miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Cámpora y las lecciones de la Historia.


No sólo resultan antipáticos a simple vista por su soberbia que pretende llevarse todo por delante. Sería un error creer que los empuja un ideal revolucionario o un bagaje intelectual sobresaliente. Son, y esto es lo más importante, irracionales y violentos, al estilo de los barrabravas que nutren las canchas argentinas utilizadas desde siempre por las parcialidades políticas. “La Cámpora” alude a ese grupo cada vez más desatado de jóvenes comandados por el hijo de la Presidenta que no podía llamarse menos que Máximo teniendo en cuenta el hogar de donde proviene, que hoy por hoy es uno de los personajes más influyentes de la política argentina aunque siempre está medio tapado por decisión propia así como hacen los felinos antes de dar un zarpazo. Es Máximo quien decide junto a su madre la designación o la caída en desgracia de un ministro, la alianza con un líder de la CGT, la peligrosidad de un gobernador, la lealtad de un secretario. Y las políticas de estado se arman con su opinión jerarquizada a los oídos de la Presidenta que alienta sus movimientos. Pero más allá de eso, sus contactos con la SIDE le permite desarrollar un recurso fundamental para un gobierno unipersonal que se siente rodeado de enemigos: el del fisgoneo para asegurar la supervivencia. Es curioso que tal grupo tome el nombre de un ex incondicional de Perón durante los cincuenta, que en su regreso definitivo a la Argentina fue designado en su lugar para ocupar la Presidencia en atención al grave estado de salud del líder con la convicción que sus características de pasivo y obediente sirvieran a los propósitos del viejo. El peronismo clásico se vio defraudado con esta maniobra del General pero la corriente de los lúcidos  jóvenes de izquierda que creían que por el peronismo pasaba la revolución socialista acuñaron para la campaña la famosa frase “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, se abroquelaron tras la triste figura de ese Cámpora que nunca había ostentado brillo alguno, y así se llegó al gobierno en un intento frustrado en el que la puja entre los sectores reaccionarios (los del General) y los de izquierda se hizo insostenible obligando a Perón que con su nefasto ministro López Rega se encargó de encaminar las cosas hacia el desastre manchado de sangre de la triple A, del ERP y de Montoneros, que desembocó en la catarata oscura de la dictadura.
    Gente de “La Cámpora” suele ser insertada por consejo de Máximo como reaseguro kirchnerista cuando un funcionario ocupa un puesto codiciado por la Presidenta. Así Lorenzino, delfín de Boudou (funcionario rigurosamente vigilado), está secundado por Kicillof, Timerman por Moreno, Scioli por Mariotto. Éste último, respirándole en la nuca al Scioli complaciente y resistente de siempre, hace con Sabattella, ávido de poder como pocos, un movimiento de pinzas tendiente a desgastar, por orden del gobierno, el poder de Scioli, quien, por esas cosas que tiene la Argentina, a pesar del escaso sentido del ridículo que padece tras tantos episodios de basureo público oficial, goza de una suficientemente buena imagen como para seguir alimentando sus sueños de Presidente. Y la ansiedad oficial es tan grande, que, ya desatado el mecanismo de la sucesión, en el primer acto público del gobierno Scioli-Mariotto, el de su asunción, el lunes pasado, se produjo el primer enfrentamiento entre los sciolistas que ocuparon primero los espacios de la legislatura bonaerense, y La Cámpora con la JP que arremetieron, según pudo verse por TV, contra los policías apostados en las escaleras, con golpes, palazos y proyectiles que produjeron dos víctimas de La Cámpora con lesiones menores que fueron visitados urgentemente por Scioli y Mariotto en la guardia del Hospital San Martín de La Plata,  y seis policías que resultaron hospitalizados y que además fueron despedidos por funcionarios del gobierno de Scioli, lo que motivó el acuartelamiento de numerosos policías de La Plata y otras localidades por lo que consideraron una injusticia con olor a adulación del gobierno de Buenos Aires al gobierno central.
    Este es el comienzo. Las apetencias son enormes. Los ingredientes de la bomba están al alcance de la mano. Pareciera, una vez más, que las hojas de la Historia reciente no han sido bien leídas.

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