Por suerte la
Presidenta ha salido bien de su operación y estará de alta en las próximas
horas. Aún siguen familias enteras con sus niños y bebés de pecho y miembros
del Movimiento Evita en sus carpas con sus banderas coloridas dándole apoyo a
Cristina, a pesar de las altas temperaturas (hoy el termómetro llegó a las 38°C),
y las incomodidades que implican las carpas, la falta de baños y de agua para
refrescarse, pero así es el Movimiento para sus líderes auténticos, fiel y
sacrificado. He oído sin embargo, críticas injustas a la Presidenta por haberse
operado en el Hospital Austral, uno de los más grandes y complejos hospitales
del país, ubicado en una de las zonas de mayor poder adquisitivo, construido
por Pérez Companc calificado por Forbes como la persona más rica de Argentina y
uno de los más conspicuos millonarios del mundo, perteneciente sin duda alguna
al Opus Dei, rama ultraconservadora del catolicismo, que para el ingreso de su
personal evalúa sus méritos como católico practicante, institución privada que
atiende las más caras empresas de Medicina prepaga y que califica según los
mayores estándares de calidad médica. Creo que las críticas son injustas. Es
indudable que la salud de la Presidenta no es moco de pavo y que no puede
dejarse nada librado al azar. Por ejemplo que no haya agua en el baño, o que
aparezca una cucaracha o dos corriendo debajo de la cama como para poner
nerviosa a la Señora que es muy buena pero que hay que ver como se pone a
veces, o algo peor, que haya que hacer con cierta urgencia un análisis de
orina a las dos de la mañana y no haya
nadie en el laboratorio, o que se corte la luz y o deje de andar el aire acondicionado
o el ventilador, o que el día de la operación se suspenda la intervención
porque los anestesistas están de huelga, o no haya gasas o falten suficientes
guantes estériles o sutura, o el jefe esté de vacaciones y el que debe operar
en esas circunstancias es el jefe y no un residente de primer año que después
de todo tiene todo el derecho a hacerse la mano pero uno no debe correr
demasiados riesgos, o al menos eso es lo que debe pensar La Cámpora y más aún
Abal Medina que si antes del diagnóstico fumaba noventa cigarrillos por día
ahora habrá triplicado esa cifra por lo cual es seguro que en pocos años lo
tenemos a él, aunque no esté entonces en ningún gobierno, internado en el
Austral u otra institución de semejante jerarquía con un cáncer de pulmón, o lo
que es dramático, suponiendo que se remonten todas esas dificultades,
supongamos que durante la cirugía el jefe que volvió de sus vacaciones y está
operando a la Presidenta extrae la glándula tiroides del cuello abierto de la
señora que menos mal que está dormida porque si no nos echa a todos y nos manda
a la puta madre que nos parió y se le ocurre al jefe cirujano pedir una biopsia
por congelación para ver si hay que seguir operando o todo termina ahí y la
enfermera le pregunta al cirujano “¿lo qué?” y el jefe indignado de tanta
ignorancia debe repetir la consigna cuchicheando tratando que Máximo Kirchner,
presente en el quirófano, no oiga tantas barbaridades, y el residente de
segundo que fue corriendo hasta Patología vuelve sin aliento dando la mala
noticia que no hay reactivos para las tinciones a pesar que fueron reclamadas
en la reunión del CATA del hospital hace dos semanas. Con todas estas
realidades en la mano, es una auténtica locura hacer operar a la Señora
Presidenta en un Hospital Público por tratarse, nada menos, que de la conductora
de un Gobierno Nacional y Popular que cuida los intereses de todos los
ciudadanos. Pero la realidad indica que todos los ciudadanos deben seguir
haciendo colas durante toda la noche para atenderse al día siguiente en el
hospital o viajar trescientos kilómetros para ser atendidos fuera de su
provincia porque a pesar de todo los hospitales de la capital son superiores a los
de las provincias, figurese. Todo eso está bien para la gente común, incluso
esas personas que pasan tantas horas en su carpas recalentadas a 38°C velando
por la salud de la presidenta con los carteles y las banderas de colores y la
silueta de Evita detrás. Todo eso está bien para la gente común, pero con la
Presidenta, como con Perón, no se jode viejo.
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