jueves, 26 de abril de 2012

Crónica de una impunidad anunciada


El 11 de marzo de este año anticipábamos en una de estas entradas que la causa contra Boudou por el caso de corrupción de Ciccone no prosperaría. Y no es, de ninguna manera, que quien escribe pertenezca a alguna secta de iluminados (hay demasiadas en Argentina), ni que tenga información privilegiada por rozarse con altos funcionarios (vean como el allanamiento a su departamento de Puerto Madero fue ignorado por el mismísimo vicepresidente hasta que ocurrió), que esté cobijado por los poderes extraordinarios de Magneto (objeto permanente de los ataques de Victor Hugo Morales), ni mucho menos que posea poderes extrasensoriales que le permitan ver el futuro (desgraciadamente ya hemos tenido brujos en nuestra Historia). Para interpretar a la Argentina basta con estar alejado de los factores de poder, tener una inteligencia mínima, no ser propenso a los fanatismos, y estar atento a la realidad. Esas condiciones permiten interpretar la burda secuencia de la rutina nacional y prever con facilidad los acontecimientos. El caso Ciccone-Boudou, que estará confuso para la Justicia pero que resulta absolutamente claro para el común de la gente, será enterrado y olvidado. Quedó tapado por el rimbombante anuncio de la nacionalización patriótica de YPF, el desplazamiento del juez Rafecas que tuvo el atrevimiento de avanzar en la causa, y seguirá con la desafectación del fiscal Rímolo, que quedará marcado hasta el último día que Kirchner tenga un atisbo de poder. Los actores principales, los cómplices y los testaferros responsables del caso Boudou-Ciccone seguirán en sus puestos, habrán cobrado (y lo seguirán haciendo) sus comisiones, y ostentando sus puestos oficiales, haciendo caso omiso de las críticas de la gente que se atreva a denunciarlos amparados por toda la estructura de un gobierno dedicado a hacer negocios personales y a enriquecerse frente a las narices de los ciudadanos mientras compra voluntades de políticos, gobernantes, jueces y periodistas según práctica que parece no corregirse a pesar de las lecciones de la Historia.

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