Tras la suspensión del
partido con Israel el sábado 9 de junio, el Chiqui Tapia (presidente de la AFA
y yerno del Moyano mandamás del gremio camioneros, como para ponernos en
contexto), declaró que espera que todo el mundo reconozca en su decisión un
aporte a la paz mundial. Y agregó que como titular de la Asociación del Fútbol
Argentino, su misión era velar por la salud y la seguridad de sus jugadores. La
pregunta a la que nos enfrenta esta decisión inoportuna y no poco sobreactuada
es por qué la selección argentina, en vísperas del campeonato mundial de
fútbol, llega hasta el borde del abismo diplomático para emerger luego,
imprevistamente, como salvaguarda de la paz mundial. ¿No podía haberse evitado
este papelón, como otros tantos a los que el gobierno a través de sus
instituciones nos tiene acostumbrados?
Nadie puede negar que la región de medio
oriente es un polvorín eterno con una Israel militarizada, protegida con
escudos aéreos antimisiles, con el apoyo incondicional de Estados Unidos,
comandada por un gobierno de derecha rabiosa sostenido por un rabinato ultra
conservador, que ha anexado territorios en disputa ancestral, que ha surcado el
país con un infame muro del siglo veintiuno como si no hubiera bastado la
denigración conceptual de otros muros históricos felizmente derrumbados por los
pueblos libres en el siglo veinte. Un país que hace del hecho consumado una
política práctica y eficiente que recuerda al Bismark de sus mejores tiempos. Y un país que erige, respaldado por la
presidencia de Estados Unidos, con soberbia y autodeterminación, su nueva
capital en Jerusalem, “eterna e indivisible”, territorio legendario pretendido también
por el pueblo palestino, despreciando por enésima vez la posibilidad de
negociar compartirlo.
Que Miri Regev, una fanática ministra
israelí de cultura y deportes cuestionada por la oposición del parlamento
israelí, en una maniobra que en modo alguno puede calificarse de ingenua, haya
pretendido involucrar a la selección que lleva al mas afamado jugador de la tierra, en un “juego amistoso” con el equipo local, en el nuevo estadio de Jerusalem, asentado sobre terriorios
habitados previamente por palestinos ahora sepultados bajo sus cimientos, y cuando el estadio original para ese
encuentro era el de Haifa, representa un acto de genuina estirpe política, no
deportiva, tendiente a mostar al mundo, aún vacilante ante la decisión
Netanyahu-Trump, que Jerusalem es definitivamente de Israel y que con actos
como éstos, aún deportivos, y nada menos que con el deporte mas popular del mundo,
se va asimilando la idea del nuevo hecho consumado.
Por supuesto, observaciones como éstas, que
tienden a descubrir el velo de las cuestiones subepidérmicas de hechos que
tienen que ver con el negocio interplanetario del fútbol y los campeonatos
mundiales, donde el deporte es lo menos importante, hace brotar las opiniones
de los fanáticos, sean estos ortodoxos o falsamente progresistas. Por ejemplo, al
recordar las tropelías de sectas islámicas
asesinas que aplican el terrorismo en todo el mundo (incluso en la Argentina),
y subrayar livianamente el antisemitismo
confirmado de quienes no apoyen al estado de Israel de nuestros días, nacido en 1948 de
la necesidad, según sus fundadores, de dar asiento e identidad territorial a
los sobrevivientes del holocausto después de la segunda guerra mundial, pero
transformado con los años en un estado militarizado, apoyado material y
militarmente por la mayor potencia de la tierra, y rodeada de enemigos sojuzgados
y feroces, que lo convierten en un foco de desequilibrio planetario sin salida. A estas observaciones, caben, como simples muestras, las
declaraciones de la talentosa actriz israelo-estadounidense Natalie Portman,
quien, en abril de este año rechazó el premio Nobel judío, para no quedar
asociada al primer ministro Netanyahu quien debía hablar en dicha ceremonia. En
desacuerdo con el liderazgo israelí, y en línea con sus valores judíos, la actriz
se declaró por los que sufren por las actuales atrocidades de la política
imperante en Israel.
Volviendo al punto, y considerando la
gravedad de la situación en el área geográfica mencionada, y que las decisiones
de encuentros deportivos no son siempre simples encuentros y menos aún
deportivos, cabe repreguntarse por qué los cerebros argentinos que comandan la
selección argentina, llámese AFA y la línea ascendente directa a saber Cancillería
y Ejecutivo, no pensaron este cuadro con antelación para evitar situaciones
enojosas, riesgos innecesarios e idas y vueltas que nos hunden una y otra vez
en el ridículo. Gobernar implica, entre otras habilidades inhallables en la historia
argentina, anticiparse en los hechos. Parece que el cerebro es el órgano más
deficitario en nuestras clases dirigentes. Lo comprobamos día a día, aunque el
Chiqui tapia, en una de esas, sea postulado el año próximo para el Premio Nobel.
Ahora que tal premio también está desprestigiado quizá tenga posibilidades de
ganarlo.
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