sábado, 9 de junio de 2018

TAPIA: Premio Nobel de la paz.



Tras la suspensión del partido con Israel el sábado 9 de junio, el Chiqui Tapia (presidente de la AFA y yerno del Moyano mandamás del gremio camioneros, como para ponernos en contexto), declaró que espera que todo el mundo reconozca en su decisión un aporte a la paz mundial. Y agregó que como titular de la Asociación del Fútbol Argentino, su misión era velar por la salud y la seguridad de sus jugadores. La pregunta a la que nos enfrenta esta decisión inoportuna y no poco sobreactuada es por qué la selección argentina, en vísperas del campeonato mundial de fútbol, llega hasta el borde del abismo diplomático para emerger luego, imprevistamente, como salvaguarda de la paz mundial. ¿No podía haberse evitado este papelón, como otros tantos a los que el gobierno a través de sus instituciones nos tiene acostumbrados?
    Nadie puede negar que la región de medio oriente es un polvorín eterno con una Israel militarizada, protegida con escudos aéreos antimisiles, con el apoyo incondicional de Estados Unidos, comandada por un gobierno de derecha rabiosa sostenido por un rabinato ultra conservador, que ha anexado territorios en disputa ancestral, que ha surcado el país con un infame muro del siglo veintiuno como si no hubiera bastado la denigración conceptual de otros muros históricos felizmente derrumbados por los pueblos libres en el siglo veinte. Un país que hace del hecho consumado una política práctica y eficiente que recuerda al Bismark de sus mejores tiempos.  Y un país que erige, respaldado por la presidencia de Estados Unidos, con soberbia y autodeterminación, su nueva capital en Jerusalem, “eterna e indivisible”, territorio legendario pretendido también por el pueblo palestino, despreciando por enésima vez la posibilidad de negociar compartirlo.
     Que Miri Regev, una fanática ministra israelí de cultura y deportes cuestionada por la oposición del parlamento israelí, en una maniobra que en modo alguno puede calificarse de ingenua, haya pretendido involucrar a la selección que lleva al mas afamado jugador de la tierra, en un “juego amistoso” con el equipo local, en el nuevo estadio de Jerusalem, asentado sobre terriorios habitados previamente por palestinos ahora sepultados bajo sus cimientos,  y cuando el estadio original para ese encuentro era el de Haifa, representa un acto de genuina estirpe política, no deportiva, tendiente a mostar al mundo, aún vacilante ante la decisión Netanyahu-Trump, que Jerusalem es definitivamente de Israel y que con actos como éstos, aún deportivos, y nada menos que con el deporte mas popular del mundo, se va asimilando la idea del nuevo hecho consumado.
    Por supuesto, observaciones como éstas, que tienden a descubrir el velo de las cuestiones subepidérmicas de hechos que tienen que ver con el negocio interplanetario del fútbol y los campeonatos mundiales, donde el deporte es lo menos importante, hace brotar las opiniones de los fanáticos, sean estos ortodoxos o falsamente progresistas. Por ejemplo, al recordar las tropelías de  sectas islámicas asesinas que aplican el terrorismo en todo el mundo (incluso en la Argentina), y subrayar  livianamente el antisemitismo confirmado de quienes no apoyen al estado de Israel de nuestros días, nacido en 1948 de la necesidad, según sus fundadores, de dar asiento e identidad territorial a los sobrevivientes del holocausto después de la segunda guerra mundial, pero transformado con los años en un estado militarizado, apoyado material y militarmente por la mayor potencia de la tierra, y rodeada de enemigos sojuzgados y feroces, que lo convierten en un foco de desequilibrio planetario sin salida. A estas observaciones, caben, como simples muestras, las declaraciones de la talentosa actriz israelo-estadounidense Natalie Portman, quien, en abril de este año rechazó el premio Nobel judío, para no quedar asociada al primer ministro Netanyahu quien debía hablar en dicha ceremonia. En desacuerdo con el liderazgo israelí, y en línea con sus valores judíos, la actriz se declaró por los que sufren por las actuales atrocidades de la política imperante en Israel.
    Volviendo al punto, y considerando la gravedad de la situación en el área geográfica mencionada, y que las decisiones de encuentros deportivos no son siempre simples encuentros y menos aún deportivos, cabe repreguntarse por qué los cerebros argentinos que comandan la selección argentina, llámese AFA y la línea ascendente directa a saber Cancillería y Ejecutivo, no pensaron este cuadro con antelación para evitar situaciones enojosas, riesgos innecesarios e idas y vueltas que nos hunden una y otra vez en el ridículo. Gobernar implica, entre otras habilidades inhallables en la historia argentina, anticiparse en los hechos. Parece que el cerebro es el órgano más deficitario en nuestras clases dirigentes. Lo comprobamos día a día, aunque el Chiqui tapia, en una de esas, sea postulado el año próximo para el Premio Nobel. Ahora que tal premio también está desprestigiado quizá tenga posibilidades de ganarlo.


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