lunes, 7 de mayo de 2012

"No queremos carnaval..."


Los medios son la obsesión del gobierno kirchnerista. A las claras, su actitud de rechazo explícito y machacante a las corporaciones de medios no son ni más ni menos expresión de su lucha competitiva por hacerse de ellos y dominar así la información que llegue a los ciudadanos. Es una vieja obsesión peronista, peronista de los años cincuenta, el callar a los opositores y para ello perseguir a los críticos, denostarlos, y reemplazarlos por periodistas amigos, voceros de los que pueden dar cuenta “Página 12”, “Tiempo Argentino”, “Crónica TV”, Radio Continental, Canal Encuentro, Canal 7, y dese hace pocos días el paquete de medios C5N, AM710, y 4 emisoras de FM que Hadad vendió forzadamente (según confesó) a Cristóbal López, empresario del petróleo y del juego, creación de los Kirchner. En los cincuenta brilló en la tarea de dominio oficial hegemónico de los medios Raúl Apold, que terminó hartando a todo un país de la propaganda peronista que ocupaba todos los espacios consumiendo el oxígeno que necesitaba el resto de la población no peronista del país que gestó o festejó el derrumbe inevitable. En nuestros días los recursos tecnológicos avanzaron hasta límites insospechados, convirtiendo en obsoletos y burdos los métodos de Apold, pero sin embargo, sus logros deben ser el foco de admiración de más de cuatro funcionarios entre los que sobresale la propia Señora Presidenta. La acción del gobierno kirchnerista, nada planificada sino por el contrario basada en el día a día, variedad argentina de "lo atamo con alambre" o del "se egual", se agita con los golpes de efecto y  la propaganda asfixiante la 24 horas del día. Los discursos de la Presidente, lamentables por lo intelectualmente frágiles y declamatorios, son monólogos a la manera de representaciones teatrales con entradas concedidas a numerosos elementos rigurosamente seleccionados en recintos cerrados, con funciones específicas según sectores, tales como aclamar, entonar cánticos específicos, promover plausos y saltos, etcétera, etecétera. Asisten indefectiblemente los funcionarios de gobierno y legisladores afines, dispuestos a festejar cada ocurrencia (ninguna espontánea), aún las menos logradas de la Señora que suele actuar como verdadera monarca incuestionable, teoría abonada por la prohibición absoluta del acceso de los periodistas no kirchneristas y la de efectuar preguntas a la mandataria. Son infaltables las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, incondicionales seguidoras. Es habitual las asistencias de los intendentes y gobernadores receptores de los favores del gobierno. Es frecuente la presencia de peronistas históricos del nivel de Dante Gullo que contribuye con su simpatía al éxito permanente de las reuniones. Son habituales las invitaciones a gente del espectáculo que con su impronta popular son utilizados para llevar un poco más de agua a los molinos oficiales, léase León Gieco, Fito Páez, Víctor Heredia, Gustavo Santaolalla, Andrea del Boca, etcétera, etcétera. Y es inevitable la permanente asistencia de “La Cámpora” que domina todos los espacios y constituyen el alma de las citas frecuentes y rimbombantes, transmitidas meticulosamente por la TV oficial y muchas veces por la Cadena a todo el país, mostrando a una Presidenta que trata a todo el mundo como patrona de estancia, tuteando y mofándose, en una expresión deliberada donde se combina su carácter iracundo (como decía Raúl Alfonsín) y la demostración de que “la tienen adentro”: “ A ver vos, Miguel, levantate para que te vean y te conozcan”, “Julio, ¿dónde te metiste?”, “Bueno, che, no te enojes, era una broma” , todas ocurrencias siempre festejadas ruidosamente por la “multitud” que llega a las pantallas de los millones de usuarios del país que siente que se acerca así al poder absoluto y creciente del gobierno. Y la Presidenta deja ver detrás suyo, casualmente, la silueta de Eva del Ministerio de Salud gritando hacia el micrófono, metiendo subliminalmente la idea que quien habla es la transfiguración de la figura venerada. Pero la máxima expresión de la fidelidad y la emoción de las fiestas así convocadas están concentradas en la figura del vicepresidente, el Señor Amado Boudou, siempre exultante, ahora más que nunca al haber salido del atolladero al que los enemigos de siempre lo habían metido sin ninguna razón, acusándolo de corrupción por la participación del salvataje de la empresa ex Ciccone que en estos días justamente ha empezado a imprimir billetes para la circulación en el país, según unos contratos millonarios que quien sabe a quién o a quienes beneficiarán. Y la Presidenta deja caer así porque sí su frase “quiero hacer un último servicio al país…”, y los de “La Cámpora” empiezan a gritar, espontáneamente “No, no”, haciendo recordar a los memoriosos el famoso renunciamiento de Eva sobre la Avenida Nueve de Julio y los descamisados rogándole aceptara el cargo, todo orquestado preparando el campo par lo que se viene de inmediato, que no es como decía Estela de Carloto el tema de las mineras (que de todos modos se van a venir porque es otro negocio del que la Señora Kirchner no querrá privarse), sino el de la reforma de la Constitución que permita la reelección indefinida aprovechando la ola de poder en la que surfea el kirchnerismo. Pero todo ocurre en recintos cerrados, multiplicando imagen y sonido por millones para su difusión a cada rincón donde llega la “Televisión pública” no como antes en la Plaza de Mayo, donde se dirimían las fuerzas de los actores, allí donde podrían concurrir irrefrenablemente las fuerzas del sindicalismo enemigo, o de las izquierdas en crecimiento inquietante desde las bases laborales del ferrocarril o del subterráneo, los representantes de “Barrios de pie” desde la villa 31, los nuevos integrantes de “La Juan Domingo” nuevo movimiento creado en las cercanías de Scioli para enfrentarse a “La Cámpora” que le puso a Mariotto en el medio para estremecer sus sueños presidenciales, y que debió contraatacar con la formación de “La Kirchner”, en una sucesión peligrosa a futuro para la estabilidad política y social del país, de formaciones de apoyo, verdaderos órganos de choque, estimuladas irresponsablemente desde el Estado. Y la Presidenta saca de la galera la estatización de la YPF que ella contribuyó a vaciar, y el tema de Malvinas, a la que Alicia Castro contribuye con una bravuconada ampliamente difundida y distorsionada, y Cristina aprueba una propaganda ofensiva a modo de una mojada de oreja en un barrio de compadritos con un spot filmado en Malvinas declamando “nos entrenamos en tierra argentina”, en una estrategia diplomática de horizontes nada claros.
    Pero la Presidenta  se maneja en el mundo como una cholula que muestra a Obama en una sesión de trabajo una portada del diario Clarín donde Magneto siempre distorsiona todo, y Obama aprueba la visión conspirativa de Clarín y le da un palmada en el hombro y le dice “Cristina, que barbaridad”, y la Señora, en cada acto de esos que son difundidos a cada rincón del país donde llega la “Televisión pública”, que parece que no sólo sirve para ver el mismo partido de fútbol en 3 o  4 canales seguidos a la misma hora, habla despectivamente de los medios de las corporaciones que ella moriría por dominar, dejando caer, a su manera iracunda al decir de Alfonsín “dicen por ahí…pero bueh…”, “después dicen que yo…”, “…porque si no mañana va a aparecer por ahí…”, denotando una profunda preocupación de lo que dicen de ella los medios, quizá por la ansiedad de poseerlos de una vez, tal vez por temor a que sigan deschabando cuestiones que mejor sería ocultar.
    Pero sigue la propaganda día y noche. Y la difusión de la mentira como medio de vida como la venta de 18 cosechadoras a Angola publicitadas por Moreno, Débora Giorgi y la mismísima Presidenta al subirse a una de ellas, máquinas aún no construidas en base a un prototipo ensamblado en Entre Ríos con piezas adquiridas a proveedores que recibieron cheques voladores, y que no pudo completar más que 20 minutos de una prueba en campo. Y sobre llovido mojado para un gobierno que hace de la mentira un culto, Lanata puso al descubierto en la noche del domingo pasado, una estrategia publicitaria en la que están implicados el jefe de gabinete Abal Medina y la Ministra de Seguridad Garré, con la intervención en Twitter para instalar temas de interés para el Gobierno, con personas truchas que no existen según los nombres y direcciones expresadas y que corresponden a extranjeros que no tenían la menor de las noticias sobre la utilización que de ellos se hacía para publicitar al Gobierno.
    La Plaza de Mayo, escenario de gestas históricas ha sido desplazada a los medios por los cuales el gobierno tiene devoción. No puedo dejar de recordar los setenta, cuando irrumpieron por primera vez en esa plaza jóvenes imberbes que primero serían echados por quien, amante de las cuestiones numéricas más que ideológicas, poco antes los había convocado evocando a Mao. Luego empezarían a ser eliminados físicamente por su secretario privado, un ex comisario, brujo de profesión. Y finalmente serían diezmados por una dictadura asesina que basó su accionar en un decreto del gobierno de Isabel Perón sobre el aniquilamiento de la guerrilla. Cuando esos jóvenes abrazaron al peronismo como instrumento al socialismo, se asombraron de la liturgia peronista, y no repararon en gritar una y otra vez “No queremos carnaval. Asamblea popular”. Fue cuando los muchachos de la vieja guardia los empezaron a mirar con desconfianza.

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