miércoles, 30 de mayo de 2012

Entre monigotes y perfeccionistas


El universo de los funcionarios y demás políticos de Argentina ofrece un escenario lamentable donde permanentemente hacen su aparición monigotes de todas las características que no son graciosos por ser tan ridículos y no alegran porque con sus acciones y omisiones son responsables de la construcción de la vida cotidiana de quienes vivimos en este país. Podríamos ir de arriba hacia abajo o viceversa y tendríamos páginas y páginas que llenar con anécdotas, discursos, historias y vivencias de los personeros oficialistas y los de la “oposición”, pequeños atorrantes (lo de pequeños por su baja estatura de personas) que satisfechos de sus vidas de privilegio juegan con los destinos de la Nación en un sentido amplio, pero con el bolsillo, la calidad del trabajo, la salud, la vida o la muerte, el destino de nuestros hijos, y nuestra libertad de ciudadanos en un sentido más concreto. Una Presidente altiva a la que se le caen los anillos de oro en el camino, empecinada en lograr sus caprichos rodeada de una corte de inservibles que sólo son útiles para aplaudirla, mientras niega las posibilidades de discutir sus ideas aún con su propio gabinete (no existen las reuniones de gabinete en los gobiernos kirchneristas) y de brindarse, como es su deber, a la publicidad de sus actos (de ahí lo de “queremos preguntar”). Que no tiene capacidad para elegir segundos que al menos con alguna aureola jerarquicen el gobierno al que pertenecen. Que carece de escrúpulos para defender a truhanes que descaradamente hacen sus negocios millonarios haciendo saltar Procuradores Generales, jueces y fiscales que investigan ilícitos enormes como elefantes. Que comete la irresponsabilidad de tener como mano derecha para los destinos económicos de la Nación a rufianes que carecen de la mínima capacitación en el tema, y que improvisando diariamente manejan el comercio, la balanza comercial y la moneda, como lo haría un marido bruto y machista con una esposa tonta y sumisa. Hoy en Argentina, en un atentado directo a las libertades públicas ningún ciudadano puede comprar un solo dólar oficial por las restricciones de la AFIP, mientras que el resultado obtenido con tal descabellada medida es el aumento de la brecha con el dólar paralelo hasta cerca de 40%. Desde la Presidenta hasta los funcionarios serviles y el coro de periodistasrepetidoresoficiales, llámense operadores ( a sueldo o por convicción rasante) se explica que ellos manejan el timón para el 89% de la población que jamás ha visto un dólar, mientras que el 11% restante (más de tres millones y medio de personas), seguramente con no menos de dos personas a su cargo en promedio (es decir más del 30% de la población), conoce el dólar, pero no el que viene en valijas llenas desde el exterior para pagar campañas como las de Antonini Wilson, ni los tres millones y medio como los de la Presidenta depositados en una cuenta de ahorro según declaración de bienes del año 2011, sino esos poquitos dólares que sirven para comprar una casa, una moto importada, un repuesto de auto, un saxofón norteamericano, un viaje a Méjico, o sólo para ahorrar, o “atesorar” como suelen llamarlo despectivamente, todos vicios deplorables de la desestabilizadora clase media argentina según los ojos oficialistas. Y entonces sale un ser impresentable de bigotes gruesos, maquillado como marioneta, papel que cumple a la perfección, con antecedentes de haberse escapado en el baúl de un auto por robo durante su intendencia en una populosa ciudad del conurbano, especialista en defender lo indefendible, y declara, suelto de cuerpo,  “los argentinos debemos acostumbrarnos a pensar en pesos”, atribuyendo el desdoblamiento del cambio a caprichos culturales de una minoría malcriada que pretende arruinar el “modelo” que tantos frutos ha dado. Haciendo gala de su habilidad embaucadora frente a periodistas que no se atreven a esgrimir otros argumentos para reafirmar que los argentinos no tienen por qué buscar dólares en vez de pesos, como si el Señor fuera quien dispone de la voluntad de los ciudadanos, como si él comprara las propiedades en pesos en un mercado que por siempre operó en dólares, como si la gente fuera tan estúpida e ignorara que hubo argentinos que perdieron lo poco que tenían alguna vez en la Historia reciente por estas cuestiones del dólar volador frente a los enunciados de los funcionarios de turno (“el que apuesta al dólar pierde”),  desconociendo descaradamente que el precio del dólar es una consecuencia, no la causa de la crisis progresiva de la economía argentina, y que todos ahorrarían en pesos si es que no existiera una inflación entre 25 y 30% anual que licua los sueldos según nos enseñan los supermercados todos los meses, salvo a los que creen en los vergonzosos números del INDEC, defendidos a rajatabla por los salvadores de la Patria. Todo el día suenan los anuncios oficiales de bonanzas no reconocidas por “las corporaciones” fantasmas que parecen ser responsables de todos los males en un país de maravilla. Sin embargo, la avidez del Gobierno por no perder un solo dólar es sintomático. La impresión de billetes (por la ex Ciccone calcográfica salvada curiosamente por el vicepresidente Boudou) no tiene freno: en los cajeros automáticos salen flamantes y calientes como panchos. La obra pública en la provincia y los municipios está totalmente parada. Los gobernadores de las provincias, azuzados por el Gobierno, aumentan los impuestos inmobiliarios para incrementar la recaudación y aliviar las arcas exhaustas de las gobernaciones, y a la vez reevaluar las alícuotas del campo para que el Gobierno Nacional cobre un monumental incremento en concepto de bienes personales, castigando a los pequeños y medianos productores ya jaqueados por las sequías y las inundaciones de la última campaña, y si no basta con mirar a la provincia de Buenos Aires, a punto de ser castigada con un decreto de Scioli quien tendrá buena imagen para los estadísticos pero que muestra claramente la hilacha para lo que vendrá en el caso improbable que reemplace a su Reina. Está pendiente el quorum, hasta ahora pospuesto, para que el parlamento bonaerense discuta el proyecto Kirchner-Scioli, pero ya la oposición, (Radicalismo, Frente Amplio Progresista), haciendo gala de su habitual carencia de habilidad política, está negociando fervientemente la posibilidad de permitir el decretazo del Gobierno para el impuesto inmobiliario, y la pospuesta para discutir a la larga un revalúo fiscal escalonado, favoreciendo a Scioli pero no a Cristina, en lo inmediato, claro.
    Frente a este panorama político revistado a vista de pájaro, corresponde ahora analizar el papel de sus observadores naturales de los hechos cotidianos y su capacidad para reflejarlos en la comunidad, los periodistas. Un punto de inflexión en el escenario periodístico fue el programa de Lanata donde unos cien periodistas reconocidos por sus honestidad e independencia unieron sus voces para reclamar “queremos preguntar”, aludiendo al silencio permanente del Gobierno frente al periodismo no kirchnerista que es despreciado sin pausa desde las usinas de la Casa Rosada, transmitiendo juicios descalificadores a través de todos sus ministros, y de los “periodistas” e “intelectuales” adictos , muchos de ellos a sueldo, a través de la radio (en algunos programas de Continental por ejemplo) y la televisión (paradigmáticamente con el programa “Seis, siete, ocho”, ejemplo de servilismo y anencefalia). A partir de ese histórico programa que dejó desnudo al Gobierno en su prepotencia y sordera, se sucedieron múltiples manifestaciones esperables, como los improperios de “Seis, siete y ocho” y los de relatores históricos mutados en conversos kirchneristas, que hicieron de ese enorme grupo de seres pensantes, críticos y valientes, un saco de excrementos. Y otras, poco frecuentes pero cualitativamente interesantes. Una, la inesperada ausencia en ese estrado de la compañera radial matutina de la prestigiosa Magdalena Ruiz Guiñazú y de Edgardo Alfano, María O¨Donell, reciente ganadora del Martín Fierro por “mejor actuación periodística radial”, en el mismo programa de Magdalena. Con dura racionalización no exenta de verborragia (muy frecuentes en su discurso), María  decepcionó al intentar explicar su ausencia por su exigencia de “algo más que queremos preguntar”, como si esa consigna descalificara todo el reclamo necesariamente más amplio según su entender, en una postura “para mí esto no sirve” de subvaloración del esfuerzo de sus compañeros habituales de trabajo en coincidir en un reclamo absolutamente básico y claro. El otro, es el lamentable discurso en la fiesta de los Martín Fierro de Reynaldo Sietecase, galardonado por su labor periodística en Radio del Plata, quien subrayó que había que preguntar al Gobierno  “pero también a las corporaciones”, ensuciando la cancha de sus colegas y hundiéndose más al menospreciarlos en su calidad de “fiscales de la Patria”, en una lamentable diatriba confusa y deficiente que no logró definir en ninguna de los intentos posteriores de aclaración que hizo a los medios, mostrando un razonamiento obtuso y torpe.
    El sainete argentino tiene para todos los gustos. La compleja realidad se procesa en Olivos y la Rosada escamoteando los planos, ocultando verdades, ejercitando la esquizofrenia, y menospreciando la inteligencia del ciudadano, en un desfile de payasos, inmorales y atorrantes que se hacen de lo ajeno y se vanaglorian de sus actos como si fueran sublimes. La oposición, impotente y estéril, cuando debe actuar yerra una y otra vez, detrás de un Gobierno que juega con ella como el gato maula del tango, exponiéndola como a un mísero ratón. Y cuando por fin quienes tienen la obligación de reflejar la realidad, los periodistas, logran pararse frente a un poder que pretende ser omnímodo y exigirle respuestas, son salpicados por los necios que viven de órdenes y pagos regulares, de torpes que no saben donde están parados, y de perfeccionistas que se contentan con los premios de la televisión, olvidando que hay momentos en la vida en los que es imperativo jugarse en lugar de sentarse a esperar los efímeros trofeos de oro.

    

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