Malos vientos soplan.
Pero no sólo para funcionarios del gobierno y para Cristina. Lo que más duele es
que para la mayoría de los argentinos que viven de sus trabajos o de sus
jubilaciones. No mencionemos a los que engrosan día tras día la masa de los que
están bajo la línea de flotación (desocupados, habitantes de villas, jóvenes pobres que no han ingresado jamás al mercado laboral, etc.), porque para ellos la vida
siempre ha sido de privaciones, e ignorando la dinámica de la movilización
social ascendente producto del estudio y del trabajo (que aunque no se crea se
conoció alguna vez en la Argentina), bastante puede palear un subsidio que
evite morirse literalmente de hambre aunque deba ser pagado con un voto dirigido
o algún que otro viaje a la plaza de mayo organizado por un puntero o un
dirigente de La Cámpora. A pesar de ser vicepresidente de la Nación, como todo joven
identificado con la época, Amado Boudou es amante de las redes sociales, y
suele escribir en Twitter. Casualmente, ayer, expuso profundas reflexiones y brindó sabios consejos, porque vicepresidente que da consejos más que vicepresidente es un amigo: “Cuando
les dicen que ‟ falta algo” sepan
que hay intencionalidad política. No se dejen llevar por aquellos q no aceptan
responsabilidades y se dedican a criticar”. Nada menos que Boudou, comprometido
en una causa de corrupción (caso Ciccone) que progresa vertiginosamente de la
mano del incuestionable juez Daniel Rafecas que ha sumado a la Unidad de
Información Financiera (UIF) para colaborar en la investigación judicial, de la
que pretenden ya desprenderse fieles súbditos del nivel de Randazzo y Aníbal
Fernández quienes han declarado que no pondrían las manos en el fuego por
Boudou. Al decir Boudou que cuando presuntos “enemigos” declaran que falta algo
hay intencionalidad política, puede interpretarse que las declaraciones suelen esconder intencionalidad política, y en
consecuencia, las suyas no resultarían
una excepción, máxime porque es un político en la cresta del poder. Y que si bien es cierto que alguien que critica al gobierno pude
potencialmente mentir para perjudicarlo, no cabe la menor duda que integrantes del gobierno harían lo mismo con
sus críticos. ¿O el gobierno nacional está integrado por ingenuos o
inexpertos? Del mismo modo, la lógica kirchnerista basada en el carácter "genuino" de un gobierno “nacional y popular” que “defiende los derechos del trabajador”
, “amenazado por las oscuras fuerzas de las corporaciones” que “ejercen todo
tipo de presiones para hacer prevalecer sus intereses contrarios a los del
pueblo”, llámese diario Clarín o La Nación, o empresas norteamericanas y
europeas que pretenden imponernos su reglas, reconoce que existen en el mundo y aún en Argentina oscuras fuerzas
que ejercen todo tipo de presiones para hacer prevalecer sus intereses y que
pretenden imponernos sus reglas. Si mienten, como en el gobierno afirman,
Clarín y La Nación, o mienten Cristina, Boudou, Randazzo, Fernández, Moreno,
etc., etc., es puramente cuestión de fe o convicción personal, salvo que quien
nos juzgue tenga la seguridad que somos débiles mentales para elaborar un
juicio sobre la realidad que nos rodea. Y a veces sí que conviene echar al aire
tales presunciones, máxime cuando hay alguna causa judicial difícil de frenar.
Días pasados en el programa radial matutino de Víctor Hugo Morales,
curiosamente siempre concordante con todos los enunciados del gobierno, pasaban
grabaciones de mensajes de presuntos oyentes que declaraban sentir lástima por
la gente que veían comprar “Clarín” en los kioscos sabiendo que eran pobres
víctimas del engaño que las corporaciones ejercen sobre los ciudadanos
indefensos. Del mismo modo, uno podría preguntarse si escuchar ese programa tan
coincidente con las apreciaciones del gobierno sobre la realidad, no resulta un
peligro para el ciudadano que pretende informarse y recibe en cambio una
catarata de propaganda oficialista no exenta de diatribas para quien intente
alzar una crítica contra un gobierno que parece no equivocarse nunca.
Mientras tanto, Argentina recibió de la
Organización Mundial de Comercio (OMC) una durísima e inusual advertencia de
cuarenta países por las caprichosas medidas de restricción a las importaciones
que lleva a delante el secretario Guillermo Moreno, y que no sólo compromete
las utilidades de las empresas de tales países sino a la industria nacional que
requiere 75% de insumos importados para elaborar sus productos, y al
abastecimiento de los ciudadanos en cuanto a libros, medicamentos (entre otros Citostáticos,
Metroclopramida y Midazolán) y reactivos para estudios de laboratorio (falta de
reactivos para determinación de CD4, prueba de control fundamental para el
seguimiento terapéutico de los pacientes con SIDA), para no hablar de la multitud de productos que
hacen al confort de la vida moderna y son patrimonio, cada vez, de menos
personas dispuestas a invertir su dinero en lo que se les ocurra. Se cuestionan
la falta de cumplimiento de normas preestablecidas y el mecanismo caprichoso de
aprobación de trámites para las importaciones. Son harto conocidos los métodos
grotescos y nocivos del superministro Moreno, en reuniones con empresarios en
salones llenos de globos que sentencian “Clarín miente”, en las que adopta
decisiones basadas en su real antojo y capricho, hace alarde de su poder con
amenazas y burlas y se mueve con la soltura de quien se cree dueño de todos los
destinos como patriota y salvador de la Patria, envalentonado por una
presidenta que se enorgullece de su elección cuando todo el mundo (literalmente)
se la cuestiona. Pero, sin embargo, el canciller Timerman y la secretaria de
relaciones económicas Cecilia Nahón (proveniente de La Cámpora) salieron a
contestar al mundo con una línea de defensa “lamentable”, “absurda” y “de otra
era” según valoración de fuentes diplomáticas latinoamericanas, que subrayaba
el poder soberano de la Argentina para fijar sus propias estrategias
comerciales en contra de las apetencias de los grandes países y negaba sus
procedimientos burdos y las mentiras de las estadísticas elaboradas por el
INDEC ya insoportables para los organismos internacionales. Todo por tapar una
realidad que se palpa en la calle todos los días y se reafirma con la certeza
que la inflación crece, según los precios que la canasta familiar impone. Y la
convicción que nada queda en la caja y que el gobierno hará esfuerzos desmedidos
para evitar que salga un solo dólar y para reproducir los billetes de pesos
argentinos que hagan falta, aún en la empresa Ciccone, y más aún en ella que en
cualquier otra, porque si algo se destaca en este gobierno es la testadurez de
ligarse a lo que se le cuestiona (véase INDEC, Moreno, minería a cielo abierto,
Hebe de Bonafini, etc., etc.).
Sin embargo, siempre habrá un dos de abril
para recordar a las Malvinas, y un 24 de marzo para conmemorar el golpe que
dejó secuelas de torturas y muertes, asesinos sueltos y cómplices civiles
distraídos, pero también sobrevivientes ex revolucionarios esclarecidos,
algunos de los cuales se convirtieron en asesores del tipo de empresas multinacionales
que cuestionaban en sus años mozos, y otros, en funcionarios de gobierno con los
mismos tics que aquellos a los que ellos mismos atacaban en su momento por
corruptos, ladrones, mentirosos y oportunistas.
La sabiduría popular (que nunca se
equivoca) se expresa en las pintadas de las paredes, como la de Méjico y 24 de
Noviembre en Capital con firma de La Cámpora (“la Argentina vuelve a tener
madre”), o la de Hipólito Irigoyen a la altura de la fábrica Cristalux en
Avellaneda con firma de la JP (“hay que tomar las empresas británicas”),
enfocando la realidad según los más profundos preceptos revolucionarios y
liberadores. Entretanto, la estabilidad de Moreno peligra y se desmorona, así como
la credibilidad y los recursos del modelo que morirá producto de su inconsistencia
antes que haya sido profundizado, según consignas preelectorales lanzadas entre otros esclarecidos por Andrea del Boca, gran pensadora. No importa en realidad si Moreno deba
irse, porque debe irse de una vez, o que Boudou caiga en desgracia como Cobos, porque
no basta no concordar en una votación para ser castigado por el kirchnerismo, y
tampoco importa si la credibilidad de la Presidenta se resiente porque, en
definitiva, todo verdor perecerá según Mallea. Lo lamentable es el costo que
nosotros, los ciudadanos comunes debemos pagar por tantas insensateces.