domingo, 15 de abril de 2012

De improvisados y líderes regionales.


Un sueño constante de Argentina, desde fines del siglo diecinueve, cuando parecía que esa posición era acertada,  era el de ser líder regional. La Historia argentina está llena de ejemplos de improvisaciones y desaciertos, pero mayores que los esperables en el devenir de la vida con sus múltiples personajes y sus cambiantes circunstancias. Seguramente, miles de interpretaciones llenas de ingenio y de sabiduría, y algunas otras de cinismo y cretinismo, pretenden cambiar el sentido de los hechos acontecidos aunque en general, estos suelen expresarse por sí solos sin necesidad de los iluminados de siempre que pretenden explicarlos. Fueron improvisados todos los militares que durante el siglo veinte, para no ser tediosos en el análisis previo de la Historia, produjeron golpes de estado. Fueron improvisados los terratenientes que confiaron en que la producción del campo era ilimitada y no requería más que tiempo para que las vacas engordaran. Eran improvisados una pléyade de presidentes constitucionales argentinos entre los que se destaca Fernando de la Rúa, cuando fueron elegidos como candidatos por sus partidos o sus alianzas circunstanciales, a excepción de escasas figuras como la de Arturo Frondizi que reunía todas las cualidades de un estadista con mayúsculas con formación, postura y visión excepcionales. Fue improvisado Perón, rodeado de fascistas y ladrones, estimulando a la juventud de izquierda con mensajes de Mao, y dejando los destinos del país, antes de morir, en manos de una mujer inepta e inestable y de un ministro sanguinario. Fue improvisado el sindicalismo argentino, en la recuperación de la democracia, al sabotear el gobierno de Raúl Alfonsín con once paros generales. Fue improvisado Alfonsín en pactar con los militares en memorables pascuas para luego ceder en las ignominiosas leyes de la obediencia debida y del punto final. Fue improvisado Menem al rifar el país al mejor postor y al dar el ejemplo que la impunidad era válida en un estado democrático, arrastrando a una pléyade de delincuentes de guante blanco a seguir sus pasos con alevosía. Fueron improvisados los Kirchner cuando, entre otras cosas, apoyaron la privatización de YPF durante el gobierno de Menem, tomaron con beneplácito la parte del tesoro que resultó de la operación, y lo giraron al exterior para resguardarlos de los riesgos de la debacle que se aproximaba en el 2001 y de la que algún dato revelador de seguro tenían como para ser precavidos. Fue improvisado Duhalde al confiarle el gobierno a quienes serían sus mortales y definitivos enemigos. Fue improvisado Néstor Kirchner cuando pateó el tablero del campo que le llenaría los bolsillos con las utilidades de un yuyo llamado soja y lo salvaría en los años por venir de los angustiantes faltantes de caja. Fue improvisada Cristina Kirchner cuando se rodeó de los imberbes de “La Cámpora”, encabezados por su enigmático hijo Máximo, quienes suelen asesorarla en temas de política y economía de alto vuelo para hacerla quedar como el hazmerreír de un mundo que no se traga fragmentos chamuscados de textos de una izquierda básica de pregrado ni de nacionalismo burdo del siglo diecinueve.
    Como ha dicho uno de los ideólogos clarividentes del peronismo, Pacho O′Donnell, producto de la etapa del peronismo de izquierda de los setenta enmarcado por la errada concepción de la lucha armada contra la sinarquía internacional y la burocracia sindical, en los noventa todos los peronistas se abroquelaron detrás del proyecto privatizador de Menem, incluyendo a O′Donnell, claro, que admiraba la inteligencia de tal presidente, y a Néstor Kirchner, que lo había calificado como el mejor presidente después de Perón. Menem arrasó a YPF con la aprobación del congreso nacional, y fue el artífice del proyecto Roberto Dromi, el mismo que en estos días trabaja ayudando al Gobierno en proyectos de reestatización. La beneficiaria de la petrolera fue Repsol de España, quien compró el 57% del paquete accionario en los noventa. En el Directorio quedó una representación del Estado con voz y voto con capacidad de controlar la liquidación de las utilidades de la empresa por los accionistas y las inversiones para asegurar la marcha de la misma, no mostrando particular interés en estas últimas en once años. Poco antes de morir, el presidente Kirchner facilitó al grupo Eskenazi, ajeno al negocio de los hidrocarburos, la participación en un 25% del paquete sin el requerimiento de ningún pago inmediato sino a cuenta según futuras utilidades. Desde fines del año pasado y con progresivo ímpetu durante el corriente, el Gobierno desató una tormenta de acusaciones contra Eskenazi y la empresa española, haciéndolos únicos responsables del vaciamiento de la empresa que abastece el 50% de la producción petrolera de España y gran parte de la argentina. La consecuencia fue la baja en la bolsa de las acciones de Repsol YPF en clara maniobra de depreciación para una futura adquisición ventajosa. Así, en la última semana, surgió con fuerza la versión de que ya estaba preparado el proyecto de nacionalización de YPF con la adquisición por parte del Estado de más del 50% de las acciones, proyecto que sería dado a conocer el jueves pasado por la Presidenta en persona en una de sus actuaciones pseudopúblicas con su clac. El proyecto pormenorizado había sido hecho público por el diputado del GEN Gerardo Milman, a cuyas manos había llegado por un alto funcionario del gobierno. Sin embargo, la Presidenta se abstuvo de hablar media palabra siquiera del documento, y al día siguiente, en varios programas oficialistas de informaciones se estaba diciendo que, nuevamente, el poder mediático había inventado una novela para perjudicar al Gobierno. Lo cierto, es que la Presidenta había sido citada, el mismo jueves, a una reunión a solas con el presidente Obama en Cartagena de Indias, después de haber recibido quejas de inversores estadounidenses tenedores de acciones de Repsol YPF, y una grave acusación de España y la Comunidad Europea contra Argentina, quien no sólo se conformaría con aplicar medidas imprevisibles y caprichosas que regulan sus importaciones de manera caótica, sino tiraría por la borda acuerdos internacionales con países poderosos con los que tiene compromisos ineludibles y operaciones comerciales pendientes.
    Axel Kicillof, viceministro de Economía y militante de “La Cámpora” fue el propulsor del proyecto, que incluía una presión para que Repsol desinvirtiera en todos los lugares del mundo para trasladar sus recursos a la Argentina, según un reclamo que pretendía la devolución de todas las ganancias de la empresa de los últimos años. La Presidenta, alertada incluso por el poderoso y tosco Moreno quien vio el proyecto como inconveniente, volvió sobre sus pasos mientras todos los diarios españoles la sometían al escarnio.
    En las tapas de los diarios de hoy aparece la Presidenta junto a Obama, quien parece consolarla mientras toca sus manos, después de advertirle: “Bueno, ahora Cristinita, a no hacer más travesuras. Sé que no fue intención tuya molestar a mis muchachos que tiene en juego 4000 millones de dólares invertidos en Repsol YPF, ni a los gallegos que consideran que YPF es la perla de su tesoro. Sabes que ellos tiene mal carácter pero además son amigos de los otros europeos que, estoy de acuerdo contigo, son muy odiosos, pero están un poco enojados con el bruto ese de Moreno que tienes allá en la puerta de la aduana y no deja entrar una de sus mercaderías. Al respecto deberías ir pensando que hacer con ese muchacho. ¡Ah!, y con ese otro jovencito, ¿cómo se llama?, ¡ah sí!, Kicillof, que parece tiene mucha imaginación y ha leído muchas historietas”, decía Obama mientras guiñaba un ojo a Dilma Rousseff, que sentada en la mesa de enfrente, no podía olvidar las palabras que el  presidente norteamericano había emitido un rato antes en una mesa de trabajo: “Brasil está en condiciones de ser un gran líder regional”.

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