Alrededor de doscientos
historiadores, profesores universitarios e investigadores con acreditados
méritos académicos suscribieron un documento que cuestiona la reciente creación
del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, y denunciaron la intención del
gobierno de avanzar hacia la imposición del pensamiento único. Mario Pacho O’Donnell,
nombrado Director de tal Instituto pretendió desbaratar las críticas en una
publicación en La Nación del pasado domingo y en los medios radiales y televisivos,
a los cuales es muy afecto. “Nada más lejos que lavar las cabezas de nuestros
niños y niñas imponiéndoles una nueva Historia funcional al gobierno”, enfatizó
O’Donnell, esforzándose en subrayar que no eran ciertos los juicios sobre la
falta de historiadores formados del Instituto dado “que los hay y muy
destacados catedráticos, algunos titulados en el extranjero” y en lo que le
cabe subraya que es médico y Director del Departamento de Historia de la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, sin mencionar siquiera que es
parte de una familia sobresaliente de académicos y famosos en los medios, psiquiatra,
psicoanalista, que ha escrito obras literarias, biografías y panegíricos exitosos
sobre hombres y mujeres de nuestra Historia, que ha conducido (y lo sigue
haciendo) programas de televisión, y colaborado en obras de teatro y que ha
participado primero en gobiernos radicales y luego peronistas como senador,
Secretario de Estado y embajador. Al respecto, señala que “ya embanderado en
este movimiento participé, como la inmensa mayoría de los peronistas, en el
gobierno del doctor Carlos Menem”, aunque no menciona que como Secretario de
Cultura y que escribió el prólogo del libro del ex presidente “Universos de mi
tiempo” a quien califica de ”gran transformador” mostrándose impactado por la
inteligencia del autor, principal responsable de la mayor
destrucción del país en sus aspectos económicos, sociales y fundamentalmente
culturales después de las catástrofes militares que también pretendió sepultar
mediante los indultos como tiro de gracia de las leyes de obediencia debida y punto
final con las que Alfonsín no había logrado calmar la ansiedad de los asesinos
en retirada.
Nadie podría cuestionar la necesidad de
discutir la Historia de Mitre-Levene por las instancias académicas que
correspondan en el ámbito universitario, con la participación de todas las
corrientes vigentes y entre profesionales de méritos indiscutibles. Lo que resulta
inconcebible es que sea la Presidente que digite cuando se le ocurra la
composición de un organismo que logra generar desde el inicio la resistencia de lo más selecto (hablando
de rigor académico) del conocimiento en la materia y de la gente con sentido
común que ve en esta maniobra un nuevo ejemplo de improvisación, de forzada
imposición ideológica y de premio a quienes se acercan a las posiciones
oficiales, condiciones que apuntan al fracaso de la empresa o a su descrédito
antes de expedirse con la mínima conclusión. Otra vez el kirchnerismo se
equivoca al entrometerse en uno de los temas que menos domina, el de la fuerza
intelectual, que no conoce de imposiciones, de prepotencias ni de lealtades.
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