jueves, 19 de abril de 2012

Oposiciones estériles y revoluciones retrasadas.


En la calle se sabe que las tropelías kirchneristas van de la mano de una oposición estéril, que navega en aguas agitadas en una larga noche oscura. Y la gente siente indignación por la falta de una alternativa en la que apoyarse para enfrentar tanto dislate. Pero si faltaba algo después de la aplastante y peligrosa victoria de cristina Kirchner en las últimas presidenciales vaya ahora la experiencia del Senado argentino con el proyecto de expropiación de Repsol que marcha velozmente hacia su reglamentación. El espejismo kirchnerista de presentar a la Nación toda la falsa disyuntiva agitada por Pichetto y por Aníbal Fernández de “liberación o dependencia”, vieja trampa del Perón de los setenta, fue tragada una vez más por una oposición inservible que deja nuevamente en manos de mentirosos y corruptos la conducción de una de las herramientas básicas de un Estado cual es el dominio de la política energética. En el Senado de la Nación Argentina, 33 son los votos kirchneristas a favor del proyecto de la Presidenta, a los que se les suman 9 de los aliados y otros 3 agregados, pero también 4 del Frente Amplio Progresista (FAP) y 16 de la UCR, estos dos últimos supuestos opositores que pretendían canalizar las voluntades de los no kirchneristas. Sagaz fue la apreciación de quienes desconfiaron de sus propuestas como para no entregarles la responsabilidad de la conducción del Estado, pero peligrosa la consecuencia de que una banda de forajidos lleve adelante, sin frenos, una política de desaciertos y división de consecuencias insospechadas en el futuro. ¿Cómo hacerles ver a los “opositores complacientes” que aquí no se trata de ser o no ser patriotas por acompañar o no la idea de qué es más conveniente tener la propiedad de una empresa que fue rifada pocos años antes por los mismos que hoy pretenden salvarla de las garras de los capitales extranjeros? Que simplemente se trata de apoyar o no una maniobra política adoptada extemporáneamente en la soledad del poder absoluto por quienes han sido cómplices del vaciamiento de la empresa y que no tienen autoridad moral, dados sus antecedentes, de conducir un proceso de transformación que está contaminado con las sospechas de negociados ocultos a los que son tan propensos sus protagonistas. Basta con subrayar una vez más que detrás de los anuncios rimbombantes del gobierno están los consejos de Roberto Dromi, artífice actual de las estatizaciones en marcha, pero liberal privatizador durante los noventa, responsable directo del quiebre económico y moral del país junto a Ménem y Cavallo.
    No se trata entonces, como decía el impetuoso joven Kicillof de quejarse porque la Revolución de Mayo fue hecha en 1810 y no en 1805, primero porque esta no es una revolución liberadora, aunque la mayoría de la oposición haya comprado el caramelo, y segundo, porque la junta de gobierno de estos días está formada por los mismos actores indeseables de ayer y no por patriotas en búsqueda de una nueva identidad nacional.

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