Un sueño constante de
Argentina, desde fines del siglo diecinueve, cuando parecía que esa posición
era acertada, era el de ser líder
regional. La Historia argentina está llena de ejemplos de improvisaciones y
desaciertos, pero mayores que los esperables en el devenir de la vida con sus múltiples
personajes y sus cambiantes circunstancias. Seguramente, miles de
interpretaciones llenas de ingenio y de sabiduría, y algunas otras de cinismo y
cretinismo, pretenden cambiar el sentido de los hechos acontecidos aunque en
general, estos suelen expresarse por sí solos sin necesidad de los iluminados
de siempre que pretenden explicarlos. Fueron improvisados todos los militares
que durante el siglo veinte, para no ser tediosos en el análisis previo de la
Historia, produjeron golpes de estado. Fueron improvisados los terratenientes
que confiaron en que la producción del campo era ilimitada y no requería más
que tiempo para que las vacas engordaran. Eran improvisados una pléyade de
presidentes constitucionales argentinos entre los que se destaca Fernando de la
Rúa, cuando fueron elegidos como candidatos por sus partidos o sus alianzas
circunstanciales, a excepción de escasas figuras como la de Arturo Frondizi que
reunía todas las cualidades de un estadista con mayúsculas con formación,
postura y visión excepcionales. Fue improvisado Perón, rodeado de fascistas y
ladrones, estimulando a la juventud de izquierda con mensajes de Mao, y dejando
los destinos del país, antes de morir, en manos de una mujer inepta e inestable
y de un ministro sanguinario. Fue improvisado el sindicalismo argentino, en la
recuperación de la democracia, al sabotear el gobierno de Raúl Alfonsín con
once paros generales. Fue improvisado Alfonsín en pactar con los militares en
memorables pascuas para luego ceder en las ignominiosas leyes de la obediencia
debida y del punto final. Fue improvisado Menem al rifar el país al mejor postor
y al dar el ejemplo que la impunidad era válida en un estado democrático,
arrastrando a una pléyade de delincuentes de guante blanco a seguir sus pasos
con alevosía. Fueron improvisados los Kirchner cuando, entre otras cosas, apoyaron
la privatización de YPF durante el gobierno de Menem, tomaron con beneplácito
la parte del tesoro que resultó de la operación, y lo giraron al exterior para
resguardarlos de los riesgos de la debacle que se aproximaba en el 2001 y de la
que algún dato revelador de seguro tenían como para ser precavidos. Fue
improvisado Duhalde al confiarle el gobierno a quienes serían sus mortales y
definitivos enemigos. Fue improvisado Néstor Kirchner cuando pateó el tablero
del campo que le llenaría los bolsillos con las utilidades de un yuyo llamado
soja y lo salvaría en los años por venir de los angustiantes faltantes de caja.
Fue improvisada Cristina Kirchner cuando se rodeó de los imberbes de “La
Cámpora”, encabezados por su enigmático hijo Máximo, quienes suelen asesorarla
en temas de política y economía de alto vuelo para hacerla quedar como el hazmerreír
de un mundo que no se traga fragmentos chamuscados de textos de una izquierda
básica de pregrado ni de nacionalismo burdo del siglo diecinueve.
Como ha dicho uno de los ideólogos
clarividentes del peronismo, Pacho O′Donnell, producto de la etapa del peronismo
de izquierda de los setenta enmarcado por la errada concepción de la lucha
armada contra la sinarquía internacional y la burocracia sindical, en los
noventa todos los peronistas se abroquelaron detrás del proyecto privatizador
de Menem, incluyendo a O′Donnell, claro, que admiraba la inteligencia de tal
presidente, y a Néstor Kirchner, que lo había calificado como el mejor
presidente después de Perón. Menem arrasó a YPF con la aprobación del congreso
nacional, y fue el artífice del proyecto Roberto Dromi, el mismo que en estos
días trabaja ayudando al Gobierno en proyectos de reestatización. La beneficiaria
de la petrolera fue Repsol de España, quien compró el 57% del paquete
accionario en los noventa. En el Directorio quedó una representación del Estado
con voz y voto con capacidad de controlar la liquidación de las utilidades de
la empresa por los accionistas y las inversiones para asegurar la marcha de la
misma, no mostrando particular interés en estas últimas en once años. Poco
antes de morir, el presidente Kirchner facilitó al grupo Eskenazi, ajeno al
negocio de los hidrocarburos, la participación en un 25% del paquete sin el
requerimiento de ningún pago inmediato sino a cuenta según futuras utilidades.
Desde fines del año pasado y con progresivo ímpetu durante el corriente, el
Gobierno desató una tormenta de acusaciones contra Eskenazi y la empresa
española, haciéndolos únicos responsables del vaciamiento de la empresa que
abastece el 50% de la producción petrolera de España y gran parte de la
argentina. La consecuencia fue la baja en la bolsa de las acciones de Repsol
YPF en clara maniobra de depreciación para una futura adquisición ventajosa. Así,
en la última semana, surgió con fuerza la versión de que ya estaba preparado el
proyecto de nacionalización de YPF con la adquisición por parte del Estado de
más del 50% de las acciones, proyecto que sería dado a conocer el jueves pasado
por la Presidenta en persona en una de sus actuaciones pseudopúblicas con su
clac. El proyecto pormenorizado había sido hecho público por el diputado del GEN Gerardo Milman, a cuyas manos había llegado por un alto funcionario del
gobierno. Sin embargo, la Presidenta se abstuvo de hablar media palabra
siquiera del documento, y al día siguiente, en varios programas oficialistas de
informaciones se estaba diciendo que, nuevamente, el poder mediático había
inventado una novela para perjudicar al Gobierno. Lo cierto, es que la
Presidenta había sido citada, el mismo jueves, a una reunión a solas con el
presidente Obama en Cartagena de Indias, después de haber recibido quejas de
inversores estadounidenses tenedores de acciones de Repsol YPF, y una grave
acusación de España y la Comunidad Europea contra Argentina, quien no sólo se
conformaría con aplicar medidas imprevisibles y caprichosas que regulan sus
importaciones de manera caótica, sino tiraría por la borda acuerdos
internacionales con países poderosos con los que tiene compromisos ineludibles
y operaciones comerciales pendientes.
Axel Kicillof, viceministro de Economía y
militante de “La Cámpora” fue el propulsor del proyecto, que incluía una
presión para que Repsol desinvirtiera en todos los lugares del mundo para
trasladar sus recursos a la Argentina, según un reclamo que pretendía la
devolución de todas las ganancias de la empresa de los últimos años. La
Presidenta, alertada incluso por el poderoso y tosco Moreno quien vio el proyecto
como inconveniente, volvió sobre sus pasos mientras todos los diarios españoles
la sometían al escarnio.
En las tapas de los diarios de hoy aparece la
Presidenta junto a Obama, quien parece consolarla mientras toca sus manos,
después de advertirle: “Bueno, ahora Cristinita, a no hacer más travesuras. Sé
que no fue intención tuya molestar a mis muchachos que tiene en juego 4000
millones de dólares invertidos en Repsol YPF, ni a los gallegos que consideran
que YPF es la perla de su tesoro. Sabes que ellos tiene mal carácter pero
además son amigos de los otros europeos que, estoy de acuerdo contigo, son muy
odiosos, pero están un poco enojados con el bruto ese de Moreno que tienes allá
en la puerta de la aduana y no deja entrar una de sus mercaderías. Al respecto
deberías ir pensando que hacer con ese muchacho. ¡Ah!, y con ese otro
jovencito, ¿cómo se llama?, ¡ah sí!, Kicillof, que parece tiene mucha
imaginación y ha leído muchas historietas”, decía Obama mientras guiñaba un ojo
a Dilma Rousseff, que sentada en la mesa de enfrente, no podía olvidar las
palabras que el presidente
norteamericano había emitido un rato antes en una mesa de trabajo: “Brasil está
en condiciones de ser un gran líder regional”.
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