jueves, 22 de diciembre de 2011

Discursos para la gilada.


Podría pensarse que quien conduce el gobierno se encuentra cursando la fase maníaca de una enfermedad psiquiátrica. Es difícil entender lo contrario a la luz del volumen de proyectos de ley y la velocidad maratónica que el ejecutivo incitó para aprobarlas como primer acto de una reelección que se las trae y después de un largo año en que la apatía reinaba en el Congreso mientras el gobierno y el conjunto de la oposición se concentraban en las elecciones presidenciales. Asimismo, en estos días se observa una verdadera avalancha de procedimientos judiciales y de la AFIP tendientes, coincidentemente, a golpear a enemigos del gobierno. Si uno observa con mayor detenimiento, puede constatar que las leyes que pretendía y logró aprobar el gobierno, primero por diputados y luego por senadores, sin quitar una sola coma de los originales, y en sesiones donde la oposición ofrecía un cuadro lastimoso de minoría que sólo cumplía con la formalidad de la protesta sin ser mínimamente escuchada y luego se procedía a votar con toda prepotencia ofreciendo más y más frutos a la corona sedienta, obedecían a iguales propósitos, fundamentalmente la hegemonía del gobierno sobre las áreas de información y la embestida contra el poder sindical. La ley del papel prensa que se aprueba en el día de la fecha y que deja en manos del estado la propiedad de su producción y distribución y anula la posibilidad de libre importación es una flagrante movida del Estado para apropiarse de la materia prima de los diarios independientes que a lo largo de todo el país ya han hecho oír sus reclamos llenos de indignación. La ley del estatuto rural tiende conceptualmente a destruir la UATRE, vaciar su caja e favor de la administración del gobierno, y a descabezar a un adversario sindical, el Momo Venegas, enfrentado claramente con el ejecutivo. La ley antiterrorista no persigue, como engañosamente se presenta, luchar frontalmente contra este flagelo de la humanidad que pone en riesgo la seguridad de millones de personas en el mundo contra la irracionalidad asesina de los grupos radicalizados del  mundo, sino que, simplemente pretende frenar las críticas de los observadores de la realidad argentina que puedan poner en riesgo la ejecución de algún programa de gobierno; así transmitir a la población que el dólar paralelo aumenta porque la gente tiende a comprarlo masivamente cuando se restringe la operación bancaria normal puede hacer actuar la ley contra el transmisor que pasa a ser acusado de promotor de una corrida bancaria, o terrorista económico (¡!). Esta actividad febril de los legisladores oficialistas, que no se caracterizan precisamente por ser trabajadores febriles, se enmarca en una realidad cotidiana de embestidas judiciales de jueces subrogantes de otras provincias (como Mendoza, por ejemplo) que con el auxilio de gendarmería y un despliegue sobresaliente de medios ocupó la sede de Cablevisión, del grupo Clarín, superenemigo actual del gobierno, la más poderosa empresa proveedora de cable del país, en una maniobra donde se ve la mano del gobierno a través del grupo Vila-Manzano, competidora de Cablevisión en el interior del país y conectada con operadores que tienen oficina propia en la Casa Rosada. Y demandas millonarias de la AFIP al diario La Nación (otro enemigo del gobierno) por presuntas deudas impositivas justamente en estos días de navidad donde parece que no sólo explotan los cohetes festivos en los barrios sino los misiles destructores lanzados desde Balcarce 50.
    El objetivo supremo es gobernar brutalmente, en presunto beneficio de una libertad y una democracia que se declaman pero se desprecian en la práctica y ponen en descubierto tics de gobiernos despóticos y dictatoriales que desprecian la discusión y el derecho de los demás en beneficio de oscuros intereses que benefician a unos pocos. Todo con un coro de periodistas y medios a sueldo, y de famosos tontos que contribuyen al juego repitiendo como loros los argumentos de un gobierno que avergüenza. Hoy un político peronista de la oposición, Eduardo Amadeo, se preguntaba en los medios por qué el esfuerzo de este gobierno en someter a la prensa y qué es lo que pretende ocultar. Y quizás las confesiones de Sergio Schoklender hasta hace poco aliado del gobierno, hijo putativo de Hebe de Bonafini, defensora incondicional de los Kirchner, ponga luz en este campo después de sus declaraciones a Martín Caparrós en su blog. Schoklender dice directamente que una cosa son los discursos, pero otra la verdadera política que se cocina adentro. De ahí surge que todo se paga desde el gobierno, desde los movimientos sociales con D’Elia y Pérsico a la cabeza para que no molesten hasta los medios a los que si se rebelan se los amenaza con quitas de la pauta publicitaria o quiebra de sus empresas. Que todo tiene una caja y que los ministros hacen malabares con los fondos según sus necesidades y su influencia en el gabinete, independientemente de lo que marque el presupuesto. Que es simplemente con dinero que se debe pagar a los miembros de cada planta del gobierno que cobran en negro mucho más que lo que fija la ley, el financiamiento de la política que incluye las movilizaciones, el periodismo adepto y la carteleria, y los funcionarios que no sólo aseguran personalmente su futuro sino el de sus parientes. Que Néstor negociaba con todo el mundo y tenía siempre una puerta trasera en cada ministerio para conseguir cualquier cosa pero con Cristina, en cambio, las cosas se hicieron más duras y que Abal Medina ocupó aquel puesto con menos soltura, que las licitaciones están todas arregladas y el nivel de sobreprecios que se pagan para la obra pública es exorbitante, que Bonafini es insoportable y de una humilde luchadora mutó a una figura pública apañada por los Kirchner de los que se convirtió en uno de sus portavoces, que la dirigencia política y los grandes grupos económicos no son antagónicos sino que se complementan, que hay jueces a quienes les caen siempre las causas más resonantes que afectan intereses del gobierno y actúan en su beneficio, y que las cosas ahí arriba están tan podridas que de todos el único rescatable es Moreno, el secretario de Comercio, que a pesar de sus modos desagradables y de ser un cuadro de la derecha del peronismo es incorruptible, nunca se ha llevado un peso que no le correspondiera y es usado por la Presidenta como fusible para llevar sobre sus espaldas la tarea más sucia.
    Por supuesto que aquí hay un tema de credibilidad, según lo subrayan los representantes del gobierno en todos los medios y en cada discurso. Ellos aseguran que Schoklender no es confiable, que miente, y que es un ser despreciable, cuando nadie objetó su asociación con Madres durante dieciséis años. Pero si se trata de un tema de confiabilidad ¿debo creerle a Bonafini?, ¿a Randazzo?, ¿a Aníbal Fernández?, ¿a Rossi?, a Pichetto?, ¿a Boudou?, ¿a Garré? ¿O puedo oír la voz de un desplazado, independientemente del grado de simpatía que me produzca, de un arrancado del núcleo del poder de un gobierno lleno de fisuras, y tratar de relacionar sus juicios con los hechos de observación diaria, y el conocimiento de la vida que mis sesenta y un años de vida en Argentina me ha dado?
    La ofensiva del gobierno parece imparable, pero en su afán de hegemonía, por impunidad,  está cometiendo errores de estrategia política que comprometen el horizonte de todos los argentinos e hipotecan la estabilidad del mismo gobierno. Sus prácticas son violentas y burdas, y quienes se convierten en víctimas de ellas sabrán imponer gradualmente su resistencia. Mientras tanto, que la política siga por sus senderos oscuros y tenebrosos, mientras los discursos grandilocuentes se propagan diariamente para la gilada.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Una cáscara vacía.


A veces, gente en la que uno jamás confiaría resulta lúcida y transparente como cristal. En el día del camionero, Hugo Moyano en demostración de su fuerza al frente de la CGT en el estadio de Huracán repleto de representantes de su gremio provenientes de  todo el país, aprovechó para contestarle a la Presidenta alguno de los contenidos del discurso del día de su asunción. Resultaba así la marcación del terreno sobre el terreno ya marcado al más puro estilo animal en la acepción más pura del término. La Señora Cristina había señalado con autoridad de Directora de escuela que ella era quien ostentaba todo el poder legitimado por las urnas, que había sectores, como el bancario, que ya habían acumulado suficiente fortuna como para aceptar ciertos requerimientos del Estado, y que ella no era la Presidenta de las corporaciones (léase de la CGT) y que no iba a tolerar extorsiones, subrayando a su modo que su Gobierno había resultado superior al del mismísimo Perón. En resumen, que la fiesta de las repartijas había finalizado y que ahora el botín era sólo para los Kirchner. Y Moyano, a pesar de su hablar ebriforme, subrayó dos puntos en los que se basa el eje del conflicto que los separa: el manejo de las obras sociales y la vacuidad de la estructura del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires y en la Nación. Se quejó de la maniobra a la que atribuyó solapadamente una influencia oficial que llevó a la cárcel a Zanola, el responsable del gremio de los bancarios complicado indisimuladamente con irregularidades en el manejo de los fondos de su obra social y la utilización de medicamentos truchos para sus afiliados. Moyano recordó los años de esplendor de la mano de Néstor Kirchner quien, con su natural propensión a pagar en efectivo por lo que consumía, le había prometido apoyar las obras sociales, promesa cumplida cuando facilitó que los gremios llenaran sus arcas en los años de crecimiento de la Economía, que Moyano creciera desaforadamente como empresario particular, y que a la vez escalara en la estructura de la CGT y el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires y de la Nación, haciéndolo soñar hasta con la Presidencia de la Nación. Nadie como la familia Moyano lamentó la muerte de Kirchner, quizá no tanto por el afecto profundo que los unía sino por la sociedad comercial y política que se derrumbó con su muerte y con la ocupación del espacio oficial por Cristina y su hijo Máximo. Eran épocas en las que los intendentes obedientes y sedientos de contribuciones aportaban caravanas de cientos de ómnibus anaranjados repletos de habitantes de los barrios carenciados que eran arriados por punteros hasta la Plaza de Mayo para escenificar las manifestaciones que requería el Gobierno mientras que la CGT llenaba de colorido esas fiestas calificadas como populares y el PJ sacaba del arcón los instrumentos bien conservados del folclore peronista tan caro a los sentimientos de muchos humildes y a los bolsillos de muchos nuevos ricos de barrios acomodados. Pero el peronismo ya era un gran ómnibus al que subían pasajeros y conductores diferentes desde hacía décadas. Habían sido primero, a fines de los cincuenta, radicales intransigentes, en los sesenta dirigentes sindicales que gustaban del doble espionaje y que debieron pagar las traiciones con sus vidas, en los setenta trasnochados lectores de Marx y fanáticos del Che Guevara creyentes de las transfiguraciones revolucionarias, a mediados de los setenta militares y policías asesinos, a comienzos de los ochenta abogados represores y estúpidos quema ataúdes, a fines de los ochenta y parte de los noventa patilludos neoliberales y privatizadores acompañados hasta de gorilas de la más rancia estirpe, al comienzo del dos mil mafiosos y golpistas. Y ahora llegaba el turno de sureños ambiciosos y autoritarios. El ómnibus seguía pintado de los colores de los alegres días soleados peronistas, de las marchas gastadas como las púas de los tocadiscos que tanto la habían despertado, y los sones de los bombos conservados en los armarios de las unidades básicas. Los descamisados ya no estaban pero crecían los vecinos de las villas cuyos abuelos habían estado en la plaza del cuarenta y cinco. El líder de los brazos en alto con su eterna sonrisa se había muerto hacía mucho después de quedarse sólo en la plaza con los gordos reaccionarios de las sesenta y dos organizaciones ante la ida de los jóvenes decepcionados que pretendían cambiar el mundo. Pero ahí estaba la caja de Pandora, la lámpara de Aladino que frotada convenientemente despertaba sones movilizadores y atraía a legiones que llenaban las urnas. El ómnibus pintado con alegres colores aún servía para transportar a quien tuviera talento para ocuparlo y hacerlo arrancar, sea cual fuera su naturaleza, su origen o la ideología que sustentara. Pero en esencia, aquellos años, esas antiguas sensaciones no son genuinas. Sólo una ilusión que nace como cuando un proyector vuelve a la vida los cuadros de una película ya vista infinidad de veces.
    El ómnibus está aún ahí y quizá allí siga por muchos años para usufructo de quien logre ponerlo en marcha. Pero como dijo Moyano, en definitiva, es una cáscara vacía. 

Quien te ha visto y quien te ve

"La Patria se construye haciendo y no enfrentando"

Hebe de Bonafini, 15 de diciembre de 2011 en respuesta al discurso de Hugo Moyano.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Cámpora y las lecciones de la Historia.


No sólo resultan antipáticos a simple vista por su soberbia que pretende llevarse todo por delante. Sería un error creer que los empuja un ideal revolucionario o un bagaje intelectual sobresaliente. Son, y esto es lo más importante, irracionales y violentos, al estilo de los barrabravas que nutren las canchas argentinas utilizadas desde siempre por las parcialidades políticas. “La Cámpora” alude a ese grupo cada vez más desatado de jóvenes comandados por el hijo de la Presidenta que no podía llamarse menos que Máximo teniendo en cuenta el hogar de donde proviene, que hoy por hoy es uno de los personajes más influyentes de la política argentina aunque siempre está medio tapado por decisión propia así como hacen los felinos antes de dar un zarpazo. Es Máximo quien decide junto a su madre la designación o la caída en desgracia de un ministro, la alianza con un líder de la CGT, la peligrosidad de un gobernador, la lealtad de un secretario. Y las políticas de estado se arman con su opinión jerarquizada a los oídos de la Presidenta que alienta sus movimientos. Pero más allá de eso, sus contactos con la SIDE le permite desarrollar un recurso fundamental para un gobierno unipersonal que se siente rodeado de enemigos: el del fisgoneo para asegurar la supervivencia. Es curioso que tal grupo tome el nombre de un ex incondicional de Perón durante los cincuenta, que en su regreso definitivo a la Argentina fue designado en su lugar para ocupar la Presidencia en atención al grave estado de salud del líder con la convicción que sus características de pasivo y obediente sirvieran a los propósitos del viejo. El peronismo clásico se vio defraudado con esta maniobra del General pero la corriente de los lúcidos  jóvenes de izquierda que creían que por el peronismo pasaba la revolución socialista acuñaron para la campaña la famosa frase “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, se abroquelaron tras la triste figura de ese Cámpora que nunca había ostentado brillo alguno, y así se llegó al gobierno en un intento frustrado en el que la puja entre los sectores reaccionarios (los del General) y los de izquierda se hizo insostenible obligando a Perón que con su nefasto ministro López Rega se encargó de encaminar las cosas hacia el desastre manchado de sangre de la triple A, del ERP y de Montoneros, que desembocó en la catarata oscura de la dictadura.
    Gente de “La Cámpora” suele ser insertada por consejo de Máximo como reaseguro kirchnerista cuando un funcionario ocupa un puesto codiciado por la Presidenta. Así Lorenzino, delfín de Boudou (funcionario rigurosamente vigilado), está secundado por Kicillof, Timerman por Moreno, Scioli por Mariotto. Éste último, respirándole en la nuca al Scioli complaciente y resistente de siempre, hace con Sabattella, ávido de poder como pocos, un movimiento de pinzas tendiente a desgastar, por orden del gobierno, el poder de Scioli, quien, por esas cosas que tiene la Argentina, a pesar del escaso sentido del ridículo que padece tras tantos episodios de basureo público oficial, goza de una suficientemente buena imagen como para seguir alimentando sus sueños de Presidente. Y la ansiedad oficial es tan grande, que, ya desatado el mecanismo de la sucesión, en el primer acto público del gobierno Scioli-Mariotto, el de su asunción, el lunes pasado, se produjo el primer enfrentamiento entre los sciolistas que ocuparon primero los espacios de la legislatura bonaerense, y La Cámpora con la JP que arremetieron, según pudo verse por TV, contra los policías apostados en las escaleras, con golpes, palazos y proyectiles que produjeron dos víctimas de La Cámpora con lesiones menores que fueron visitados urgentemente por Scioli y Mariotto en la guardia del Hospital San Martín de La Plata,  y seis policías que resultaron hospitalizados y que además fueron despedidos por funcionarios del gobierno de Scioli, lo que motivó el acuartelamiento de numerosos policías de La Plata y otras localidades por lo que consideraron una injusticia con olor a adulación del gobierno de Buenos Aires al gobierno central.
    Este es el comienzo. Las apetencias son enormes. Los ingredientes de la bomba están al alcance de la mano. Pareciera, una vez más, que las hojas de la Historia reciente no han sido bien leídas.

domingo, 11 de diciembre de 2011

De juras y verduleros.


La jornada de la jura de la Presidenta estuvo marcada por sensaciones. Donde uno fuera ese día y hubiera un receptor de TV o de radio cerca se oían cánticos y rugidos de tribunas como en un día de final de algún clásico futbolístico. No era para menos en un día de júbilo popular porque se festejaba uno de los actos más trascendentes de la democracia de la que estuvimos privados tantos años. Pensé primero cuánto esfuerzo habrían hecho los Kirchner a favor de la recuperación de la democracia, aunque después recordé los informes de algunos que cuentan que por esos años, el matrimonio de jóvenes abogados estaba muy ocupado en su estudio de Santa Cruz acumulando inmuebles de deudores hipotecarios apretados hasta el cuello.
Vi a la Presidenta jurar, en la emotiva sesión de la asunción  alterando la fórmula clásica por aquello de “que Dios, la Patria y él me lo demanden”, equiparando valores y jueces supremos metafísicos haciendo emocionar hasta las lágrimas a millones de personas que seguían el solemne acto, o provocando en otros asombro, indignación o vergüenza ajena.
Pude ver a la hija de la Presidenta colocándole a su madre, en un acto inédito para la asunción de tal alta investidura, la banda presidencial, como una hija puede darle a su madre a probar una remera comprada para su cumpleaños, haciéndole preguntar a uno ¿quién es esta chica tan simpática que está colocándole no sin cierta dificultad la banda presidencial a la Señora Presidenta?, dónde están sus méritos, salvo los genéticos (en un caso como éste en el que no se trata, al menos de acuerdo a los enunciados de nuestra carta magna, de una familia real en ejercicio porque tengo entendido que en Argentina no existe el reinado), o cuál es el papel que esa joven dama representa para el Estado argentino y que le proporciona el placet para tan alta distinción, o dejo atrás tantas preguntas y concluyo que tal vez se trate de una fiesta familiar, como un cumpleaños o un casamiento, en la que quien comanda las decisiones más importantes decide quién hace tal o cual cosa simplemente porque se le antoja…
Comprobé la euforia del  vicepresidente a quien sólo le faltaba que sus amigos se le acercaran para aplastarle huevos en la cabeza, y tirarle harina y fideos en un festejo de graduación en las puertas de una facultad, aunque debo reconocer que comprobé avances en su madurez al constatar que vestía traje en vez de short, y que no había llevado la guitarra eléctrica para alegrar la fiesta (lo cual no hubiera sido en absoluto objetable, salvo para los gorilas que nunca faltan, o algunos de la Cámpora que se encargan de espiar todo el tiempo a los funcionarios y de rectificar a los desviados siempre que se pueda).
Fue emocionante seguir los cánticos de los jóvenes que habían ocupado el recinto, llenos de la efervescencia de los años de desenfreno, ovacionando a la Presidenta, al difunto que no puede nombrarse, a la J.P., a Cámpora, a De Vido. Cantando la marcha peronista adecuada a los tiempos que se viven, subrayando la resistencia en los noventa. Silbando y acusando a gritos de traidor al vicepresidente saliente mientras la televisión pública hacía malabares para no enfocarlo y reemplazar su imagen por la de una bandera con la que se lograba taparlo.
Fue deslumbrante constatar cómo la Presidenta elogiaba  al Secretario de Comercio confiándole más responsabilidades en el Gobierno a un hombre como él, descalificado por quienes lo tratan por primitivo, áspero, grosero y buscapleitos, pero extremadamente leal, ahora encargado de ocupar áreas de Economía, de Cancillería y de Industria, condicionando con su accionar las funciones de los responsables directos de esas áreas, como para desautorizarlos o, al menos, controlarlos bien de cerca.
Qué emotivo fue ver a los artistas, músicos, actores y actrices de la escena nacional, besando a la Presidenta y mirando a las cámaras, deslizándole algún que otro elogio o bocadillo ocurrente y tal vez gracioso que la primera mandataria no escuchaba porque sus oídos estaban endulzados con músicas más sublimes, haciéndome pensar qué profundidad intelectual la de los artistas que con sus sensibilidades perciben sintonías que casi la mitad de la Nación no valoran, y haciéndome concluir que también algún grado de narcisismo, propio de la actividad específica, es necesario para pasar las horas que fueron necesarias pasar hasta que la Presidenta los recibiera y se encendieran las luces de las cámaras, que no serán las de Campanella pero al menos son cámaras y todo suma.
Y, finalmente, cómo me emocioné cuando vi a Charly en el escenario, gordo y lúcido como nunca, con su banda, disciplinado, bien vestido, sin romper ninguna guitarra, sin pelearse con ningún fan, sin olvidarse la letra, compartiendo el escenario con Cristina, quien me evocó a la cantante roquera de esa banda donde Charly García, nada menos, estaba en un segundo plano, como lo está el pianista de Lady Gaga, mientras ella se balanceaba con el Himno en tiempo de rock, y trataba de seguir con sus labios los difíciles acordes de la canción patria modificada por el cantante popular.
Los festejos  siguieron largas, largas horas, mientras la dicha inundaba todo, en un acto lleno de alegría frente a la Casa Rosada, como un auténtico show popular o nacional y popular espontáneo convocado por un pueblo feliz y despreocupado.
Hoy venían mis hijos a casa y decidí cocinar un asado. Fui a la carnicería y no estaban la radio ni la TV encendidas. El carnicero me anunció que llovería a la tarde. Me cobró ciento ochenta y cinco pesos por un asado para seis personas. Recordé con una sonrisa la última broma pública del Secretario de Comercio, cuando días pasados anunció que por ochenta pesos una familia podría tener una buena cena de navidad. Pensé entonces que quizá para la navidad, en dos semanas, los precios bajen como para darle la razón al señor Moreno. Fui después a la verdulería donde tampoco había radios ni televisores encendidos. Quisieron cobrarme quince pesos por un kilogramo de bananas que no compré. Imaginé que este año iba a ser difícil seguir con la tradición de la ensalada de frutas. Cuando me iba, el verdulero me alertó: “El que viene va a ser un año…”

lunes, 5 de diciembre de 2011

La Historia kirchnerista


Alrededor de doscientos historiadores, profesores universitarios e investigadores con acreditados méritos académicos suscribieron un documento que cuestiona la reciente creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, y denunciaron la intención del gobierno de avanzar hacia la imposición del pensamiento único. Mario Pacho O’Donnell, nombrado Director de tal Instituto pretendió desbaratar las críticas en una publicación en La Nación del pasado domingo y en los medios radiales y televisivos, a los cuales es muy afecto. “Nada más lejos que lavar las cabezas de nuestros niños y niñas imponiéndoles una nueva Historia funcional al gobierno”, enfatizó O’Donnell, esforzándose en subrayar que no eran ciertos los juicios sobre la falta de historiadores formados del Instituto dado “que los hay y muy destacados catedráticos, algunos titulados en el extranjero” y en lo que le cabe subraya que es médico y Director del Departamento de Historia de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, sin mencionar siquiera que es parte de una familia sobresaliente de académicos y famosos en los medios, psiquiatra, psicoanalista, que ha escrito obras literarias, biografías y panegíricos exitosos sobre hombres y mujeres de nuestra Historia, que ha conducido (y lo sigue haciendo) programas de televisión, y colaborado en obras de teatro y que ha participado primero en gobiernos radicales y luego peronistas como senador, Secretario de Estado y embajador. Al respecto, señala que “ya embanderado en este movimiento participé, como la inmensa mayoría de los peronistas, en el gobierno del doctor Carlos Menem”, aunque no menciona que como Secretario de Cultura y que escribió el prólogo del libro del ex presidente “Universos de mi tiempo” a quien califica de ”gran transformador” mostrándose impactado por la inteligencia del autor, principal responsable de la mayor destrucción del país en sus aspectos económicos, sociales y fundamentalmente culturales después de las catástrofes militares que también pretendió sepultar mediante los indultos como tiro de gracia de las leyes de obediencia debida y punto final con las que Alfonsín no había logrado calmar la ansiedad de los asesinos en retirada.
    Nadie podría cuestionar la necesidad de discutir la Historia de Mitre-Levene por las instancias académicas que correspondan en el ámbito universitario, con la participación de todas las corrientes vigentes y entre profesionales de méritos indiscutibles. Lo que resulta inconcebible es que sea la Presidente que digite cuando se le ocurra la composición de un organismo que logra generar desde  el inicio la resistencia de lo más selecto (hablando de rigor académico) del conocimiento en la materia y de la gente con sentido común que ve en esta maniobra un nuevo ejemplo de improvisación, de forzada imposición ideológica y de premio a quienes se acercan a las posiciones oficiales, condiciones que apuntan al fracaso de la empresa o a su descrédito antes de expedirse con la mínima conclusión. Otra vez el kirchnerismo se equivoca al entrometerse en uno de los temas que menos domina, el de la fuerza intelectual, que no conoce de imposiciones, de prepotencias ni de lealtades.

Nivel

"Fue una bromita, che, lo de concheto, tampoco te lo tomes tan así. Si te puse de vicepresidente y vivís en Puerto Madero. Tengo una buena opinión de la gente de Puerto Madero, si no no te hubiera puesto de vicepresidente. Puerto Madero tiene su vicepresidente, así que no se pueden quejar"

Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un acto público donde inauguraba un parque industrial en Berazategui.