viernes, 4 de noviembre de 2011

La sustancia gris

Elegir un nombre no es un hecho casual como otras tantas cosas de la vida que parecen serlo. Estuve meditando mucho antes de abrir este blog hasta que decidí hacerlo y con un propósito básico: comunicarme. Tengo veleidades de escritor y desde hace años soñaba con la ilusoria idea de publicar una novela tras otra, hacerme famoso y entonces, recién entonces, lograr transmitir a una gran audiencia mis pensamientos y mis ideas acerca de lo que pasa a mi alrededor. Ser invitado a programas de televisión y a eventos culturales y dejar a auditorios enteros fascinados por mi elocuencia, como veo que hacen tantos intelectuales, algunos consagrados en algún concurso reciente de algún matutino. Pero no fue necesario mucho trayecto para advertir que el camino a la fama literaria estaba vedado para la enorme mayoría de quienes como yo creen que tienen algo que opinar directamente frente a un auditorio que muchas veces no está interesado en nuestra sabiduría, o a través de historias con formas de cuentos o novelas o comentarios impresos, en los que se filtre nuestra inteligencia. Y allí nos encontramos con el meollo de la cuestión como suele decirse, precisamente con el tema de la inteligencia, y en consecuencia, con el enjambre de neuronas que la encienden en la corteza cerebral, allí donde asienta la sustancia gris a la que apela el título del blog. Pero si el lector es atento, habrá observado que el título termina con "...argentina...", refiriéndose a la sustancia gris de ese origen. Hasta aquí, la simple deducción hilvana los conceptos de que al autor de este blog lo preocupan los pensamientos, la manera de expresarlos, la necesidad de hacerlo, y que seguramente lo hace desde su identidad de argentino. Toda esta elucubración estaría correcta pero con una vuelta más como para profundizar la idea. Estoy absolutamente obsesionado por la vida, y en en un país como Argentina inmerso en un mundo agitado, sin terminar de comprender si mis vivencias son en realidad sueños o pesadillas. Cierto es que el mundo todo es complejo, contradictorio, inasible y una manera de abordarlo es tratar de interpretar lo más cercano. Mi desconcierto parte de recordar tantos escenas a lo largo de una larga historia (la que pude experimentar desde mis tres años de vida según recuerdo),  y reconocer en ellas tics, mañas, defectos y  rasgos de la gente con la que convivo en este  país del cono sur, que es el que mejor conozco del planeta por la simple circunstancia de haber vivido en él constantemente sin exilios ni prolongadas estadías de postgrado en el exterior, circunstancias tan conocidas por enorme número de connacionales. Apenas sobrepasando los sesenta años, habiendo nacido en el año "...del Libertador, General San Martín", y escuchado directamente por la radio la voz ronca de Perón en los cincuenta, y atravesado por esa vorágine en la que hemos sido arrastrados hasta el día de la fecha, estoy en condiciones de afirmar, sin temor a arrepentirme en mucho tiempo, que el problema básico de la Argentina se relaciona con la inteligencia. Pero no la inteligencia del más hábil para subir, rapiñar y permanecer, como la mayoría de los políticos, gremialistas y otros dirigentes. No la del comerciante que ubica o crea una necesidad y la explota en su beneficio pecuniario. No la del ladrón de bancos que estudia el modo de violar las cajas fuertes de una sucursal del Banco Río excavando un túnel que permitirá la huida a través del sistema cloacal. Me refiero a la inteligencia de los pueden pensar por si mismos y no influenciados por las consignas casi deportivas del partido o movimiento con el que se siente identificado, a la inteligencia adoptada como instrumento de auxilio constante en la interpretación de la realidad y en la concepción de ideales, inteligencia para imaginar un país en el que los niños no se mueran por desnutrición, que la gente no viva pegada a un riachuelo contaminado con venenos que le pudran la sangre y los pulmones, que las instituciones públicas estén dirigidas por gente capaz y eficiente, en el que los jueces no estén en sintonía con los intereses políticos, en el que quien las haga las pague sea quien sea y ocupe el lugar que ocupe. La Argentina ha estado marcada por el asalto, el terrorismo de estado, la tortura, la muerte, la venganza, la demagogia, la mentira, la intolerancia y el caos.  Jamás, en mi conocimiento, se planificó un día siguiente, se decidió un destino. Sólo se barajaron los hechos que se venían encima como en un derrumbe, y así quedaron las cosas, como después de una catástrofe. El problema fundamental de la Argentina es la falta, en todos los niveles, de ejercicio rutinario de una inteligencia y un talento puestos al servicio de un proyecto que asegure los derechos más elementales y no sólo su declamación diaria, falsa y machacante hasta el hartazgo.
    Pienso en este blog como en una de mil usinas de pensamiento con la seguridad que son la ideas y no las consignas las que pueden transformar la realidad en beneficio de quienes lo merecen. Mi idea es la de un país de gente que apele como modo de vida al  recurso monumental del pensamiento, ajeno al mundo de los payasos, charlatanes y delincuentes que tanto mal le han hecho a nuestra Historia y al prestigio del hombre como ser transformador de la realidad.
    Brindo por ese bien en el que se han basado los grandes logros del hombre y las grandes revoluciones sociales de la Historia: la inteligencia que descubre los valores permanentes y los derechos inalienables del hombre.

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