miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lealtades o conspiraciones.


 Hace unos años el presidente Kirchner hablaba con vehemencia, como solía siempre hacerlo, de un nuevo fenómeno descubierto por él en la realidad argentina que denominó “transversalidad”, concepto sesudo con el que pretendía sentar en una misma mesa de discusión varias fuerzas políticas que hasta ese momento habían estado enfrentadas y con las cuales las alianzas al estilo FREJULI de los setenta no habían sido posibles. Se hablaba entonces de un nuevo justicialismo que atrajera por fin a su seno lo que quedaba de la vasta clase media argentina que siempre había mirado al peronismo con desconfianza, prometiendo un diálogo transversal y asegurando así un horizonte más diáfano en días turbulentos. Quizás la verdadera intención de esta maniobra era compensar las pérdidas que el kirchnerismo sufría en el seno del viejo partido peronista repleto de ortodoxos, viejos y roncos cantores desentonados de la marcha, antiguos jerarcas sindicales que habían pactado con los militares, y caudillos que habían exprimido bastante del movimiento y del pueblo pero que resultaban, para ese entonces, una amenaza insoportable. Ese proyecto del muerto, como otros de su misma autoría, fracasó. No mucho después, la ansiedad voraz del ex presidente, que seguramente fue la que terminó matándolo literalmente, estaba apuntando los cañones hacia otros objetivos. Pero de aquel proyecto quedó el vicepresidente Cobos, surgido de un radicalismo en decadencia, devaluado por tremendos golpes de años anteriores sufridos por líderes como Alfonsín que jaqueado por el sindicalismo peronista con Ubaldini a la cabeza, los militares con añoranzas con líderes como Aldo Rico, y con sus flaquezas propias había tenido que borrar con el codo la admirable gesta escrita con la mano durante el juicio a las juntas, adelantar el fin del gobierno y pactar con especímenes impresentables de la talla de Carlos Menem que vació económica e intelectualmente el país. Y de un radicalismo quebrado después del rotundo fracaso de la Alianza, última esperanza de la clase media que había puesto allí todas sus expectativas y debió comer el barro después de la caída de un presidente incapaz y un gabinete de impotentes que rogaron que alguien los auxiliara, Duhalde, el mismo que fue acusado de promover parte de la inestabilidad que condujo a la catástrofe, y que luego, con pésima visión estratégica,  concedió la candidatura  del justicialismo a un ignoto del sur que luego pateó el tablero y se convirtió en su peor enemigo. El kirchnerismo ganó y gobernó y empezó a tomarle el sabor a la victoria a través de los gobernadores de las provincias y los intendentes del conurbano, que para no ver cortados los presupuestos de sus territorios, abrevaban gustosamente de la abultada billetera de la presidencia. Y junto con el poder crecía la soberbia y la prepotencia del guapito del barrio que faja a todos. Y en ese afán devorador surgió la idea de sacar plata de donde más venía, producto del cultivo de un yuyo estúpido, según interpretación de la Presidenta por aquellos días, por el que el mundo pagaba millonadas. Y el ministro Loustau, alejado todavía de las feromonas de las divas de la televisión, pergeñó la genial idea de una manito que denominó “retenciones” por las que todo un país se enfrentó hasta en las mesas familiares, otro de los legados de Kirchner. Y en la discusión parlamentaria sobre el monto de esas retenciones, el vicepresidente Cobos, que debía desempatar, lo hizo a favor del campo y de la inmensa mayoría que veía en esta maniobra otra injerencia del gobierno.
    No es este el panegírico de una figura avasallante en la política argentina, ni un acto de reconocimiento para un personaje que no me impresiona como sobresaliente en el escenario nacional. Pero es la descripción de una persona que en total soledad, rodeada de serpientes venenosas que lo azuzaban a escondidas y durante toda la sesión a la vista de las cámaras de televisión, en un acto de independencia personal, votó por lo que consideraba más justo. Esta acción, por la que fue calificado como traidor una y mil veces por el kirchnerismo, convirtió a este hombre, el presidente del Senado, en un aislado político al que a poco de andar fue abandonado por su partido y al que el plantel gobernante humilló mil veces, empezando por la actual presidenta que en reuniones partidarias multitudinarias comentaba que preguntaba a su marido “¿qué vicepresidente me pusiste?” generando las burlas ruidosas y chabacanas  de la audiencia y luego la de los aduladores profesionales, muchos de ellos expertos en medios de comunicación.
    Así es como reacciona el gobierno frente a quienes no siguen el libreto que según ellos deben seguir quienes estén a esas alturas del poder. Esa era la profundidad del concepto de “transversalidad” que pretendía el ex presidente. Todo lo malo y riesgoso de los Cobos frente a la cualidad fundamental de los que acompañen ahora a la presidenta: la lealtad. La misma que lleva afirmar al vicepresidente electo Boudou en el acto de su consagración como candidato que jamás sería como Cobos.
    En estos días, en el fin de un largo año en el que no se hizo casi ninguna tarea legislativa porque las mentes estaban ocupadas en las elecciones, las preocupaciones que desvelan a los legisladores oficialistas y al vicepresidente electo es encontrar una fórmula para sortear los lineamientos de la Carta Magna con respecto al acto de asunción del cargo de Presidenta e impedir que sea el vicepresidente constitucional, en este caso Cobos, un díscolo que ha desobedecido a gobierno, quien otorgue los atributos de mando a la Señora Cristina, algunos dicen cínicamente, para evitarle al vicepresidente un mal momento. Oscuros días esperan a la Argentina, ahora que la oposición atomizada ocupa menos bancas en el parlamento, no encuentra canales de expresión y ha sido desplazada por la soberbia que reina tranquila creyéndose depositaria de todo el poder, y  los serviles domesticados que se cuidarán bien de cerrar sus bocas, como corresponde en un universo de lealtades o conspiraciones.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Descubrimiento

Nadie pone en duda la solvencia de Adrián Suar en lo suyo, el mundo del espectáculo en Argentina. Nadie, tampoco, podría cuestionar seriamente su inteligencia y su capacidad para descubrir talentos. Los otros días, hablando de la Señora Presidenta, seguramente después de verla cotidianamente en sus actuaciones sobre escenarios multitudinarios montados en todo el país, mostró admiración por su fuerza expresiva y sus cualidades actorales, y expresó su anhelo para que, transcurridos los cuatro años que quedan por delante, acepte un ofrecimiento suyo para un papel protagónico en una de sus novelas. Lamentablemente, sospecho que los bufones que la rodean tratando todo el tiempo de explicar vanamente lo inexplicable, no correrán la misma suerte por la debilidad de carácter de los personajes que encarnan. A ellos quizás los invite Marcelo Tinelli para demostrar sus talentos en "Bailando por un Sueño" y ser luego juzgados por un prestigioso jurado de artistas consumados.

Dramático.

Dedicatoria extraída de un libro de Medicina:

A nuestras familias,
a quienes privamos de momentos irrecuperables
                                                                        como esposos y como padres.


"Progresos en aterotrombosis"
Ediciones Médicas del Sur, 2011.

martes, 22 de noviembre de 2011

Votos volátiles, mentiras piadosas.


El domingo pasado por la noche nos acostamos con la noticia que España había virado a la derecha con la victoria de Mariano Rajoy del partido popular (PP), después de un llamado a elecciones anticipadas de José Luis Zapatero del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), llegado al gobierno cuatro años antes por el hartazgo de los españoles de las políticas liberales que habían llevado a la península a adherir a los conflictos internacionales impulsados con mentiras por Estados Unidos y los líderes europeos, y había recibido como represalia terribles atentados terroristas con sangre española como moneda de cambio. Semanas antes los blogs españoles de actualidad trinaban por el desconcierto por la potencial victoria de un Rajoy que desempolvaba lo peor de la pesadilla de Franco, y aún así, España llevó a la victoria a un energúmeno que exprimirá los bolsillos de los ciudadanos y hasta cuestionará los logros que en política social había logrado el PSOE como la ley sobre la memoria, la del aborto y la del matrimonio homosexual, sobre las que la iglesia puja por abalanzarse. ¿Tiene su lógica que toda una gran nación como España retroceda de este modo? La realidad demuestra que sí, y en Argentina tenemos experiencia de este tipo de fenómenos. Sería absurdo pensar que aquel país se hubiera derechizado como un cuerpo único, así como considerar seriamente que un país como Argentina se hubiera peronizado en un 54% de su electorado, como las cifras de las recientes elecciones presidenciales podrían sugerirlo para llenarles la boca a los charlatanes que le han hecho la corte al gobierno en los últimos meses. Parece ser, por lo contrario, que a una base que comulga honestamente con el ideario de los ganadores (sea por intereses de clase, por tradición, por desarrollo ideológico), raramente suficiente para ganar en una primera vuelta, se suman aliados circunstanciales que como en el caso de un viraje violento como el de España, son aquellos a quienes se les ha quitado beneficios previos o le han frustrado sueños que parecían reales. Y en el caso de reafirmación de un gobierno como el argentino, cuestionado por un 46% de la población,  a su base genuina se le agregan quienes esperan cargos u oportunidades de toda índole, sectores sociales y productivos que hasta ese momento se han beneficiado de las políticas del partido ganador, legiones de hombres y mujeres prácticos y memoriosos que recuerdan con pavor las atrocidades del pasado por lo que prefieren el statu quo, e individuos huérfanos de un partido o movimiento que canalice sus inquietudes o represente sus ideales, en un contexto histórico de disolución de las fuerzas políticas tradicionales. Y crecen las figuras de los Rajoy y de los Kirchner, aparentemente tan diferentes unas de otras pero con similitudes impactantes, sin considerar siquiera la inclinación declarada de sus posiciones que a estas alturas resultan retóricas. Ambos como figuras de salvataje que se imponen en un escenario de impotentes ya sea para completar a tiempo el mandato popular con riesgo de hundir a la nación empeñando a los habitantes, o de componer una oposición inteligente, capaz de establecer alianzas programáticas con responsabilidad para enfrentar una avalancha que podría traer severas consecuencias. Y en ambos casos, sin aclarar en el período preelectoral las herramientas a emplear en tales misteriosos rescates (aunque se niegue de uno y otro lado que se trate de recetas mágicas), las conocidas fórmulas se destapan a los pocos días de conocerse el escrutinio. Se descarta que Rajoy empleará el bisturí que le alcanza Ángela Merkel, así como Cristina repetirá, con acento argentino y peronista claro, el argumento que le dictó Obama después de las sonrisas para la foto en la reunión de la G20. La crisis es internacional, y a pesar que en España esto se ve con la mayor crudeza, y la Argentina, a pesar de la propaganda oficial, carece absolutamente de blindajes, no bastan los discursos emocionales a modo de letanías que apelan a difuntos innombrables y las inauguraciones diarias de la presidenta argentina cuando la fuga de capitales en los últimos meses alcanzó tal magnitud que el gobierno decidió reinstaurar una variedad de corralito limitando a los particulares la compra de dólares en los bancos, torpe medida que sirvió fundamentalmente para disparar el precio del dólar paralelo. En un acto de desprendimiento lleno de suspicacia el gobierno nacional anunció el traspaso de los subtes al gobierno de  la ciudad según un contrato lleno de incumplimientos que deberá afrontar la administración capitalina, y en un acto de justicia soberana se quitarán los subsidios que beneficiaban a los particulares en las tarifas de agua, gas y electricidad haciendo que se multipliquen por tres. También se anunciaron las quitas a los subsidios de las empresas de transporte, lo que hará que el precio del transporte público se dispare comprometiendo aún más los bolsillos de los trabajadores. Y a todo esto, e independientemente de los efectos de las cenizas del volcán chileno que obliga a suspender día por medio los vuelos sobre el territorio nacional,  el gremio de los controladores aéreos, uno de los cinco que se disputan el control del aeropuerto de Ezeiza donde pretende descollar “La Cámpora”, grupete de una nueva generación de imberbes manejada por el hijo de la presidenta, como respuesta a un cuestionamiento sindical por la ineptitud de quien dirije Aerolineas Argentinas fue castigada con la quita de la personería gremial como en los mejores tiempos de los gobiernos conservadores, por orden de la presidenta se suspendieron los vuelos internacionales que debieron luego ser reprogramados y se dispuso que la Fuerza Aérea, la que había sido despojada pocos años antes de su autoridad en el aeropuerto con bombos y platillos por los mismos Kirchner después de décadas de corrupción e ineficiencia, retomara el control de un área vital de la estación aérea.
    Escuchar las justificaciones de tantos despojos pueden hacer plantear que se trata de actos de justicia de un gobierno empeñado en el desarrollo independiente del país, si no fuera que Obama le reclamó a Cristina el pago de las deudas con el Club de París, la puesta al día con el Fondo Monetario Internacional, el reconocimiento de la pérdida de los juicios con empresas norteamericanas y el cumplimiento de las sentencias correspondientes. Que la fuga de capitales las hacen los enemigos de siempre que se enriquecen en el país y llevan las riquezas afueras, aunque cuesta pensar que si hubiera posibilidad de mayores riquezas dentro del país esos capitales no se reinvertirían en el mismo, y que los particulares que compran mensualmente entre cien y trescientos dólares no son los enemigos de la patria sino pequeños ahorristas de clase media que tienen derecho a elegir la compra de una moneda que interpretan más confiable que la propia. Es bien cierto que la quita de subsidios era una cuenta pendiente con la sociedad y no se debe más sacar al que menos tiene, especialmente cuando hay sectores, como el juego, que al amparo del gobierno han crecido beneficiándose de tales recursos. Y si es indudable que los pobres han pagado y siguen pagando muy alto el precio de las iniquidades que generan las políticas injustas que los centrifugan de la sociedad, eso no hace razonable que la clase media media cargue sobre sus espaldas el costo social de un gobierno de supermillonarios como la presidenta que vive de los pobres para conseguir votos y perpetuarse en el poder. En ese contexto, que Cristina, Boudou o Víctor Hugo Morales renuncien con bombos y platillos a los subsidios resulta grotesco porque va de suyo que a ellos tales medidas no les afecta en absoluto el presupuesto familiar. Quisiera uno enorgullecerse como lo hacía décadas atrás por la línea de bandera, arrebatada a los españoles después del vaciamiento provocado gracias a otro gobierno peronista pero de los ochenta, y nacionalizada por los Kirchner, si no supiera que es objeto de una monumental demanda por parte del grupo español desplazado,  que sus pérdidas alcanzan cifras de alrededor de setecientos millones de dólares este año, y que en la adquisición de  veinte naves a Brasil se sospecha que se pagaron unos cuatro millones de dólares de sobreprecio por cada avión. Mientras tanto, aparecen como figuras amenazantes las sombras de  poderosos sindicalistas que se esconden detrás de las cortinas e invitados, en otro momento a participar del festín por el mismo gobierno que recientemente le negó candidaturas en el parlamento, y que bien sabrán tomar las represalias que correspondan. Y funcionarios del gobierno, matones que exponen su pistola sobre la mesa de su escritorio cuando se reúnen con los empresarios para obligarlos a mantener ciertos precios o a liquidar las exportaciones, laderos incondicionales e inamovibles de los Kirchner, aseguran que la inflación no se desatará en este contexto, porque se trata éste de un gobierno nacional y popular con un programa liberador y un modelo a profundizar.
    Rajoy y Cristina tienen mucho de diferente. Provienen de continentes distintos y se han formado en veredas opuestas. Uno, conservador de derechas, otra militante de izquierda. Uno reaccionario, otra progresista. Uno con el apoyo de lo más recalcitrante de la sociedad española y otra con el empuje de las bases populares. Uno reclamado por Ángela Merkel, la nueva dama de hierro de la alta sociedad europea, otra seducida por el representante del eterno gendarme de las Américas. Pero ambos dispuestos a llegar al hueso cuando las situaciones se desmadren, porque el de la sociedad es un mandato ineludible, aunque haya que mentir un poquillo para bien de los que menos tienen o de quienes más han perdido, y aunque haya que evitar tocar temas escabrosos durante las campañas electorales que es otra forma de mentir aunque de manera piadosa.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Revelación

Durante la última campaña electoral por las presidenciales, día y noche las voces oficialistas prometían la "profundización del modelo", desvelando a muchos, como yo, que pretendíamos conocer el certero significado de tal frase. Recién durante la noche de la jornada de las elecciones, cuando ya estaba claro el triunfo arrasador de Cristina Kichner, y en el zócalo de la pantalla de CN23 apareció el llamativo anuncio "La tienen adentro", comprendí el alcance, nada sofisticado, del concepto.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De la mano de Raúl Apold.


Está instalado en la Argentina de estos días un verdadero entuerto relacionado con el periodismo y su papel en la sociedad, discusión  sobre la que creía desde hace mucho que se había dicho casi todo.  Hasta se habla ahora de periodismo militante y periodismo profesional, enunciados que atraen acres vahos setentistas, despertados por el inefable ex presidente recientemente muerto que se prefiere no nombrar por algún críptico conjuro,  que nos había ya acostumbrado a una persistente apertura de frentes de combate cargada de crispación epidémica que ha dejado como legado hereditario  muchas heridas abiertas. Se diferencian estos dos grupos como si entre los primeros sobresalieran los ideólogos de una nueva corriente liberadora  dispuesta a revolucionar (aunque este mote curiosamente no se utilice) la política del país para encolumnarla en el tan ansiado y abstracto proyecto nacional y popular que esbozó el general (también innombrable en esta época) a su regreso definitivo hace cuarenta años. Y de la otra parte, un enorme grupo irreconciliable de periodistas no kirchneristas, los “cómplices de los monopolios”, verdadero escollo para los proyectos de liberación nacional, periodistas calificados soezmente de prostitutos baratos cuando no apedreados durante conferencias públicas en plena ciudad de Buenos Aires. Se plantea también que desde la aparición de Néstor Kirchner en el escenario político argentino el periodismo ya no puede ser considerado independiente y debe, forzosamente, encuadrarse en alguna de estas dos categorías.
     Es cierto que el periodismo debe ser visto como una de las actividades del hombre que exponen abierta o encubiertamente intereses determinados, generalmente económicos o de poder, muchas veces monopólicos. Pero si esto es cierto en el caso de Clarín y Magneto, por qué no lo sería en el de gobierno nacional y Kirchner, si ambos manejan, o pretenden hacerlo, los mismos códigos. Nadie podría llamarse a engaño, salvo bajo condiciones de extrema obsecuencia, escasa instrucción, o intereses compartidos, que el dinero y el dominio desvelan tanto a Magneto como a la familia Kirchner. No me gustaba que durante un clásico de fútbol se mostrara una tribuna y no el campo de juego, pero tampoco me gusta ver cuatro canales seguidos transmitiendo en vivo el mismo partido rociado permanentemente de propaganda oficial. No me gusta que los empresarios de medios se enriquezcan a costa de quienes consumen a alto precio sus productos pero también detesto ver que la presidenta de los argentinos multiplica su patrimonio año tras año durante el ejercicio de la función pública. Quizá hiera la sensibilidad de muchos partidarios del gobierno porque no alcanzo  a ver como ellos en perspectiva que insignificantes son los aspectos personales de los actores en escenarios históricos de cambio tan complejos como el actual. Aún así, y a pesar de un enorme esfuerzo intelectual, no puedo alcanzarlos en sus razonamientos, máxime cuando durante la defensa ardiente de sus postulados, los oficialistas repiten y repiten que los otros tergiversan la realidad y exponen a  la ciudadanía a sus mentiras, como si no tuviera la capacidad de análisis suficiente para evaluar por sí misma la información que recibe y como si la voz oficial, por el sólo hecho de proceder del gobierno, debiera ser necesariamente confiable.
    Pienso que el peronismo, lejos de ser un partido orgánico, y un movimiento como pretende serlo con su población de tan amplio espectro que va desde el pobre que recuerda a la Evita de las manos abiertas de los cincuenta hasta el actual vicepresidente electo procedente de un partido de derecha y vecino del barrio más caro de Buenos Aires, debiera, simplemente por respeto al prójimo, tener una sensibilidad muy especial con el tema de la libertad de expresión, y hacer esfuerzos para respetarla, esfuerzos sobrehumanos aunque le cueste, como demuestra cada día que le cuesta. Porque el monopolio de la información del estado, convertida lisa y llanamente en propaganda de la mano de Raúl Apold, fue una de las peores manchas del peronismo histórico que debiera haber quedado definitivamente sepultada. 

domingo, 13 de noviembre de 2011

Los premios

Días atrás se anunciaron los premios “Éter” al periodismo radial que recayeron, entre otros, en Víctor Hugo Morales, relator deportivo de vasta trayectoria en nuestro medio, conductor del programa “La mañana” en Radio Continental, emisora que utiliza comercialmente el slogan gente de palabra para jerarquizar el prestigio de sus programas y sus conductores. He observado durante años fragmentos del trabajo del galardonado, y he seguido prácticamente a diario las emisiones de su programa matinal durante el último año, oyendo sus diatribas permanentes contra Magneto y Clarín, tal como suelen hacerlo los seguidores de los Kirchner, y soy testigo de su sintonía perfecta con el gobierno nacional en todos los aspectos de la realidad argentina y de su interpretación de que el periodismo no kirchnerista es el responsable de las críticas opositoras y de la propagación de información capciosa y falsa que asimilan los enemigos del gobierno. Después de ver en las pantallas de televisión el mismo día de la concesión del premio Éter en el escenario del Teatro Cervantes a la presidenta de los argentinos rodeada de sus más conspicuos ministros en la presentación de un libro del científico mediático Adrián Paenza que trabaja en una universidad de Estados Unidos y escribe libros de divulgación masiva, presentados nada menos que por el conductor Víctor Hugo Morales, caí en la tentación de interpretar los hechos como premio a una conducta. Premio porque es sabido que la presidenta no tolera compartir un escenario con nadie que no comulgue con sus ideas ni que rechace a sus hijos dilectos entre los que sobresale Paenza, un ideal de universitario argentino que encarna el ejemplo viviente de toda la Nación tecnificada del futuro. Y  premio porque, independientemente de las suspicacias que despertaban las opiniones diarias de Morales a favor del gobierno a lo largo de un año electoral,  pocas semanas antes había sido enfrentado en el aire por la prestigiosa periodista Magdalena Ruiz Guiñazú  durante un programa en la misma emisora en que ambos se desempeñan, quien lo acusó directamente de hacer “bajada de línea” desde el gobierno en alusión a un programa de televisión con ese nombre (el inconsciente existe) que Víctor Hugo también conduce.
    Desagradables son estas escenas en las que la soberbia del poder cae una y otra vez en el error de presentar como razonables actos que son parodias, y reconocimientos que confirman presunciones de deslealtades de las que la inteligencia se alerta, sin necesidad de que los medios enemigos llenen la cabeza de falsedades y difamaciones a los que piensan de modo independiente. Cuán fácilmente los premios tocados por la suspicacia corren el  riesgo de convertirse en lastres en un futuro, ya sea por los reclamos que la conciencia genera en algunas almas o por la lectura desapasionada de la Historia que podrá ponderar más convenientemente los actos de los frágiles humanos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La eficacia de los muros

Hoy, 9 de noviembre de 2011 se cumplen 22 años desde la caída del muro de Berlín, también llamado Muro de la Vergüenza, considerado por la mayoría del mundo civilizado como una ignominiosa mancha  en la Historia de los pueblos, producto del enfrentamiento despiadado de los dos bloques de poder, el capitalista y el comunista, desde finales de la segunda guerra. Se implantó en el seno de la nación alemana, donde se había pergeñado pocos años antes una feroz planificación de exterminio sistemático de personas por diferencias étnicas en presunto beneficio de una raza superior. Después de 11 años de derribado el muro, y a pesar de la amarga lección aprendida, está hoy en pleno desarrollo la instalación de otro muro de más de 700 Km de longitud en Cisjordania, levantado con el argumento de la defensa de la seguridad nacional en un territorio disputado por dos pueblos identificados étnica y culturalmente desde los inicios de la Historia de la humanidad. Quienes lo llevan adelante, en proclamada autodefensa, son descendientes de parte de las víctimas que antes de la división pertenecían a una comunidad de más de 160.000 habitantes que vivieron en una Alemania  sin muros, muchos de los cuales debieron sufrir después los enormes trastornos y riesgos de vida que conllevó su emplazamiento. La repetición de tan horrendo capítulo de la Historia, seguramente abonada por la valoración de sus beneficios, prueba que para los ideólogos de esta medida, la implantación de un muro para intentar dividir dos pueblos con intereses enfrentados resulta un recurso válido.
    Estados Unidos, por otra parte, suele erigirse como paladín de los derechos humanos en el mundo condenando la tortura y las prácticas terroristas, plagadas de odio, venganza y derramamiento de sangre de inocentes. Sin embargo, en Guantánamo, mantiene descaradamente una prisión donde somete a cientos de presos políticos a las mayores degradaciones en nombre de la seguridad nacional. La adopción de tales métodos absolutamente inaceptables cualesquiera sean sus argumentos, es una prueba que los norteamericanos creen que ese tipo de medidas resultan eficaces a favor de sus intereses soberanos.
    Finalmente, las naciones de Europa Occidental, con Gran Bretaña y Francia a la cabeza, identificadas siempre con los intereses de Estados Unidos, se han mostrado, particularmente desde la segunda guerra, aliadas en un ideario de libertad y justicia, promoviendo fundamentalmente desde Hollywood, los valores de la democracia y los derechos de los pueblos del mundo. Sin embargo, los representantes de esas naciones no han tenido reparo alguno en despachar ejércitos y perfeccionar armas infernales para ocupar, colonizar y aniquilar poblaciones enteras en nombre de tales valores en contra del terrorismo y la muerte, aunque luego exhiben por televisión ejecuciones en la horca y cadáveres acribillados de los odiosos líderes enemigos, poniendo de manifiesto que a pesar de los costosos trajes que visten y el fino lenguaje  del que hacen gala en sus conferencias como estadistas civilizados, no son más que simples homicidas con las manos manchadas con la sangre de sus víctimas. Estos hechos prueban, que la tortura y la muerte son métodos eficaces para los conductores del mundo desarrollado.
    Las conclusiones de los comentarios que anteceden se desprenden fácilmente, pero podrían remarcarse, a modo de síntesis algunos conceptos: a) el hombre es un ser siniestro que aprende y ejecuta prácticas deleznables una y otra vez en su propio beneficio con los mejores pretextos y con los métodos más primitivos. b) La humanidad no tiene remedio con canallas de esta envergadura al frente de tantos pueblos sufrientes. c) Podrá criticarse que se alcen una y otra vez sobre la faz de la tierra con el propósito de separar al otro, pero la práctica indica que los muros son eficaces para los poderosos que gobiernan el mundo y deciden por quienes no lo hacen.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Los peores del mundo

Es un hecho de observación diaria que, con algunos matices a considerar en otro momento, los argentinos pretendemos ser los mejores del mundo. Tenemos los mejores paisajes, los mejores campos agrícolas, la mejor carne vacuna, las mujeres más hermosas, los mejores jugadores del planeta, los más importantes escritores y científicos, los líderes más conspicuos que han abierto nuevos rumbos en la Historia, las fórmulas económicas de salvataje más eficaces que debieran copiarse por los que se autoproclaman naciones desarrolladas y sin embargo están inmersas en el descontrol por no practicar el verdadero capitalismo que sí es característico de la Argentina de nuestros días. Sin embargo, ante el cúmulo de verdades incontrastables de una lista incompleta, sobresalen nuestras cualidades como conductores de automotores. Bien cierto es que tenemos un historial de orgullo desde los años cincuenta, época de grandes conductores, como por ejemplo Juan Manuel Fangio, con proezas deportivas que pusieron a la Argentina en un sitial destacado entre los países más importantes del mundo de aquel entonces. Sin embargo, en las últimas cuarenta y ocho horas murieron 18 personas en accidentes de tránsito en nuestro país, 11 de los cuales eran menores de edad. Según la Organización Luchemos por la Vida, durante 2010 murieron en Argentina 7659 personas en accidentes viales, lo que hace un promedio de 21 víctimas fatales por día, y el Centro Experimental de Salud Vial (CESVI) estimó que en el primer semestre de este año murieron en promedio 26 personas por día en accidentes de tránsito, hechos que subrayan el concepto largamente conocido de que Argentina ostenta una de las tasas de mortalidad y siniestralidad viales más alta del mundo (en una estadística de 2007 20.8 muertos cada 100 mil habitantes, cuando en Madrid se registraba 2,4 y en Londres 1.8).
    Es indudable que en la génesis de los accidentes de tránsito juegan múltiples factores, pero en consideración que no es esta una conferencia sobre accidentes viales, me limitaré a remarcar algunas ideas que he forjado a lo largo de unos cuantos años de conducción rutinaria de automóviles por las calles, autopistas y avenidas de Buenos Aires y el conurbano bonaerense y de algunas rutas argentinas en viajes esporádicos por las provincias. Será el azar para algunos, o la existencia de alguna de las conocidas divinidades los responsables de la falta de mayor número de accidentes a juzgar por los defectos de conducción fácilmente comprobables a diario. Paso a enumerar según acuden a mi memoria: exceso de velocidad, falta absoluta de respeto por las señales indicadoras, maniobras inesperadas, marchas inconstantes con aceleradas, frenazos y detenciones inexplicables, uso de teléfono móvil durante la conducción y en pleno tránsito, empleo de auriculares para música, radio o servicio telefónico, falta de distancia prudencial entre vehículos, irascibilidad de conductores siempre dispuestos a las palabrotas, a la docencia por las clases de conducción de terceros, interés por la academia donde esos terceros han incorporado sus conocimientos sobre conducción, consejos sobe actividades alternativas al manejo especialmente a las damas puestas al volante, rápida disposición para arreglar entuertos mediante demostraciones de pugilato, transporte en las faldas del conductor de bebés de pecho o niños de cualquier edad que, en circunstancias, son los que controlan el volante ante la complascencia de su padre didacta, conductores que comen, beben gaseosas o cerveza o... en grandes botellas, o sorben del mate alcanzado por el acompañante con la gracia concurrente del simpático arrojo al asfalto de los deshechos de su merienda o almuerzo o de sus envoltorios, transporte de un acompañante generalmente de sexo femenino que lleva en su brazos a algún infante inquieto que acerca su cabecita al parabrisas en plena aceleración o trata de acariciar el rostro de su padre conductor quien, orgulloso no termina de admirar el parecido físico con su abuelo muerto, utilización de automotores viejos y destartalados aún sin patentes autorizadas que amenazan con detenerse en cualquier momento, se esfuerzan pero no logran nunca pasar de 30 Km por hora y amenazan con dejar en la calzada, delante de nuestro propio vehículo, un paragolpes fatalmente desprendido, uso insolente de las banquinas para adelantarse al pelotón y pretensión caprichosa de retornar al carril habilitado según ocurrencia del momento, conducción durante plena lluvia y con tránsito atestado según idénticas premisas que durante un día de sol con ruta despejada, falta de utilización correcta de balizas adecuadas y a distancia prudencial detrás y delante de un vehículo averiado y hasta permanencia de conductor y acompañantes dentro del vehículo aún en plena autopista de alta velocidad mientras se aguarda el auxilio, ignorancia absoluta del concepto de privilegio para avanzar en una bocacalle según mano, introducción impertinente de media carrocería sobre la calzada densamente transitada cuando se pretende cruzarla en actitud desafiante asegurando que ya no espero más y que paso y que no me importa (porque no le importa) lo que pueda suceder con tal actitud, falta insolente de respeto por el peatón que quiere cruzar, uso indiscriminado de la bocina a modo de trompeta de una banda, utilización incorrecta de luces para enceguecer al que viene de frente u ocultarse del que debe verlo desde atrás, alienante empleo de música estridente y parlantes de potencia desproporcionada con las ventanillas abiertas como para que un gran auditorio externo se emocione a la par del sensible conductor, codo, brazo, antebrazo y mano izquierda del conductor en rítmico vaivén fuera de la ventanilla como para ser arrancados ante el mínimo roce con otro vehículo o simplemente para confundir al conductor del auto de atrás que trata afanosamente de comprender si se trata de una señal o una convulsión epiléptica de quien lo antecede, reparación en plena calzada  de ruedas o motores sin alerta de balizas y con el operador arrojado bajo el automotor con las piernas salidas hacia la calzada como invitando a ser aplastadas por otro vehículo.
    Tenía un amigo del trabajo que se autoadmiraba de sus cualidades como volante. Al preguntarle cuáles creía que eran sus virtudes aclaraba que se refería al modo de trasladarse de carril en carril sobre las autopistas a gran velocidad. Al reinterrogarlo azorado sobre por qué consideraba que ésa era una cualidad sobresaliente contestaba que era porque lo hacía con "calidad". Otro ejemplo destacable es el de mi padre, que empleó horas y horas durante sus clases de manejo cuando yo empezaba a conducir en mi adolescencia, subrayando la necesidad de utilizar los cinco sentidos durante el manejo para preveer qué haría el volante que estaba cerca nuestro, y que finalmente murió en un accidente automovilístico arrojado por el parabrisas después de morder una banquina en la ruta  por no utilizar el cinturón de seguridad.
    Siempre me pregunto quién habrá enseñado a conducir a quien, delante de mí, hace una maniobra incorrecta que pone en riesgo la seguridad de quienes estamos cerca. A veces pienso que sólo se aprende a encender el motor y hacer trasladar una máquina cada vez más potente y rápida, sin considerar ningún otro detalle de la conducción. No sé quién enseña a conducir a los argentinos ni si la consecuencia de no saber hacerlo correctamente, es decir las 26 muertes diarias, aminorarán con el tiempo. Pero de lo que sí estoy convencido es que en el arte de conducir, los argentinos somos los peores del mundo, y que los grandes conductores reinan sólo  en el mundo de la política.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La sustancia gris

Elegir un nombre no es un hecho casual como otras tantas cosas de la vida que parecen serlo. Estuve meditando mucho antes de abrir este blog hasta que decidí hacerlo y con un propósito básico: comunicarme. Tengo veleidades de escritor y desde hace años soñaba con la ilusoria idea de publicar una novela tras otra, hacerme famoso y entonces, recién entonces, lograr transmitir a una gran audiencia mis pensamientos y mis ideas acerca de lo que pasa a mi alrededor. Ser invitado a programas de televisión y a eventos culturales y dejar a auditorios enteros fascinados por mi elocuencia, como veo que hacen tantos intelectuales, algunos consagrados en algún concurso reciente de algún matutino. Pero no fue necesario mucho trayecto para advertir que el camino a la fama literaria estaba vedado para la enorme mayoría de quienes como yo creen que tienen algo que opinar directamente frente a un auditorio que muchas veces no está interesado en nuestra sabiduría, o a través de historias con formas de cuentos o novelas o comentarios impresos, en los que se filtre nuestra inteligencia. Y allí nos encontramos con el meollo de la cuestión como suele decirse, precisamente con el tema de la inteligencia, y en consecuencia, con el enjambre de neuronas que la encienden en la corteza cerebral, allí donde asienta la sustancia gris a la que apela el título del blog. Pero si el lector es atento, habrá observado que el título termina con "...argentina...", refiriéndose a la sustancia gris de ese origen. Hasta aquí, la simple deducción hilvana los conceptos de que al autor de este blog lo preocupan los pensamientos, la manera de expresarlos, la necesidad de hacerlo, y que seguramente lo hace desde su identidad de argentino. Toda esta elucubración estaría correcta pero con una vuelta más como para profundizar la idea. Estoy absolutamente obsesionado por la vida, y en en un país como Argentina inmerso en un mundo agitado, sin terminar de comprender si mis vivencias son en realidad sueños o pesadillas. Cierto es que el mundo todo es complejo, contradictorio, inasible y una manera de abordarlo es tratar de interpretar lo más cercano. Mi desconcierto parte de recordar tantos escenas a lo largo de una larga historia (la que pude experimentar desde mis tres años de vida según recuerdo),  y reconocer en ellas tics, mañas, defectos y  rasgos de la gente con la que convivo en este  país del cono sur, que es el que mejor conozco del planeta por la simple circunstancia de haber vivido en él constantemente sin exilios ni prolongadas estadías de postgrado en el exterior, circunstancias tan conocidas por enorme número de connacionales. Apenas sobrepasando los sesenta años, habiendo nacido en el año "...del Libertador, General San Martín", y escuchado directamente por la radio la voz ronca de Perón en los cincuenta, y atravesado por esa vorágine en la que hemos sido arrastrados hasta el día de la fecha, estoy en condiciones de afirmar, sin temor a arrepentirme en mucho tiempo, que el problema básico de la Argentina se relaciona con la inteligencia. Pero no la inteligencia del más hábil para subir, rapiñar y permanecer, como la mayoría de los políticos, gremialistas y otros dirigentes. No la del comerciante que ubica o crea una necesidad y la explota en su beneficio pecuniario. No la del ladrón de bancos que estudia el modo de violar las cajas fuertes de una sucursal del Banco Río excavando un túnel que permitirá la huida a través del sistema cloacal. Me refiero a la inteligencia de los pueden pensar por si mismos y no influenciados por las consignas casi deportivas del partido o movimiento con el que se siente identificado, a la inteligencia adoptada como instrumento de auxilio constante en la interpretación de la realidad y en la concepción de ideales, inteligencia para imaginar un país en el que los niños no se mueran por desnutrición, que la gente no viva pegada a un riachuelo contaminado con venenos que le pudran la sangre y los pulmones, que las instituciones públicas estén dirigidas por gente capaz y eficiente, en el que los jueces no estén en sintonía con los intereses políticos, en el que quien las haga las pague sea quien sea y ocupe el lugar que ocupe. La Argentina ha estado marcada por el asalto, el terrorismo de estado, la tortura, la muerte, la venganza, la demagogia, la mentira, la intolerancia y el caos.  Jamás, en mi conocimiento, se planificó un día siguiente, se decidió un destino. Sólo se barajaron los hechos que se venían encima como en un derrumbe, y así quedaron las cosas, como después de una catástrofe. El problema fundamental de la Argentina es la falta, en todos los niveles, de ejercicio rutinario de una inteligencia y un talento puestos al servicio de un proyecto que asegure los derechos más elementales y no sólo su declamación diaria, falsa y machacante hasta el hartazgo.
    Pienso en este blog como en una de mil usinas de pensamiento con la seguridad que son la ideas y no las consignas las que pueden transformar la realidad en beneficio de quienes lo merecen. Mi idea es la de un país de gente que apele como modo de vida al  recurso monumental del pensamiento, ajeno al mundo de los payasos, charlatanes y delincuentes que tanto mal le han hecho a nuestra Historia y al prestigio del hombre como ser transformador de la realidad.
    Brindo por ese bien en el que se han basado los grandes logros del hombre y las grandes revoluciones sociales de la Historia: la inteligencia que descubre los valores permanentes y los derechos inalienables del hombre.