En el dìa de hoy, jueves 12 de febrero de 2015,
asistimos, en el Congreso Nacional, a una visión fidedigna de la situación de
todo un país en crisis. En el recinto, bajo la presidencia de Amado Boudu,
vicepresidente procesado en múltiples casos de corrupción, los legisladores
kirchneristas y sus aliados discuten, por orden del ejecutivo, el proyecto de
ley de Inteligencia. Paralelamente, a escasos quince metros de ese lugar, en el
salón azul, los legisladores opositores organizan una audiencia pública con
juristas y representantes de la sociedad para tratar el caso Nisman y el de la
AMIA, donde fue invitada a exponer sus ideas la ex esposa del fiscal muerto en
circunstancias harto dudosas en su calidad de querellante en nombre de sus
hijas. Anoche, la Señora Presidenta, en un acto orquestado donde se llenaron
los patios de la casa de gobierno con integrantes de La Cámpora, no mencionó ni
una sola vez el caso Nisman, ignorándolo como si nada hubiera ocurrido, pero
azuzando a sus seguidores con la ironía de “nosotros sigamos con la alegría, y
que ellos se queden con el silencio…” en referencia a la “Marcha del Silencio”
convocada por los fiscales en honor del fiscal muerto del próximo mièrcoles 18.
Mientras
el país asiste atónito a la muerte sospechosa de un fiscal de la Nación en lo
que se presume un acto de violencia extrema en contra de la Justicia por
investigar al Estado, la máxima autoridad del Poder Ejecutivo desarrolla toda
una estrategia que no hace más que hundirla en las sombras de las sospechas en
relación a la responsabilidad de una muerte que primero quiso ser catalogada de
suicidio por parte del oficialismo y luego de asesinato cuando el peso de las
evidencias dadas a conocer al público convertían en ridículas las primeras
afirmaciones. La Presidenta se presentó tardíamente en público en una silla de
ruedas como para mostrarse lo mas alejada posible de una figura de victimaria,
es decir, presentándose como víctima. A la semana siguiente, en China, milagrosamente
recuperada, caminaba alegremente entre las tropas del ejército de ese país que
se formaba en su honor mientras ella, por twitter se mofaba ante el público de
todo el planeta de la manera de hablar de sus anfitriones. El discurso oficial
no solo ignoró la gavedad institucional de la muerte del fiscal, universalmente
sospechada como crimen político, sino que el Dr. Nisman fue vituperado antes y
después de muerto como tonto útil a poderes ocultos y casi mágicos o peor aún
como cómplice de un complot contra el gobierno en asociación con integrantes
desplazados recientemente de la inteligencia argentina que, en realidad, le había servido durante once años a los
Kirchner para realizar espionaje interno de sus adversarios. Al efecto,
carteles de Quebracho, movimiento violento cuanto menos aliado a este gobierno
y en relación oscura con la inteligencia estatal, publica en estos días las
fotografías de Nisman, entre otros, como traidor a la Patria y relacionado a la
CIA en contra de un gobierno nacional y popular. Como si fuera poco, la Marcha
del Silencio convocada para la semana próxima por los fiscales, es bombardeada
por los kirchneristas desde todos los ámbitos de su desempeño, incluyendo el ejecutivo,
el legislativo y la prensa adicta, desde donde se burla la voluntad de miles de
ciudadanos que no comulgan con los argumentos oficiales sobre una realidad
inexistente dispuestos a llenar las calles de Buenos Aires y las principales
ciudades del país en una manifestación seguramente masiva de hartazgo por tanta
falsedad y prepotencia, rebasada por la instalación de la violencia como arma
política desde las altas esferas del poder.
Para
enrarecer mas el panorama, la legendaria legisladora Lilita Carrió, calificada
como demente por sus opositores, pero ejemplo de conducta moral, de valentía y
de inteligencia, salió a pegarle a la Presidenta como encubridora de la muerte
del fiscal Nisman y responsable de los servicios de inteligencia al mando del
General Milani (de antecedentes cuestionados en relación a desapariciones
durante el último gobierno militar) relacionados con la muerte de Nisman en una
lógica de guerra interna de los servicios de inteligencia del Estado de la que
la Señora Presidenta no sería ajena.
Así,
mientras gran parte de la población del país aguarda el día 18 para
manifestarse en las calles por la muerte de un fiscal de la Nación, una multitud de exaltados en los patios de la casa de gobierno y alentados por una Presidenta
que ignora la gravedad institucional de un asesinato político, canta consignas
repetidas, y se burla de un funcionario público que cometió el error
fundamental de acusar al gobierno del encubrimiento inmoral del mayor golpe
terrorista que sufrió el país hace veintiún años.
Mientras
tanto, la presentación de la denuncia del fiscal Nisman sobre encubrimiento
contra el gobierno frustrada curiosamente con su muerte, se pospuso, hasta
ahora cuatro semanas (y se supone que quedan muchas mas), mientras se discuten
múltiples temas y el gobierno inyecta en la escena política nuevas iniciativas
intrascendentes pero útiles como nubes de humo de franca estirpe kirchnerista
(ejemplo la ley de Inteligencia). Desde esa perspectiva puede concluirse que:
1- Nisman no estaría muerto si su denuncia hubiera sido incorrecta; 2-La muerte
del fiscal fue útil a los asesinos para patear la causa para adelante, por
ejemplo para que la denuncia cayera en manos de la Procuradora General de la
Nación, Dra. Gils Carbó, militante kirchnerista rodeada en la Procuración por
agentes de La Cámpora.
Tales
observaciones en la conducta de un gobierno sospechado hasta la médula de
corrupción e impunidad, hablan a las claras de pocas mas cosas que de silencios y
aislamientos.