafiosos y golpistas. Y ahora llegaba el turno de sureños ambiciosos y autoritarios. El ómnibus seguía pintado de los colores de los alegres días soleados peronistas, de las marchas gastadas como las púas de los tocadiscos que tanto la habían despertado, y los sones de los bombos conservados en los armarios de las unidades básicas. Los descamisados ya no estaban pero crecían los vecinos de las villas cuyos abuelos habían estado en la plaza del cuarenta y cinco. El líder de los brazos en alto con su eterna sonrisa se había muerto hacía mucho después de quedarse sólo en la plaza con los gordos reaccionarios de las sesenta y dos organizaciones ante la ida de los jóvenes decepcionados que pretendían cambiar el mundo. Pero ahí estaba la caja de Pandora, la lámpara de Aladino que frotada convenientemente despertaba sones movilizadores y atraía a legiones que llenaban las urnas. El ómnibus pintado con alegres colores aún servía para transportar a quien tuviera talento para ocuparlo y hacerlo arrancar, sea cual fuera su naturaleza, su origen o la ideología que sustentara. Pero en esencia, aquellos años, esas antiguas sensaciones no son genuinas. Sólo una ilusión que nace como cuando un proyector vuelve a la vida los cuadros de una película ya vista infinidad de veces.
    El ómnibus está aún ahí y quizá allí siga por muchos años para usufructo de quien logre ponerlo en marcha. Pero como dijo Moyano, en definitiva, es una cáscara vacía. 

Quien te ha visto y quien te ve

"La Patria se construye haciendo y no enfrentando"

Hebe de Bonafini, 15 de diciembre de 2011 en respuesta al discurso de Hugo Moyano.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Cámpora y las lecciones de la Historia.


No sólo resultan antipáticos a simple vista por su soberbia que pretende llevarse todo por delante. Sería un error creer que los empuja un ideal revolucionario o un bagaje intelectual sobresaliente. Son, y esto es lo más importante, irracionales y violentos, al estilo de los barrabravas que nutren las canchas argentinas utilizadas desde siempre por las parcialidades políticas. “La Cámpora” alude a ese grupo cada vez más desatado de jóvenes comandados por el hijo de la Presidenta que no podía llamarse menos que Máximo teniendo en cuenta el hogar de donde proviene, que hoy por hoy es uno de los personajes más influyentes de la política argentina aunque siempre está medio tapado por decisión propia así como hacen los felinos antes de dar un zarpazo. Es Máximo quien decide junto a su madre la designación o la caída en desgracia de un ministro, la alianza con un líder de la CGT, la peligrosidad de un gobernador, la lealtad de un secretario. Y las políticas de estado se arman con su opinión jerarquizada a los oídos de la Presidenta que alienta sus movimientos. Pero más allá de eso, sus contactos con la SIDE le permite desarrollar un recurso fundamental para un gobierno unipersonal que se siente rodeado de enemigos: el del fisgoneo para asegurar la supervivencia. Es curioso que tal grupo tome el nombre de un ex incondicional de Perón durante los cincuenta, que en su regreso definitivo a la Argentina fue designado en su lugar para ocupar la Presidencia en atención al grave estado de salud del líder con la convicción que sus características de pasivo y obediente sirvieran a los propósitos del viejo. El peronismo clásico se vio defraudado con esta maniobra del General pero la corriente de los lúcidos  jóvenes de izquierda que creían que por el peronismo pasaba la revolución socialista acuñaron para la campaña la famosa frase “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, se abroquelaron tras la triste figura de ese Cámpora que nunca había ostentado brillo alguno, y así se llegó al gobierno en un intento frustrado en el que la puja entre los sectores reaccionarios (los del General) y los de izquierda se hizo insostenible obligando a Perón que con su nefasto ministro López Rega se encargó de encaminar las cosas hacia el desastre manchado de sangre de la triple A, del ERP y de Montoneros, que desembocó en la catarata oscura de la dictadura.
    Gente de “La Cámpora” suele ser insertada por consejo de Máximo como reaseguro kirchnerista cuando un funcionario ocupa un puesto codiciado por la Presidenta. Así Lorenzino, delfín de Boudou (funcionario rigurosamente vigilado), está secundado por Kicillof, Timerman por Moreno, Scioli por Mariotto. Éste último, respirándole en la nuca al Scioli complaciente y resistente de siempre, hace con Sabattella, ávido de poder como pocos, un movimiento de pinzas tendiente a desgastar, por orden del gobierno, el poder de Scioli, quien, por esas cosas que tiene la Argentina, a pesar del escaso sentido del ridículo que padece tras tantos episodios de basureo público oficial, goza de una suficientemente buena imagen como para seguir alimentando sus sueños de Presidente. Y la ansiedad oficial es tan grande, que, ya desatado el mecanismo de la sucesión, en el primer acto público del gobierno Scioli-Mariotto, el de su asunción, el lunes pasado, se produjo el primer enfrentamiento entre los sciolistas que ocuparon primero los espacios de la legislatura bonaerense, y La Cámpora con la JP que arremetieron, según pudo verse por TV, contra los policías apostados en las escaleras, con golpes, palazos y proyectiles que produjeron dos víctimas de La Cámpora con lesiones menores que fueron visitados urgentemente por Scioli y Mariotto en la guardia del Hospital San Martín de La Plata,  y seis policías que resultaron hospitalizados y que además fueron despedidos por funcionarios del gobierno de Scioli, lo que motivó el acuartelamiento de numerosos policías de La Plata y otras localidades por lo que consideraron una injusticia con olor a adulación del gobierno de Buenos Aires al gobierno central.
    Este es el comienzo. Las apetencias son enormes. Los ingredientes de la bomba están al alcance de la mano. Pareciera, una vez más, que las hojas de la Historia reciente no han sido bien leídas.

domingo, 11 de diciembre de 2011

De juras y verduleros.


La jornada de la jura de la Presidenta estuvo marcada por sensaciones. Donde uno fuera ese día y hubiera un receptor de TV o de radio cerca se oían cánticos y rugidos de tribunas como en un día de final de algún clásico futbolístico. No era para menos en un día de júbilo popular porque se festejaba uno de los actos más trascendentes de la democracia de la que estuvimos privados tantos años. Pensé primero cuánto esfuerzo habrían hecho los Kirchner a favor de la recuperación de la democracia, aunque después recordé los informes de algunos que cuentan que por esos años, el matrimonio de jóvenes abogados estaba muy ocupado en su estudio de Santa Cruz acumulando inmuebles de deudores hipotecarios apretados hasta el cuello.
Vi a la Presidenta jurar, en la emotiva sesión de la asunción  alterando la fórmula clásica por aquello de “que Dios, la Patria y él me lo demanden”, equiparando valores y jueces supremos metafísicos haciendo emocionar hasta las lágrimas a millones de personas que seguían el solemne acto, o provocando en otros asombro, indignación o vergüenza ajena.
Pude ver a la hija de la Presidenta colocándole a su madre, en un acto inédito para la asunción de tal alta investidura, la banda presidencial, como una hija puede darle a su madre a probar una remera comprada para su cumpleaños, haciéndole preguntar a uno ¿quién es esta chica tan simpática que está colocándole no sin cierta dificultad la banda presidencial a la Señora Presidenta?, dónde están sus méritos, salvo los genéticos (en un caso como éste en el que no se trata, al menos de acuerdo a los enunciados de nuestra carta magna, de una familia real en ejercicio porque tengo entendido que en Argentina no existe el reinado), o cuál es el papel que esa joven dama representa para el Estado argentino y que le proporciona el placet para tan alta distinción, o dejo atrás tantas preguntas y concluyo que tal vez se trate de una fiesta familiar, como un cumpleaños o un casamiento, en la que quien comanda las decisiones más importantes decide quién hace tal o cual cosa simplemente porque se le antoja…
Comprobé la euforia del  vicepresidente a quien sólo le faltaba que sus amigos se le acercaran para aplastarle huevos en la cabeza, y tirarle harina y fideos en un festejo de graduación en las puertas de una facultad, aunque debo reconocer que comprobé avances en su madurez al constatar que vestía traje en vez de short, y que no había llevado la guitarra eléctrica para alegrar la fiesta (lo cual no hubiera sido en absoluto objetable, salvo para los gorilas que nunca faltan, o algunos de la Cámpora que se encargan de espiar todo el tiempo a los funcionarios y de rectificar a los desviados siempre que se pueda).
Fue emocionante seguir los cánticos de los jóvenes que habían ocupado el recinto, llenos de la efervescencia de los años de desenfreno, ovacionando a la Presidenta, al difunto que no puede nombrarse, a la J.P., a Cámpora, a De Vido. Cantando la marcha peronista adecuada a los tiempos que se viven, subrayando la resistencia en los noventa. Silbando y acusando a gritos de traidor al vicepresidente saliente mientras la televisión pública hacía malabares para no enfocarlo y reemplazar su imagen por la de una bandera con la que se lograba taparlo.
Fue deslumbrante constatar cómo la Presidenta elogiaba  al Secretario de Comercio confiándole más responsabilidades en el Gobierno a un hombre como él, descalificado por quienes lo tratan por primitivo, áspero, grosero y buscapleitos, pero extremadamente leal, ahora encargado de ocupar áreas de Economía, de Cancillería y de Industria, condicionando con su accionar las funciones de los responsables directos de esas áreas, como para desautorizarlos o, al menos, controlarlos bien de cerca.
Qué emotivo fue ver a los artistas, músicos, actores y actrices de la escena nacional, besando a la Presidenta y mirando a las cámaras, deslizándole algún que otro elogio o bocadillo ocurrente y tal vez gracioso que la primera mandataria no escuchaba porque sus oídos estaban endulzados con músicas más sublimes, haciéndome pensar qué profundidad intelectual la de los artistas que con sus sensibilidades perciben sintonías que casi la mitad de la Nación no valoran, y haciéndome concluir que también algún grado de narcisismo, propio de la actividad específica, es necesario para pasar las horas que fueron necesarias pasar hasta que la Presidenta los recibiera y se encendieran las luces de las cámaras, que no serán las de Campanella pero al menos son cámaras y todo suma.
Y, finalmente, cómo me emocioné cuando vi a Charly en el escenario, gordo y lúcido como nunca, con su banda, disciplinado, bien vestido, sin romper ninguna guitarra, sin pelearse con ningún fan, sin olvidarse la letra, compartiendo el escenario con Cristina, quien me evocó a la cantante roquera de esa banda donde Charly García, nada menos, estaba en un segundo plano, como lo está el pianista de Lady Gaga, mientras ella se balanceaba con el Himno en tiempo de rock, y trataba de seguir con sus labios los difíciles acordes de la canción patria modificada por el cantante popular.
Los festejos  siguieron largas, largas horas, mientras la dicha inundaba todo, en un acto lleno de alegría frente a la Casa Rosada, como un auténtico show popular o nacional y popular espontáneo convocado por un pueblo feliz y despreocupado.
Hoy venían mis hijos a casa y decidí cocinar un asado. Fui a la carnicería y no estaban la radio ni la TV encendidas. El carnicero me anunció que llovería a la tarde. Me cobró ciento ochenta y cinco pesos por un asado para seis personas. Recordé con una sonrisa la última broma pública del Secretario de Comercio, cuando días pasados anunció que por ochenta pesos una familia podría tener una buena cena de navidad. Pensé entonces que quizá para la navidad, en dos semanas, los precios bajen como para darle la razón al señor Moreno. Fui después a la verdulería donde tampoco había radios ni televisores encendidos. Quisieron cobrarme quince pesos por un kilogramo de bananas que no compré. Imaginé que este año iba a ser difícil seguir con la tradición de la ensalada de frutas. Cuando me iba, el verdulero me alertó: “El que viene va a ser un año…”

lunes, 5 de diciembre de 2011

La Historia kirchnerista


Alrededor de doscientos historiadores, profesores universitarios e investigadores con acreditados méritos académicos suscribieron un documento que cuestiona la reciente creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, y denunciaron la intención del gobierno de avanzar hacia la imposición del pensamiento único. Mario Pacho O’Donnell, nombrado Director de tal Instituto pretendió desbaratar las críticas en una publicación en La Nación del pasado domingo y en los medios radiales y televisivos, a los cuales es muy afecto. “Nada más lejos que lavar las cabezas de nuestros niños y niñas imponiéndoles una nueva Historia funcional al gobierno”, enfatizó O’Donnell, esforzándose en subrayar que no eran ciertos los juicios sobre la falta de historiadores formados del Instituto dado “que los hay y muy destacados catedráticos, algunos titulados en el extranjero” y en lo que le cabe subraya que es médico y Director del Departamento de Historia de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, sin mencionar siquiera que es parte de una familia sobresaliente de académicos y famosos en los medios, psiquiatra, psicoanalista, que ha escrito obras literarias, biografías y panegíricos exitosos sobre hombres y mujeres de nuestra Historia, que ha conducido (y lo sigue haciendo) programas de televisión, y colaborado en obras de teatro y que ha participado primero en gobiernos radicales y luego peronistas como senador, Secretario de Estado y embajador. Al respecto, señala que “ya embanderado en este movimiento participé, como la inmensa mayoría de los peronistas, en el gobierno del doctor Carlos Menem”, aunque no menciona que como Secretario de Cultura y que escribió el prólogo del libro del ex presidente “Universos de mi tiempo” a quien califica de ”gran transformador” mostrándose impactado por la inteligencia del autor, principal responsable de la mayor destrucción del país en sus aspectos económicos, sociales y fundamentalmente culturales después de las catástrofes militares que también pretendió sepultar mediante los indultos como tiro de gracia de las leyes de obediencia debida y punto final con las que Alfonsín no había logrado calmar la ansiedad de los asesinos en retirada.
    Nadie podría cuestionar la necesidad de discutir la Historia de Mitre-Levene por las instancias académicas que correspondan en el ámbito universitario, con la participación de todas las corrientes vigentes y entre profesionales de méritos indiscutibles. Lo que resulta inconcebible es que sea la Presidente que digite cuando se le ocurra la composición de un organismo que logra generar desde  el inicio la resistencia de lo más selecto (hablando de rigor académico) del conocimiento en la materia y de la gente con sentido común que ve en esta maniobra un nuevo ejemplo de improvisación, de forzada imposición ideológica y de premio a quienes se acercan a las posiciones oficiales, condiciones que apuntan al fracaso de la empresa o a su descrédito antes de expedirse con la mínima conclusión. Otra vez el kirchnerismo se equivoca al entrometerse en uno de los temas que menos domina, el de la fuerza intelectual, que no conoce de imposiciones, de prepotencias ni de lealtades.

Nivel

"Fue una bromita, che, lo de concheto, tampoco te lo tomes tan así. Si te puse de vicepresidente y vivís en Puerto Madero. Tengo una buena opinión de la gente de Puerto Madero, si no no te hubiera puesto de vicepresidente. Puerto Madero tiene su vicepresidente, así que no se pueden quejar"

Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un acto público donde inauguraba un parque industrial en Berazategui.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lealtades o conspiraciones.


 Hace unos años el presidente Kirchner hablaba con vehemencia, como solía siempre hacerlo, de un nuevo fenómeno descubierto por él en la realidad argentina que denominó “transversalidad”, concepto sesudo con el que pretendía sentar en una misma mesa de discusión varias fuerzas políticas que hasta ese momento habían estado enfrentadas y con las cuales las alianzas al estilo FREJULI de los setenta no habían sido posibles. Se hablaba entonces de un nuevo justicialismo que atrajera por fin a su seno lo que quedaba de la vasta clase media argentina que siempre había mirado al peronismo con desconfianza, prometiendo un diálogo transversal y asegurando así un horizonte más diáfano en días turbulentos. Quizás la verdadera intención de esta maniobra era compensar las pérdidas que el kirchnerismo sufría en el seno del viejo partido peronista repleto de ortodoxos, viejos y roncos cantores desentonados de la marcha, antiguos jerarcas sindicales que habían pactado con los militares, y caudillos que habían exprimido bastante del movimiento y del pueblo pero que resultaban, para ese entonces, una amenaza insoportable. Ese proyecto del muerto, como otros de su misma autoría, fracasó. No mucho después, la ansiedad voraz del ex presidente, que seguramente fue la que terminó matándolo literalmente, estaba apuntando los cañones hacia otros objetivos. Pero de aquel proyecto quedó el vicepresidente Cobos, surgido de un radicalismo en decadencia, devaluado por tremendos golpes de años anteriores sufridos por líderes como Alfonsín que jaqueado por el sindicalismo peronista con Ubaldini a la cabeza, los militares con añoranzas con líderes como Aldo Rico, y con sus flaquezas propias había tenido que borrar con el codo la admirable gesta escrita con la mano durante el juicio a las juntas, adelantar el fin del gobierno y pactar con especímenes impresentables de la talla de Carlos Menem que vació económica e intelectualmente el país. Y de un radicalismo quebrado después del rotundo fracaso de la Alianza, última esperanza de la clase media que había puesto allí todas sus expectativas y debió comer el barro después de la caída de un presidente incapaz y un gabinete de impotentes que rogaron que alguien los auxiliara, Duhalde, el mismo que fue acusado de promover parte de la inestabilidad que condujo a la catástrofe, y que luego, con pésima visión estratégica,  concedió la candidatura  del justicialismo a un ignoto del sur que luego pateó el tablero y se convirtió en su peor enemigo. El kirchnerismo ganó y gobernó y empezó a tomarle el sabor a la victoria a través de los gobernadores de las provincias y los intendentes del conurbano, que para no ver cortados los presupuestos de sus territorios, abrevaban gustosamente de la abultada billetera de la presidencia. Y junto con el poder crecía la soberbia y la prepotencia del guapito del barrio que faja a todos. Y en ese afán devorador surgió la idea de sacar plata de donde más venía, producto del cultivo de un yuyo estúpido, según interpretación de la Presidenta por aquellos días, por el que el mundo pagaba millonadas. Y el ministro Loustau, alejado todavía de las feromonas de las divas de la televisión, pergeñó la genial idea de una manito que denominó “retenciones” por las que todo un país se enfrentó hasta en las mesas familiares, otro de los legados de Kirchner. Y en la discusión parlamentaria sobre el monto de esas retenciones, el vicepresidente Cobos, que debía desempatar, lo hizo a favor del campo y de la inmensa mayoría que veía en esta maniobra otra injerencia del gobierno.
    No es este el panegírico de una figura avasallante en la política argentina, ni un acto de reconocimiento para un personaje que no me impresiona como sobresaliente en el escenario nacional. Pero es la descripción de una persona que en total soledad, rodeada de serpientes venenosas que lo azuzaban a escondidas y durante toda la sesión a la vista de las cámaras de televisión, en un acto de independencia personal, votó por lo que consideraba más justo. Esta acción, por la que fue calificado como traidor una y mil veces por el kirchnerismo, convirtió a este hombre, el presidente del Senado, en un aislado político al que a poco de andar fue abandonado por su partido y al que el plantel gobernante humilló mil veces, empezando por la actual presidenta que en reuniones partidarias multitudinarias comentaba que preguntaba a su marido “¿qué vicepresidente me pusiste?” generando las burlas ruidosas y chabacanas  de la audiencia y luego la de los aduladores profesionales, muchos de ellos expertos en medios de comunicación.
    Así es como reacciona el gobierno frente a quienes no siguen el libreto que según ellos deben seguir quienes estén a esas alturas del poder. Esa era la profundidad del concepto de “transversalidad” que pretendía el ex presidente. Todo lo malo y riesgoso de los Cobos frente a la cualidad fundamental de los que acompañen ahora a la presidenta: la lealtad. La misma que lleva afirmar al vicepresidente electo Boudou en el acto de su consagración como candidato que jamás sería como Cobos.
    En estos días, en el fin de un largo año en el que no se hizo casi ninguna tarea legislativa porque las mentes estaban ocupadas en las elecciones, las preocupaciones que desvelan a los legisladores oficialistas y al vicepresidente electo es encontrar una fórmula para sortear los lineamientos de la Carta Magna con respecto al acto de asunción del cargo de Presidenta e impedir que sea el vicepresidente constitucional, en este caso Cobos, un díscolo que ha desobedecido a gobierno, quien otorgue los atributos de mando a la Señora Cristina, algunos dicen cínicamente, para evitarle al vicepresidente un mal momento. Oscuros días esperan a la Argentina, ahora que la oposición atomizada ocupa menos bancas en el parlamento, no encuentra canales de expresión y ha sido desplazada por la soberbia que reina tranquila creyéndose depositaria de todo el poder, y  los serviles domesticados que se cuidarán bien de cerrar sus bocas, como corresponde en un universo de lealtades o conspiraciones.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Descubrimiento

Nadie pone en duda la solvencia de Adrián Suar en lo suyo, el mundo del espectáculo en Argentina. Nadie, tampoco, podría cuestionar seriamente su inteligencia y su capacidad para descubrir talentos. Los otros días, hablando de la Señora Presidenta, seguramente después de verla cotidianamente en sus actuaciones sobre escenarios multitudinarios montados en todo el país, mostró admiración por su fuerza expresiva y sus cualidades actorales, y expresó su anhelo para que, transcurridos los cuatro años que quedan por delante, acepte un ofrecimiento suyo para un papel protagónico en una de sus novelas. Lamentablemente, sospecho que los bufones que la rodean tratando todo el tiempo de explicar vanamente lo inexplicable, no correrán la misma suerte por la debilidad de carácter de los personajes que encarnan. A ellos quizás los invite Marcelo Tinelli para demostrar sus talentos en "Bailando por un Sueño" y ser luego juzgados por un prestigioso jurado de artistas consumados.

Dramático.

Dedicatoria extraída de un libro de Medicina:

A nuestras familias,
a quienes privamos de momentos irrecuperables
                                                                        como esposos y como padres.


"Progresos en aterotrombosis"
Ediciones Médicas del Sur, 2011.

martes, 22 de noviembre de 2011

Votos volátiles, mentiras piadosas.


El domingo pasado por la noche nos acostamos con la noticia que España había virado a la derecha con la victoria de Mariano Rajoy del partido popular (PP), después de un llamado a elecciones anticipadas de José Luis Zapatero del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), llegado al gobierno cuatro años antes por el hartazgo de los españoles de las políticas liberales que habían llevado a la península a adherir a los conflictos internacionales impulsados con mentiras por Estados Unidos y los líderes europeos, y había recibido como represalia terribles atentados terroristas con sangre española como moneda de cambio. Semanas antes los blogs españoles de actualidad trinaban por el desconcierto por la potencial victoria de un Rajoy que desempolvaba lo peor de la pesadilla de Franco, y aún así, España llevó a la victoria a un energúmeno que exprimirá los bolsillos de los ciudadanos y hasta cuestionará los logros que en política social había logrado el PSOE como la ley sobre la memoria, la del aborto y la del matrimonio homosexual, sobre las que la iglesia puja por abalanzarse. ¿Tiene su lógica que toda una gran nación como España retroceda de este modo? La realidad demuestra que sí, y en Argentina tenemos experiencia de este tipo de fenómenos. Sería absurdo pensar que aquel país se hubiera derechizado como un cuerpo único, así como considerar seriamente que un país como Argentina se hubiera peronizado en un 54% de su electorado, como las cifras de las recientes elecciones presidenciales podrían sugerirlo para llenarles la boca a los charlatanes que le han hecho la corte al gobierno en los últimos meses. Parece ser, por lo contrario, que a una base que comulga honestamente con el ideario de los ganadores (sea por intereses de clase, por tradición, por desarrollo ideológico), raramente suficiente para ganar en una primera vuelta, se suman aliados circunstanciales que como en el caso de un viraje violento como el de España, son aquellos a quienes se les ha quitado beneficios previos o le han frustrado sueños que parecían reales. Y en el caso de reafirmación de un gobierno como el argentino, cuestionado por un 46% de la población,  a su base genuina se le agregan quienes esperan cargos u oportunidades de toda índole, sectores sociales y productivos que hasta ese momento se han beneficiado de las políticas del partido ganador, legiones de hombres y mujeres prácticos y memoriosos que recuerdan con pavor las atrocidades del pasado por lo que prefieren el statu quo, e individuos huérfanos de un partido o movimiento que canalice sus inquietudes o represente sus ideales, en un contexto histórico de disolución de las fuerzas políticas tradicionales. Y crecen las figuras de los Rajoy y de los Kirchner, aparentemente tan diferentes unas de otras pero con similitudes impactantes, sin considerar siquiera la inclinación declarada de sus posiciones que a estas alturas resultan retóricas. Ambos como figuras de salvataje que se imponen en un escenario de impotentes ya sea para completar a tiempo el mandato popular con riesgo de hundir a la nación empeñando a los habitantes, o de componer una oposición inteligente, capaz de establecer alianzas programáticas con responsabilidad para enfrentar una avalancha que podría traer severas consecuencias. Y en ambos casos, sin aclarar en el período preelectoral las herramientas a emplear en tales misteriosos rescates (aunque se niegue de uno y otro lado que se trate de recetas mágicas), las conocidas fórmulas se destapan a los pocos días de conocerse el escrutinio. Se descarta que Rajoy empleará el bisturí que le alcanza Ángela Merkel, así como Cristina repetirá, con acento argentino y peronista claro, el argumento que le dictó Obama después de las sonrisas para la foto en la reunión de la G20. La crisis es internacional, y a pesar que en España esto se ve con la mayor crudeza, y la Argentina, a pesar de la propaganda oficial, carece absolutamente de blindajes, no bastan los discursos emocionales a modo de letanías que apelan a difuntos innombrables y las inauguraciones diarias de la presidenta argentina cuando la fuga de capitales en los últimos meses alcanzó tal magnitud que el gobierno decidió reinstaurar una variedad de corralito limitando a los particulares la compra de dólares en los bancos, torpe medida que sirvió fundamentalmente para disparar el precio del dólar paralelo. En un acto de desprendimiento lleno de suspicacia el gobierno nacional anunció el traspaso de los subtes al gobierno de  la ciudad según un contrato lleno de incumplimientos que deberá afrontar la administración capitalina, y en un acto de justicia soberana se quitarán los subsidios que beneficiaban a los particulares en las tarifas de agua, gas y electricidad haciendo que se multipliquen por tres. También se anunciaron las quitas a los subsidios de las empresas de transporte, lo que hará que el precio del transporte público se dispare comprometiendo aún más los bolsillos de los trabajadores. Y a todo esto, e independientemente de los efectos de las cenizas del volcán chileno que obliga a suspender día por medio los vuelos sobre el territorio nacional,  el gremio de los controladores aéreos, uno de los cinco que se disputan el control del aeropuerto de Ezeiza donde pretende descollar “La Cámpora”, grupete de una nueva generación de imberbes manejada por el hijo de la presidenta, como respuesta a un cuestionamiento sindical por la ineptitud de quien dirije Aerolineas Argentinas fue castigada con la quita de la personería gremial como en los mejores tiempos de los gobiernos conservadores, por orden de la presidenta se suspendieron los vuelos internacionales que debieron luego ser reprogramados y se dispuso que la Fuerza Aérea, la que había sido despojada pocos años antes de su autoridad en el aeropuerto con bombos y platillos por los mismos Kirchner después de décadas de corrupción e ineficiencia, retomara el control de un área vital de la estación aérea.
    Escuchar las justificaciones de tantos despojos pueden hacer plantear que se trata de actos de justicia de un gobierno empeñado en el desarrollo independiente del país, si no fuera que Obama le reclamó a Cristina el pago de las deudas con el Club de París, la puesta al día con el Fondo Monetario Internacional, el reconocimiento de la pérdida de los juicios con empresas norteamericanas y el cumplimiento de las sentencias correspondientes. Que la fuga de capitales las hacen los enemigos de siempre que se enriquecen en el país y llevan las riquezas afueras, aunque cuesta pensar que si hubiera posibilidad de mayores riquezas dentro del país esos capitales no se reinvertirían en el mismo, y que los particulares que compran mensualmente entre cien y trescientos dólares no son los enemigos de la patria sino pequeños ahorristas de clase media que tienen derecho a elegir la compra de una moneda que interpretan más confiable que la propia. Es bien cierto que la quita de subsidios era una cuenta pendiente con la sociedad y no se debe más sacar al que menos tiene, especialmente cuando hay sectores, como el juego, que al amparo del gobierno han crecido beneficiándose de tales recursos. Y si es indudable que los pobres han pagado y siguen pagando muy alto el precio de las iniquidades que generan las políticas injustas que los centrifugan de la sociedad, eso no hace razonable que la clase media media cargue sobre sus espaldas el costo social de un gobierno de supermillonarios como la presidenta que vive de los pobres para conseguir votos y perpetuarse en el poder. En ese contexto, que Cristina, Boudou o Víctor Hugo Morales renuncien con bombos y platillos a los subsidios resulta grotesco porque va de suyo que a ellos tales medidas no les afecta en absoluto el presupuesto familiar. Quisiera uno enorgullecerse como lo hacía décadas atrás por la línea de bandera, arrebatada a los españoles después del vaciamiento provocado gracias a otro gobierno peronista pero de los ochenta, y nacionalizada por los Kirchner, si no supiera que es objeto de una monumental demanda por parte del grupo español desplazado,  que sus pérdidas alcanzan cifras de alrededor de setecientos millones de dólares este año, y que en la adquisición de  veinte naves a Brasil se sospecha que se pagaron unos cuatro millones de dólares de sobreprecio por cada avión. Mientras tanto, aparecen como figuras amenazantes las sombras de  poderosos sindicalistas que se esconden detrás de las cortinas e invitados, en otro momento a participar del festín por el mismo gobierno que recientemente le negó candidaturas en el parlamento, y que bien sabrán tomar las represalias que correspondan. Y funcionarios del gobierno, matones que exponen su pistola sobre la mesa de su escritorio cuando se reúnen con los empresarios para obligarlos a mantener ciertos precios o a liquidar las exportaciones, laderos incondicionales e inamovibles de los Kirchner, aseguran que la inflación no se desatará en este contexto, porque se trata éste de un gobierno nacional y popular con un programa liberador y un modelo a profundizar.
    Rajoy y Cristina tienen mucho de diferente. Provienen de continentes distintos y se han formado en veredas opuestas. Uno, conservador de derechas, otra militante de izquierda. Uno reaccionario, otra progresista. Uno con el apoyo de lo más recalcitrante de la sociedad española y otra con el empuje de las bases populares. Uno reclamado por Ángela Merkel, la nueva dama de hierro de la alta sociedad europea, otra seducida por el representante del eterno gendarme de las Américas. Pero ambos dispuestos a llegar al hueso cuando las situaciones se desmadren, porque el de la sociedad es un mandato ineludible, aunque haya que mentir un poquillo para bien de los que menos tienen o de quienes más han perdido, y aunque haya que evitar tocar temas escabrosos durante las campañas electorales que es otra forma de mentir aunque de manera piadosa.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Revelación

Durante la última campaña electoral por las presidenciales, día y noche las voces oficialistas prometían la "profundización del modelo", desvelando a muchos, como yo, que pretendíamos conocer el certero significado de tal frase. Recién durante la noche de la jornada de las elecciones, cuando ya estaba claro el triunfo arrasador de Cristina Kichner, y en el zócalo de la pantalla de CN23 apareció el llamativo anuncio "La tienen adentro", comprendí el alcance, nada sofisticado, del concepto.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De la mano de Raúl Apold.


Está instalado en la Argentina de estos días un verdadero entuerto relacionado con el periodismo y su papel en la sociedad, discusión  sobre la que creía desde hace mucho que se había dicho casi todo.  Hasta se habla ahora de periodismo militante y periodismo profesional, enunciados que atraen acres vahos setentistas, despertados por el inefable ex presidente recientemente muerto que se prefiere no nombrar por algún críptico conjuro,  que nos había ya acostumbrado a una persistente apertura de frentes de combate cargada de crispación epidémica que ha dejado como legado hereditario  muchas heridas abiertas. Se diferencian estos dos grupos como si entre los primeros sobresalieran los ideólogos de una nueva corriente liberadora  dispuesta a revolucionar (aunque este mote curiosamente no se utilice) la política del país para encolumnarla en el tan ansiado y abstracto proyecto nacional y popular que esbozó el general (también innombrable en esta época) a su regreso definitivo hace cuarenta años. Y de la otra parte, un enorme grupo irreconciliable de periodistas no kirchneristas, los “cómplices de los monopolios”, verdadero escollo para los proyectos de liberación nacional, periodistas calificados soezmente de prostitutos baratos cuando no apedreados durante conferencias públicas en plena ciudad de Buenos Aires. Se plantea también que desde la aparición de Néstor Kirchner en el escenario político argentino el periodismo ya no puede ser considerado independiente y debe, forzosamente, encuadrarse en alguna de estas dos categorías.
     Es cierto que el periodismo debe ser visto como una de las actividades del hombre que exponen abierta o encubiertamente intereses determinados, generalmente económicos o de poder, muchas veces monopólicos. Pero si esto es cierto en el caso de Clarín y Magneto, por qué no lo sería en el de gobierno nacional y Kirchner, si ambos manejan, o pretenden hacerlo, los mismos códigos. Nadie podría llamarse a engaño, salvo bajo condiciones de extrema obsecuencia, escasa instrucción, o intereses compartidos, que el dinero y el dominio desvelan tanto a Magneto como a la familia Kirchner. No me gustaba que durante un clásico de fútbol se mostrara una tribuna y no el campo de juego, pero tampoco me gusta ver cuatro canales seguidos transmitiendo en vivo el mismo partido rociado permanentemente de propaganda oficial. No me gusta que los empresarios de medios se enriquezcan a costa de quienes consumen a alto precio sus productos pero también detesto ver que la presidenta de los argentinos multiplica su patrimonio año tras año durante el ejercicio de la función pública. Quizá hiera la sensibilidad de muchos partidarios del gobierno porque no alcanzo  a ver como ellos en perspectiva que insignificantes son los aspectos personales de los actores en escenarios históricos de cambio tan complejos como el actual. Aún así, y a pesar de un enorme esfuerzo intelectual, no puedo alcanzarlos en sus razonamientos, máxime cuando durante la defensa ardiente de sus postulados, los oficialistas repiten y repiten que los otros tergiversan la realidad y exponen a  la ciudadanía a sus mentiras, como si no tuviera la capacidad de análisis suficiente para evaluar por sí misma la información que recibe y como si la voz oficial, por el sólo hecho de proceder del gobierno, debiera ser necesariamente confiable.
    Pienso que el peronismo, lejos de ser un partido orgánico, y un movimiento como pretende serlo con su población de tan amplio espectro que va desde el pobre que recuerda a la Evita de las manos abiertas de los cincuenta hasta el actual vicepresidente electo procedente de un partido de derecha y vecino del barrio más caro de Buenos Aires, debiera, simplemente por respeto al prójimo, tener una sensibilidad muy especial con el tema de la libertad de expresión, y hacer esfuerzos para respetarla, esfuerzos sobrehumanos aunque le cueste, como demuestra cada día que le cuesta. Porque el monopolio de la información del estado, convertida lisa y llanamente en propaganda de la mano de Raúl Apold, fue una de las peores manchas del peronismo histórico que debiera haber quedado definitivamente sepultada. 

domingo, 13 de noviembre de 2011

Los premios

Días atrás se anunciaron los premios “Éter” al periodismo radial que recayeron, entre otros, en Víctor Hugo Morales, relator deportivo de vasta trayectoria en nuestro medio, conductor del programa “La mañana” en Radio Continental, emisora que utiliza comercialmente el slogan gente de palabra para jerarquizar el prestigio de sus programas y sus conductores. He observado durante años fragmentos del trabajo del galardonado, y he seguido prácticamente a diario las emisiones de su programa matinal durante el último año, oyendo sus diatribas permanentes contra Magneto y Clarín, tal como suelen hacerlo los seguidores de los Kirchner, y soy testigo de su sintonía perfecta con el gobierno nacional en todos los aspectos de la realidad argentina y de su interpretación de que el periodismo no kirchnerista es el responsable de las críticas opositoras y de la propagación de información capciosa y falsa que asimilan los enemigos del gobierno. Después de ver en las pantallas de televisión el mismo día de la concesión del premio Éter en el escenario del Teatro Cervantes a la presidenta de los argentinos rodeada de sus más conspicuos ministros en la presentación de un libro del científico mediático Adrián Paenza que trabaja en una universidad de Estados Unidos y escribe libros de divulgación masiva, presentados nada menos que por el conductor Víctor Hugo Morales, caí en la tentación de interpretar los hechos como premio a una conducta. Premio porque es sabido que la presidenta no tolera compartir un escenario con nadie que no comulgue con sus ideas ni que rechace a sus hijos dilectos entre los que sobresale Paenza, un ideal de universitario argentino que encarna el ejemplo viviente de toda la Nación tecnificada del futuro. Y  premio porque, independientemente de las suspicacias que despertaban las opiniones diarias de Morales a favor del gobierno a lo largo de un año electoral,  pocas semanas antes había sido enfrentado en el aire por la prestigiosa periodista Magdalena Ruiz Guiñazú  durante un programa en la misma emisora en que ambos se desempeñan, quien lo acusó directamente de hacer “bajada de línea” desde el gobierno en alusión a un programa de televisión con ese nombre (el inconsciente existe) que Víctor Hugo también conduce.
    Desagradables son estas escenas en las que la soberbia del poder cae una y otra vez en el error de presentar como razonables actos que son parodias, y reconocimientos que confirman presunciones de deslealtades de las que la inteligencia se alerta, sin necesidad de que los medios enemigos llenen la cabeza de falsedades y difamaciones a los que piensan de modo independiente. Cuán fácilmente los premios tocados por la suspicacia corren el  riesgo de convertirse en lastres en un futuro, ya sea por los reclamos que la conciencia genera en algunas almas o por la lectura desapasionada de la Historia que podrá ponderar más convenientemente los actos de los frágiles humanos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La eficacia de los muros

Hoy, 9 de noviembre de 2011 se cumplen 22 años desde la caída del muro de Berlín, también llamado Muro de la Vergüenza, considerado por la mayoría del mundo civilizado como una ignominiosa mancha  en la Historia de los pueblos, producto del enfrentamiento despiadado de los dos bloques de poder, el capitalista y el comunista, desde finales de la segunda guerra. Se implantó en el seno de la nación alemana, donde se había pergeñado pocos años antes una feroz planificación de exterminio sistemático de personas por diferencias étnicas en presunto beneficio de una raza superior. Después de 11 años de derribado el muro, y a pesar de la amarga lección aprendida, está hoy en pleno desarrollo la instalación de otro muro de más de 700 Km de longitud en Cisjordania, levantado con el argumento de la defensa de la seguridad nacional en un territorio disputado por dos pueblos identificados étnica y culturalmente desde los inicios de la Historia de la humanidad. Quienes lo llevan adelante, en proclamada autodefensa, son descendientes de parte de las víctimas que antes de la división pertenecían a una comunidad de más de 160.000 habitantes que vivieron en una Alemania  sin muros, muchos de los cuales debieron sufrir después los enormes trastornos y riesgos de vida que conllevó su emplazamiento. La repetición de tan horrendo capítulo de la Historia, seguramente abonada por la valoración de sus beneficios, prueba que para los ideólogos de esta medida, la implantación de un muro para intentar dividir dos pueblos con intereses enfrentados resulta un recurso válido.
    Estados Unidos, por otra parte, suele erigirse como paladín de los derechos humanos en el mundo condenando la tortura y las prácticas terroristas, plagadas de odio, venganza y derramamiento de sangre de inocentes. Sin embargo, en Guantánamo, mantiene descaradamente una prisión donde somete a cientos de presos políticos a las mayores degradaciones en nombre de la seguridad nacional. La adopción de tales métodos absolutamente inaceptables cualesquiera sean sus argumentos, es una prueba que los norteamericanos creen que ese tipo de medidas resultan eficaces a favor de sus intereses soberanos.
    Finalmente, las naciones de Europa Occidental, con Gran Bretaña y Francia a la cabeza, identificadas siempre con los intereses de Estados Unidos, se han mostrado, particularmente desde la segunda guerra, aliadas en un ideario de libertad y justicia, promoviendo fundamentalmente desde Hollywood, los valores de la democracia y los derechos de los pueblos del mundo. Sin embargo, los representantes de esas naciones no han tenido reparo alguno en despachar ejércitos y perfeccionar armas infernales para ocupar, colonizar y aniquilar poblaciones enteras en nombre de tales valores en contra del terrorismo y la muerte, aunque luego exhiben por televisión ejecuciones en la horca y cadáveres acribillados de los odiosos líderes enemigos, poniendo de manifiesto que a pesar de los costosos trajes que visten y el fino lenguaje  del que hacen gala en sus conferencias como estadistas civilizados, no son más que simples homicidas con las manos manchadas con la sangre de sus víctimas. Estos hechos prueban, que la tortura y la muerte son métodos eficaces para los conductores del mundo desarrollado.
    Las conclusiones de los comentarios que anteceden se desprenden fácilmente, pero podrían remarcarse, a modo de síntesis algunos conceptos: a) el hombre es un ser siniestro que aprende y ejecuta prácticas deleznables una y otra vez en su propio beneficio con los mejores pretextos y con los métodos más primitivos. b) La humanidad no tiene remedio con canallas de esta envergadura al frente de tantos pueblos sufrientes. c) Podrá criticarse que se alcen una y otra vez sobre la faz de la tierra con el propósito de separar al otro, pero la práctica indica que los muros son eficaces para los poderosos que gobiernan el mundo y deciden por quienes no lo hacen.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Los peores del mundo

Es un hecho de observación diaria que, con algunos matices a considerar en otro momento, los argentinos pretendemos ser los mejores del mundo. Tenemos los mejores paisajes, los mejores campos agrícolas, la mejor carne vacuna, las mujeres más hermosas, los mejores jugadores del planeta, los más importantes escritores y científicos, los líderes más conspicuos que han abierto nuevos rumbos en la Historia, las fórmulas económicas de salvataje más eficaces que debieran copiarse por los que se autoproclaman naciones desarrolladas y sin embargo están inmersas en el descontrol por no practicar el verdadero capitalismo que sí es característico de la Argentina de nuestros días. Sin embargo, ante el cúmulo de verdades incontrastables de una lista incompleta, sobresalen nuestras cualidades como conductores de automotores. Bien cierto es que tenemos un historial de orgullo desde los años cincuenta, época de grandes conductores, como por ejemplo Juan Manuel Fangio, con proezas deportivas que pusieron a la Argentina en un sitial destacado entre los países más importantes del mundo de aquel entonces. Sin embargo, en las últimas cuarenta y ocho horas murieron 18 personas en accidentes de tránsito en nuestro país, 11 de los cuales eran menores de edad. Según la Organización Luchemos por la Vida, durante 2010 murieron en Argentina 7659 personas en accidentes viales, lo que hace un promedio de 21 víctimas fatales por día, y el Centro Experimental de Salud Vial (CESVI) estimó que en el primer semestre de este año murieron en promedio 26 personas por día en accidentes de tránsito, hechos que subrayan el concepto largamente conocido de que Argentina ostenta una de las tasas de mortalidad y siniestralidad viales más alta del mundo (en una estadística de 2007 20.8 muertos cada 100 mil habitantes, cuando en Madrid se registraba 2,4 y en Londres 1.8).
    Es indudable que en la génesis de los accidentes de tránsito juegan múltiples factores, pero en consideración que no es esta una conferencia sobre accidentes viales, me limitaré a remarcar algunas ideas que he forjado a lo largo de unos cuantos años de conducción rutinaria de automóviles por las calles, autopistas y avenidas de Buenos Aires y el conurbano bonaerense y de algunas rutas argentinas en viajes esporádicos por las provincias. Será el azar para algunos, o la existencia de alguna de las conocidas divinidades los responsables de la falta de mayor número de accidentes a juzgar por los defectos de conducción fácilmente comprobables a diario. Paso a enumerar según acuden a mi memoria: exceso de velocidad, falta absoluta de respeto por las señales indicadoras, maniobras inesperadas, marchas inconstantes con aceleradas, frenazos y detenciones inexplicables, uso de teléfono móvil durante la conducción y en pleno tránsito, empleo de auriculares para música, radio o servicio telefónico, falta de distancia prudencial entre vehículos, irascibilidad de conductores siempre dispuestos a las palabrotas, a la docencia por las clases de conducción de terceros, interés por la academia donde esos terceros han incorporado sus conocimientos sobre conducción, consejos sobe actividades alternativas al manejo especialmente a las damas puestas al volante, rápida disposición para arreglar entuertos mediante demostraciones de pugilato, transporte en las faldas del conductor de bebés de pecho o niños de cualquier edad que, en circunstancias, son los que controlan el volante ante la complascencia de su padre didacta, conductores que comen, beben gaseosas o cerveza o... en grandes botellas, o sorben del mate alcanzado por el acompañante con la gracia concurrente del simpático arrojo al asfalto de los deshechos de su merienda o almuerzo o de sus envoltorios, transporte de un acompañante generalmente de sexo femenino que lleva en su brazos a algún infante inquieto que acerca su cabecita al parabrisas en plena aceleración o trata de acariciar el rostro de su padre conductor quien, orgulloso no termina de admirar el parecido físico con su abuelo muerto, utilización de automotores viejos y destartalados aún sin patentes autorizadas que amenazan con detenerse en cualquier momento, se esfuerzan pero no logran nunca pasar de 30 Km por hora y amenazan con dejar en la calzada, delante de nuestro propio vehículo, un paragolpes fatalmente desprendido, uso insolente de las banquinas para adelantarse al pelotón y pretensión caprichosa de retornar al carril habilitado según ocurrencia del momento, conducción durante plena lluvia y con tránsito atestado según idénticas premisas que durante un día de sol con ruta despejada, falta de utilización correcta de balizas adecuadas y a distancia prudencial detrás y delante de un vehículo averiado y hasta permanencia de conductor y acompañantes dentro del vehículo aún en plena autopista de alta velocidad mientras se aguarda el auxilio, ignorancia absoluta del concepto de privilegio para avanzar en una bocacalle según mano, introducción impertinente de media carrocería sobre la calzada densamente transitada cuando se pretende cruzarla en actitud desafiante asegurando que ya no espero más y que paso y que no me importa (porque no le importa) lo que pueda suceder con tal actitud, falta insolente de respeto por el peatón que quiere cruzar, uso indiscriminado de la bocina a modo de trompeta de una banda, utilización incorrecta de luces para enceguecer al que viene de frente u ocultarse del que debe verlo desde atrás, alienante empleo de música estridente y parlantes de potencia desproporcionada con las ventanillas abiertas como para que un gran auditorio externo se emocione a la par del sensible conductor, codo, brazo, antebrazo y mano izquierda del conductor en rítmico vaivén fuera de la ventanilla como para ser arrancados ante el mínimo roce con otro vehículo o simplemente para confundir al conductor del auto de atrás que trata afanosamente de comprender si se trata de una señal o una convulsión epiléptica de quien lo antecede, reparación en plena calzada  de ruedas o motores sin alerta de balizas y con el operador arrojado bajo el automotor con las piernas salidas hacia la calzada como invitando a ser aplastadas por otro vehículo.
    Tenía un amigo del trabajo que se autoadmiraba de sus cualidades como volante. Al preguntarle cuáles creía que eran sus virtudes aclaraba que se refería al modo de trasladarse de carril en carril sobre las autopistas a gran velocidad. Al reinterrogarlo azorado sobre por qué consideraba que ésa era una cualidad sobresaliente contestaba que era porque lo hacía con "calidad". Otro ejemplo destacable es el de mi padre, que empleó horas y horas durante sus clases de manejo cuando yo empezaba a conducir en mi adolescencia, subrayando la necesidad de utilizar los cinco sentidos durante el manejo para preveer qué haría el volante que estaba cerca nuestro, y que finalmente murió en un accidente automovilístico arrojado por el parabrisas después de morder una banquina en la ruta  por no utilizar el cinturón de seguridad.
    Siempre me pregunto quién habrá enseñado a conducir a quien, delante de mí, hace una maniobra incorrecta que pone en riesgo la seguridad de quienes estamos cerca. A veces pienso que sólo se aprende a encender el motor y hacer trasladar una máquina cada vez más potente y rápida, sin considerar ningún otro detalle de la conducción. No sé quién enseña a conducir a los argentinos ni si la consecuencia de no saber hacerlo correctamente, es decir las 26 muertes diarias, aminorarán con el tiempo. Pero de lo que sí estoy convencido es que en el arte de conducir, los argentinos somos los peores del mundo, y que los grandes conductores reinan sólo  en el mundo de la política.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La sustancia gris

Elegir un nombre no es un hecho casual como otras tantas cosas de la vida que parecen serlo. Estuve meditando mucho antes de abrir este blog hasta que decidí hacerlo y con un propósito básico: comunicarme. Tengo veleidades de escritor y desde hace años soñaba con la ilusoria idea de publicar una novela tras otra, hacerme famoso y entonces, recién entonces, lograr transmitir a una gran audiencia mis pensamientos y mis ideas acerca de lo que pasa a mi alrededor. Ser invitado a programas de televisión y a eventos culturales y dejar a auditorios enteros fascinados por mi elocuencia, como veo que hacen tantos intelectuales, algunos consagrados en algún concurso reciente de algún matutino. Pero no fue necesario mucho trayecto para advertir que el camino a la fama literaria estaba vedado para la enorme mayoría de quienes como yo creen que tienen algo que opinar directamente frente a un auditorio que muchas veces no está interesado en nuestra sabiduría, o a través de historias con formas de cuentos o novelas o comentarios impresos, en los que se filtre nuestra inteligencia. Y allí nos encontramos con el meollo de la cuestión como suele decirse, precisamente con el tema de la inteligencia, y en consecuencia, con el enjambre de neuronas que la encienden en la corteza cerebral, allí donde asienta la sustancia gris a la que apela el título del blog. Pero si el lector es atento, habrá observado que el título termina con "...argentina...", refiriéndose a la sustancia gris de ese origen. Hasta aquí, la simple deducción hilvana los conceptos de que al autor de este blog lo preocupan los pensamientos, la manera de expresarlos, la necesidad de hacerlo, y que seguramente lo hace desde su identidad de argentino. Toda esta elucubración estaría correcta pero con una vuelta más como para profundizar la idea. Estoy absolutamente obsesionado por la vida, y en en un país como Argentina inmerso en un mundo agitado, sin terminar de comprender si mis vivencias son en realidad sueños o pesadillas. Cierto es que el mundo todo es complejo, contradictorio, inasible y una manera de abordarlo es tratar de interpretar lo más cercano. Mi desconcierto parte de recordar tantos escenas a lo largo de una larga historia (la que pude experimentar desde mis tres años de vida según recuerdo),  y reconocer en ellas tics, mañas, defectos y  rasgos de la gente con la que convivo en este  país del cono sur, que es el que mejor conozco del planeta por la simple circunstancia de haber vivido en él constantemente sin exilios ni prolongadas estadías de postgrado en el exterior, circunstancias tan conocidas por enorme número de connacionales. Apenas sobrepasando los sesenta años, habiendo nacido en el año "...del Libertador, General San Martín", y escuchado directamente por la radio la voz ronca de Perón en los cincuenta, y atravesado por esa vorágine en la que hemos sido arrastrados hasta el día de la fecha, estoy en condiciones de afirmar, sin temor a arrepentirme en mucho tiempo, que el problema básico de la Argentina se relaciona con la inteligencia. Pero no la inteligencia del más hábil para subir, rapiñar y permanecer, como la mayoría de los políticos, gremialistas y otros dirigentes. No la del comerciante que ubica o crea una necesidad y la explota en su beneficio pecuniario. No la del ladrón de bancos que estudia el modo de violar las cajas fuertes de una sucursal del Banco Río excavando un túnel que permitirá la huida a través del sistema cloacal. Me refiero a la inteligencia de los pueden pensar por si mismos y no influenciados por las consignas casi deportivas del partido o movimiento con el que se siente identificado, a la inteligencia adoptada como instrumento de auxilio constante en la interpretación de la realidad y en la concepción de ideales, inteligencia para imaginar un país en el que los niños no se mueran por desnutrición, que la gente no viva pegada a un riachuelo contaminado con venenos que le pudran la sangre y los pulmones, que las instituciones públicas estén dirigidas por gente capaz y eficiente, en el que los jueces no estén en sintonía con los intereses políticos, en el que quien las haga las pague sea quien sea y ocupe el lugar que ocupe. La Argentina ha estado marcada por el asalto, el terrorismo de estado, la tortura, la muerte, la venganza, la demagogia, la mentira, la intolerancia y el caos.  Jamás, en mi conocimiento, se planificó un día siguiente, se decidió un destino. Sólo se barajaron los hechos que se venían encima como en un derrumbe, y así quedaron las cosas, como después de una catástrofe. El problema fundamental de la Argentina es la falta, en todos los niveles, de ejercicio rutinario de una inteligencia y un talento puestos al servicio de un proyecto que asegure los derechos más elementales y no sólo su declamación diaria, falsa y machacante hasta el hartazgo.
    Pienso en este blog como en una de mil usinas de pensamiento con la seguridad que son la ideas y no las consignas las que pueden transformar la realidad en beneficio de quienes lo merecen. Mi idea es la de un país de gente que apele como modo de vida al  recurso monumental del pensamiento, ajeno al mundo de los payasos, charlatanes y delincuentes que tanto mal le han hecho a nuestra Historia y al prestigio del hombre como ser transformador de la realidad.
    Brindo por ese bien en el que se han basado los grandes logros del hombre y las grandes revoluciones sociales de la Historia: la inteligencia que descubre los valores permanentes y los derechos inalienables del hombre.