Resultaba impresentable
aún antes de ser tocado con la varita mágica de Cristina cuando lo eligió como
compañero de fórmula, ante su asombro de adolescente descontrolado por tanto
privilegio y la inquina de los otros postulantes que creían haber hecho méritos
mayores y de muchos otros de los miembros del gabinete que lo despreciaban por
variadas causas. Tenía la imagen de poco serio con su cabello al viento y su
sonrisa permanente de artista del espectáculo sin obra conocida. Ya en esa
época, cuando nadie se fijaba demasiado en él había chapeado su influencia de
ministro de Economía para muchos trámites que le convenían, entre ellos la
ayuda en tiempo meteórico para el salvataje de Ciccone Calcográfica, la
imprenta destinada nada menos que a la emisión monetaria de un país, jaqueada
entonces por una enorme deuda y un sinnúmero de irregularidades
administrativas, contables e impositivas por las que la AFIP había demostrado particular interés y sentido solidario. Ya
vicepresidente de la Nación, y gastado en público en varias oportunidades por
la Señora Presidenta quien lo acusó de “cheto” por vivir en el carísimo barrio
de Puerto Madero, el mismo donde la primera Mandataria adquirió varias
propiedades hace pocos meses, cometió actos impropios de su alta investidura
tales como presentarse como guitarrista rockero vestido con bermudas en fiestas
de oscuras características motivando la ira del enigmático y todopoderoso
Máximo, el hijo heredero. Pero allí no terminó la cosa. A pesar de la
maquinaria propagandística oficial transformadora de la realidad que aseguró que
una operación de Clarín y La Nación estaba levantando una nueva ola de
vergonzosas mentiras en contra del vicepresidente y por ende, de la Señora
Cristina que lo había designado en tan alto y significativo cargo, apareció una
dama desconocida que aseguró en los medios que su esposo era el testaferro de
Boudou. No se sabe, claro si la Señora Laura Muñoz, la autora de la denuncia,
es del riñón de Magneto, pero en el seno de la esclarecida “La Cámpora” suena fuerte esa versión,
abonada por la acción del periodismo genuflexo. Pero a partir de entonces se
sucedieron hechos que hicieron progresar con velocidad inusitada una causa por
corrupción en la que está seriamente comprometido el primero en la sucesión del
Poder Ejecutivo Nacional, amigo declarado del presidente de la ex Ciccone Calcográfica, Alejandro
Vanderbroele, esposo de Laura Muñoz. El vice Presidente calló durante más de una semana, luego
desmintió los cargos y su amistad con Vanderbroele, y pocas horas más tarde
debió reconocer que había mentido en algunas cuestiones. Cuando todo hacía
preveer un ineludible traumatismo con secuelas, salieron a rescatarlo, por
orden de la Presidenta, algunos funcionarios, entre otros el inefable
responsable de la AFIP, quien, cual consumado cantor de orquesta típica, delante de las cámaras desplegó un concierto de
tango con lágrimas y todo que tenía como objetivo limpiar la imagen deteriorada
del vice, muy comprometida aún para muchos funcionarios y consejeros oficialistas,
algunos muy cercanos a la Presidenta que le reprocharon al oído "¿no te dije que era un
boludo?"
A pesar de tantas sospechas bien fundadas,
y las claras evidencias a los ojos de la gente despierta, la causa no prosperará
(como es usual). El vice Presidente tiene fueros y además es integrante de este
Gobierno, y como si fuera poco, la Presidenta ha decidido defenderlo (en
defensa propia). Pero como en los casos de los sobornos de Skaska, el
enriquecimiento ilícito de los Kirchner, o el caso de corrupción por
la construcción de viviendas por las
Madres de Plaza de Mayo en el que estaba comprometida su titular, Hebe de
Bonafini, todo se diluirá en las aguas
agitadas del oficialismo, cada vez más agitadas porque todo en la vida tiene
sus límites.
Uno se preocupa ante el presente y se
atemoriza por el futuro, ante la convicción que en el Gobierno se producen
hechos de corrupción inocultables, que la realidad es más dura de lo que los
discursos pretenden disimular, y que los dirigentes, aun los más brillantes y
maravillosos se equivocan a veces, aunque más no sea para elegir a sus
colaboradores.
¡Me gusta!
ResponderEliminarNuestra realidad parece sacada de una novela conspirativa, o de ciencia ficción oscura.
el Benjamín.