Recientemente, el
presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana
de Prensa (SIP), Gustavo Mohme, trazó hoy un panorama sombrío sobre las
amenazas que vive la libertad de expresión en Argentina y opinó que la misma
"excede" a los medios y periodistas y se proyecta sobre la ciudadanía.
“Detrás de una deliberada confrontación contra medios como La Nación, Clarín o
Perfil, subyace un proceso de limitación de las libertades ciudadanas muy
serio", explicó Mohme en la apertura de sesiones de la Asamblea de Medio
Año de la SIP en la ciudad española de Cádiz. “La represalia estatal se
proyecta en la Argentina sobre diversos actores, como las consultoras de
inflación multadas por el Gobierno”. Mohme
también criticó el uso propagandístico de la estatización televisiva de hechos
deportivos, como el fútbol y el automovilismo a través de plataformas de
propaganda política. El directivo mencionó a "Venezuela, Nicaragua y la
Argentina como países donde aumenta el número de medios oficiales, que se usan
directamente como medios de propaganda, así como el abuso de la publicidad
oficial". Por otra parte, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), en su
informe anual, ya había denunciado 122 ataques a la libertad de expresión en
Argentina durante 2011, 17 de los cuales fueron graves. El informe señala
13 casos más que en 2010, pero 25 casos menos que en 2009. El reporte incluye
seis casos de censura interna (ocurridos dentro de los propios medios de
comunicación) y también “casos favorables” para la libertad de expresión, como
fallos para regular la distribución de la publicidad oficial y juicios
favorables para periodistas. Durante 2011, los meses con mayor cantidad de
ataques fueron los de actividad electoral e incluso el mes posterior a los
comicios nacionales. Así, el mes con más ataques fue noviembre (17) y tanto
agosto como septiembre y octubre tuvieron 12 ataques cada uno. El principal
ataque sigue siendo la agresión física/psíquica, con 37 casos. Le siguen
amenazas (20) y atentados contra la propiedad o emisión, tales como el bloqueo
a la circulación de diarios (17).Se detectaron 12 casos de censura, la mitad de
ellos al interior de los medios.“Sin duda hay mucha más censura interna en el
periodismo argentino, pero es difícil su registro. En esos casos se depende de
la voluntad del periodista, o de que el caso tome estado público y por lo tanto
se haga posible la intervención de Fopea sin poner en riesgo la continuidad
laboral del periodista afectado”, explica en un texto de análisis Fernando Ruiz, de la
Comisión Directiva de la entidad. El agresor principal de los periodistas y de
los medios sigue siendo desconocido (23 casos) y sin caracterización (16).
Después siguen los funcionarios municipales (10), nacionales (10) y provinciales
(10). Luego activistas o sindicalistas /8) y la fuerza pública (7) al igual que
propietarios de medios (7).
Los hechos no sorprenden y el origen de la
represión no puede ser ignorado cuando la Presidente en persona y el abultado
coro de alcahuetes que la rodean en sus puestos de funcionarios y voceros (llámese
periodistas dependientes), y en especial los grupos de choque destinados al
efecto (específicamente “La Cámpora”) denostan permanentemente con los mayores
agravios donde no faltan los consabidos términos “gorila”, “cipayo”, “agente de
Magneto”, “cómplice de las corporaciones”, a eminentes periodistas que suelen
razonar sin rigideces dogmáticas y sin
los incentivos que el dinero mal habido provocan en las lenguas demasiado
largas de los charlatanes a sueldo que han decidido olvidar su prestigio y su
honorabilidad, si es que de ellas alguna vez habían tenido alguna idea. La
Presidenta detesta abiertamente al periodismo en una tácita falta de
consideración a una de las herramientas básicas de la Democracia, la que
asegura la libertad de comunicación de los ciudadanos. Y lo hace al comunicar
los anuncios del Gobierno mediante cadena nacional, rodeándose de una claque
sumisa y payasesca, evitando el ingreso de periodistas y evadiendo
sistemáticamente las ruedas de prensa y las entrevistas públicas. Ella, y en
cascada todos sus funcionarios, odian a la prensa que implica preguntas, cuestionamientos
y apertura. Y la política sistemática de desprecio a los medios no se basa en
una patología básica de quien dirige los destinos de la Nación, llamémosla
fobia a los cuestionamientos, sino a una acción deliberada tendiente a lograr
un objetivo: el de ocultar cuestiones indebidas. En este Gobierno se observa
claramente, como en el de Menem, que la política oficial es un enorme escenario
de negocios extraordinarios donde se amasa la fortuna de sus protagonistas, con
el fondo de las liturgias engendradas en el pasado pero a estas alturas insuficientes
para ocultar los desaguisados. Y allí, donde se asoman espectadores que no
forman parte del gran juego está el riesgo del deschabe, del descubrimiento de
lo que debe quedar tapado para asegurar la continuidad del negociado, y
entonces será necesario negar lo descubierto, y tratar de mentiroso al medio
osado en tal herejía (“Clarín miente”), y atacar como enemigo de la Patria a
quien ose meter las narices donde no se lo ha llamado. Todo para que la Señora
Cristina continúe incrementando vertiginosamente su patrimonio durante sus
gobiernos, y su vicepresidente prosiga con sus negocios millonarios sin que
nadie perturbe su sueño, y los amigos del poder convertidos en supermillonarios
en pocos años, continúen manejando el juego y acaparando activos como emisoras de
FM y televisión que estarán al servicio de la información oficial monolítica
que es la más pura y verdadera. Mientras tanto, el coro de estúpidos o vivillos
repiten frases consabidas que permitan que sus líderes continúen llenándose el
buche mientras ellos cumplen con la militancia en el mejor de los casos o
cobran sus buenos dividendos para callarse la boca o hacer todo lo contrario
pero a favor del Gobierno y sus secuaces.
En este escenario de miedos y amenazas, en
un contexto de Terrorismo Informativo de Estado, la actitud de algunos
periodistas argentinos es digna de admiración. En la noche del domingo próximo
pasado la Argentina ha asistido a un hecho histórico quizá aún no
suficientemente valorado. Jorge Lanata, uno de los exponentes más inteligentes
y lúcidos de la oscura Argentina de estos días, ha convocado a un grupo selecto de alrededor
de cien profesionales del periodismo, incuestionables desde las perspectivas de
sus largas trayectorias en distintos medios, su dedicación al trabajo y su
capacidad para razonar sobre la actualidad, a su programa “Periodismo para
todos…y para todas” que se emite en canal 13 de Buenos Aires, y al grito de “Queremos
preguntar” se cuestionó el hermetismo del Gobierno y se exigió la necesidad del
ejercicio del diálogo. Después de una lectura de los diez temas sobre los
cuales la Presidenta nunca habla (incluyendo la inflación, su enfermedad, el
caso Ciccone, etc., etc), se comenzó a oír un coro con la consigna “Queremos
preguntar, queremos preguntar”, hasta que se abrió el telón de fondo e
inesperadamente quedó detrás de la figura de Lanata el enorme grupo de
periodistas que a modo del gran coro de un teatro lírico entonaba emocionado su
consigna de liberación, en una actitud de valentía y desafío. El sentido común,
pequeños cerebros de “La Cámpora”, indica que no pueden comprarse tantas
voluntades de gente habitualmente tan coherente y lúcida, por lo que el
argumento automático colgado de vuestras lenguas no tendrá sentido para la gente
pensante como nosotros, que ya estábamos perdiendo las esperanzas. Gracias a
Lanata y a esos cien periodistas presentes en el programa del domingo (cien que
podrían multiplicarse por miles seguramente), que se animan a seguir pensando y
a plantarse frente a un Gobierno de loros parlanchines para hacerles fuck you
con sus preguntas, es que, puedo asegurarlo con convicción, aún quedan
esperanzas para Argentina.
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