martes, 17 de abril de 2012

La malvinización de los ideales.


Muchas son las cualidades negativas que caracterizan al gobierno argentino actual, personificado estrechamente en la figura de la Presidenta. Una de ellas es la testadurez. Serio defecto para un político, que teóricamente debiera ver la realidad en la que se desenvuelve, y más a aún para la Presidenta de un país, cargo que supone el sentido de la responsabilidad por sus actos y la serenidad en la adopción de sus decisiones. Nadie con sentido común puede dejar de imaginar que el concepto de expropiación en estos días no debe sonarle bien a integrantes del Grupo de los Veinte, ni a los representantes de los gobiernos de América que asistieron a la reciente reunión en Cartagenas de Indias. Nadie tampoco puede ignorar que el proyecto de expropiación de Repsol-YPF en el que venía trabajando el gobierno argentino durante las últimas semanas fuera conocido en alguna de sus versiones por más de un mandatario y o funcionario influyente de otros países, y que la Presidenta Kirchner haya recibido opiniones desfavorables sobre su puesta en vigencia. No obstante, el gobierno argentino, en otra de sus actuaciones memorables, salió ayer, con bombos y platillos a romper públicamente el contrato de privatización de YPF firmado por el Presidente Menem en los noventa y empujado y festejado por los Kirchner quienes supieron guardar bien guardados fuera del país los dividendos obtenidos. Especialista en los golpes de efecto, como buena actriz de una compañía dedicada a los espectáculos masivos, la Presidenta hizo un pormenorizado análisis del deterioro de Repsol-YPF desde el inicio de su sociedad, mostrando números de deterioro vergonzoso que terminó con la pérdida del 50% del gas del subsuelo y el 25% del petróleo argentinos, la obsolencia de la refinerías existentes en el país, y la creciente importación de gas y gasoil a precios que superan el superávit comercial del país. Lo curioso es que la Presidenta criticaba una política de vaciamiento de una empresa que era pasible de control del Estado argentino que se había desentendido de su función por espacio de los nueve años que lleva la conducción de los Kirchner. Pero acentúa el patetismo de la presentación, que se nombrara como interventor de la empresa nada menos que al ministro de Planificación Julio De Vido, responsable principal de la política energética del país, en la que ha demostrado una completa ineficiencia. Su segundo en la Comisión Interventora y viceministro de Economía es el joven Axel Kicillof, de La Cámpora, que en el día de hoy, en el Senado de la Nación, en mangas de camisa y con la actitud belicosa y exaltada de un representante de un centro de estudiantes, se despachó con diatribas dirigidas al grupo español desplazado, en su visión interesada único responsable de la debacle de la empresa, y a los tímidos críticos del proyecto que por ahí han asomado, según el más puro estilo K de soberbia y descalificación.
    Nadie puede entender aún los motivos que pretenden justificar tan grave medida a pesar de las dificultades de caja del gobierno, del brete judicial en que está metido por mérito de su vicepresidente, de la inflación creciente que parece no tener techo, de los reclamos sindicales no satisfechos, del divorcio con las otras fuerzas políticas y con la mitad de la ciudadanía, del enfrentamiento mortal con la prensa no adicta, de la pérdida de credibilidad de la prensa complaciente. Es imposible no temer las represalias económicas y políticas de la Comunidad Europea por esta acción, las deudas potenciales por los juicios, y las descalificaciones internacionales para futuros préstamos o alianzas estratégicas, las consecuencias del repliegue de la Argentina en nombre de una soberanía abstracta que ayer sintonizaba con Malvinas en un duelo casi personal con Cameron, y hoy con España en un toreo a muerte con Rajoy. Pero lo más preocupante es de dónde va Argentina a sacar dinero para las inversiones que se reclaman para la exploración y la extracción, para la modernización de las plantas de refinación, y para la inevitable importación de hidrocarburos hasta que la empresa llegue al tan ansiado y lejano autoabastecimiento. Y en el caso supuesto que esos capitales aparezcan, ¿con qué se cubrirán las pérdidas diarias de Aerolíneas Argentinas?, ¿y la inversión en los trenes que se estrellan en las estaciones por falta de mantenimiento?, ¿y los agujeros presupuestarios de la Salud Pública que hoy permite que se dé por muertos a recién nacidos sanos?.
    Pareciera que el gobierno siempre tiene a mano algún tema aglutinante y distractor que ocupe la tapa de los diarios, el espacio de las radios y los noticieros de la televisión, en un despliegue enloquecedor que divide cada día más a la ciudadanía entre partidarios progresistas y gorilas enemigos de la Patria. Que elige cuestiones que tocan las fibras más sensibles del sentido patriótico de la gente y desempolva las convicciones de la juventud idealista, como las de Fernando "Pino"Solanas, peronista de izquierda, permanente crítico del gobierno que ayer salió a apoyarlo por la medida “patriótica” por fin adoptada .
    Ayer, al ver estupefacto a la Presidenta presentando alegremente su proyecto, recordé la ocupación de las Malvinas por los militares hasta entonces desacreditados por sus desaciertos, y la Plaza de Mayo que se llenó con un pueblo que de la noche a la mañana salió a apoyarlos en una gesta inspirada en ideales de liberación aprendidos desde el jardín de infantes. Y pensé que es inmoral apelar irresponsablemente a causas tan caras para el sentimiento de la gente con el único fin conservar los privilegios en las alturas del poder.

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